Fulgor mendaz
por Manuel Santana Todos en el pueblo dormían tranquilos a sabiendas de que el idiota cuidaba la puerta. Al caer la tarde se congregaban en la plazoleta del soportal y allí aguardaban la aparición del singular mecenas. A punto del anochecer él aparecía y bendecía con gestos toscos y un grotesco ceremonial la entrada …