Una rosa para Willy
Con su bigote muy peinado
Está Willy reclinado,
Pensando en Yoknapatawpha
Y en una que otra estrofa.
Misisipi, Willy piensa,
No es un pueblo de grandeza
La única visita que se avecina
Es la de la esperada Catrina.
La Flaca es su confidente,
Su pasado y su presente,
Para Willy lo grotesco
Siempre es muy pintoresco.
Cuando llega la huesuda,
A la puerta se apresura;
Tan bonita que se ha puesto,
Willy no estará molesto.
“Te he extrañado tanto”,
Le dice Willy entre llanto.
“No te vayas tan pronto
Que sin ti me pongo tonto”.
La calaca no contesta.
Ni alegre, ni molesta.
Como siempre, lo abandona
Y Willy no se lo perdona.
Con su bigote muy peinado
Está Willy reclinado,
Pensando en su querida
Y en su próxima venida.
—Alejandra Cuevas
El retorno del bien y el mal
Era la noche aciaga,
en el panteón celebraban juntos,
cuando resonó burlesca carcajada
y se levantaron los difuntos.
Salieron de sus tumbas
esparciendo terrible hedor,
los vivos con los pelos de punta
se orinaban de terror.
Ya se arrastraban por las calles
entre caras pintadas de calavera
desbarataban los altares
¡Fuego! ya volteaban unas velas.
Reinaba el desconcierto
niños lloraban por sus padres
¿De dónde salió tanto muerto
haciendo semejante desmadre?
Entre los ancianos
hubo mucho espanto,
reconocieron los más sabios
a las momias de Guanajuato.
¿Cómo es que han vuelto?
¿No las habían derrotado?
Sintieron miedo pues ya había muerto
de plata el enmascarado.
De las momias avanzaba la falange,
espectros eran tantos,
llegaron sus gritos al Mausoleo del Ángel
despertando de la muerte al Santo.
Reconoce los bramidos,
las lágrimas y la grita,
son sus enemigos
que han vuelto a la vida
Muerto como estaba
desperezó los brazos,
dos patadas y a la chingada
su tumba hizo pedazos.
Aunque el mundo había cambiado,
su mismo porte presentaba,
ya que lo habían enterrado
con su máscara plateada.
Llegó hasta el epicentro
de tanta barbarie,
vio a los muertos
armando su desmadre.
Sin decir palabra alguna
llegó hasta los espantos
bajo la luz de la luna
comenzaron los madrazos.
Ya volaban puños y patadas,
endiablándose la riña,
por un momento llaves
por otro las santiñas.
La gente miró emocionada
el retorno del luchador
ya las momias estaban bien madreadas
ya amainaba el fragor.
Rodeaba la escena la gente
sin dejar de gritar,
algunas momias ya sin dientes
se comenzaron a desbaratar.
El Santo como una fiera
todo a su paso arrasaba,
con una doble tijera
las cabezas arrancaba.
Ya no había rival
sólo el silencio,
entonces apareció Satán
causando gran estruendo.
Dos metros medía la momia luchadora
reconociendo a su adversario,
trató una quebradora
más todo fue en vano.
El Santo una llave aplicó,
rememorando viejas glorias
a Satán desvaneció,
otra más de sus victorias.
La gente ya sin desconcierto
ofreció al Santo ofrendas,
primero pan de muerto,
luego de azúcar calavera.
Todo lo comió sin hablar
dejó limpios platos, tazas y demás,
y ya no había un altar
que ofreciera algo a los del más allá.
La gente coreaba su nombre
con alegría y devoción.
Reconoció aquel hombre
a toda su afición.
Se acercaba la hora
de volver al otro mundo,
bajó una extraña bruma
de un azul profundo.
La gente le hizo una última petición
algo que siempre esperó
toda la afición.
Ya pasó mucho tiempo, decían,
que se quite la máscara,
nos haría muy contentos.
El Santo escuchó todo aquel furor,
y respondió con terrible carcajada
todo mundo volvió al horror
al ver bajo la máscara
una calavera descarnada.
—Jonathan Aarón Hernández Navarro
Calaverita al recuerdo de Dies
Estaba Dies un día
muy activo en su canal.
Luego no supimos de él
por tres meses porque andaba sad.
Veía películas decadentes
y buscaba canciones que bajar.
Tan empeñado lo hacía
que la Muerte lo fue a visitar.
—“Ya no has subido videos,
por eso te vine a checar”.
—“Es que ando haciendo memes de muertos,
no te vayas a enojar”.
Fueron juntos por un cafecito
pero la Muerte lo veía muy mal.
—“Si no publicas cosas tristes,
la chamba me vas a afectar”.
Nada parecía contentar a Dies,
hasta que acompañó a la Muerte a comprar pay.
Fue cuando entendió que sus penas
eran por no comer pan.
Empezó a extrañar los tacos, el ruido
y el caos de la ciudad.
Así que la Muerte lo llevó de viaje
al ex Distrito Federal.
Dies comió como nunca,
y su corazón se puso a cantar.
Tan alegré lo dejó la Muerte
que no imaginó que lo volvería a visitar.
—Ivette Pradel
Calavera del chamuco enamorado
La mayor crueldad del mundo
es sin duda enamorarse.
De un dolor tan profundo
ni el diablo pudo salvarse.
Pasó que en Día de muertos,
mientras buscaba hacer maldad,
él, con rostro boquiabierto,
vio una chica en la ciudad,
cuyo porte y elegancia,
cubiertas en la penumbra,
con verlas a la distancia,
eran sombra que deslumbra.
El chamuco lujurioso
sujetándose los cuernos
demasiado presuroso
se los dejó todos tiernos.
“Raptaré a Proserpina”,
dijo el dios del inframundo;
“esta ninfa clandestina
me ha dejado moribundo”.
Cuando al fin dieron las doce
Satán vio la oportunidad.
Como no la reconoce
se presenta en la oscuridad.
“Fulgor de luna nueva,
profundidad de cielo,
¿no quisieras ser mi reina?
¿Dominar en los infiernos?”
Así dijo arrodillado
fingiendo galantería:
¿coqueteo delicado?
más bien ¡qué pedantería!
Un grillito con su canto
expresó lo evidente;
¿podrá ser que su encanto
fuera más que suficiente?
La mujer dio media vuelta
y reveló su identidad:
cara de flores cubierta,
cubierta ella de majestad.
Resultó ser la Catrina
divirtiéndose en su fiesta.
Magnífica y bailarina
al diablo dijo funesta:
“¡Pero qué ocurrente eres,
demonio de cola roja!
Yo ya sé que por mí mueres,
y eso sí que es paradoja.
”¿Cómo no te diste cuenta
que era yo la que seguías?
Al no ser lo que aparenta
mi disfraz te engañaría.
”No hay duda que estás muy viejo,
tu vista ya no es lo de antes.
Por mi cuenta ya te dejo,
tengo asuntos importantes.”
Y dicho esto la Catrina
se esfumó cantando y riendo,
plantándolo en una esquina
de pena y rabia muriendo.
El pobre diablo infatuado
más no pudo enrojecer:
ya no hubiera importado
que su tez empezara a arder.
Llorando Satán en su rincón,
nos da una importante lección:
¡es nomás la Muerte Patrona
tan bonita como cabrona!
—Fabiola Ávila
También se llamaba Ulises Lima
Escribo : meo : cojo : rezumo : bailo con ratas
—Roberto Bolaño
—Vine por un José Alfredo
pero no era el que creía—
(repetía la catrina)
—A ese lo llevé hace rato.
El cabrón trae su bastón
aunque no lo necesita
(no será para su viuda
sabe lo que le diría:
—No te moriste bebiendo el
pulque de ajo que decías—).
La frontera desdibuja
la tristeza del tal Mario
de su cara/hacia su cara:
1 cuerpo desfigurado
por palabras (desde abajo).
—Traigo al chilango suicida
me lo llevaré en el carro
con el que perdió la vida—
(le dice al patrón de arriba).
Segundo nombre: Santiago
(soy la casa de Revueltas)
repetía a la divina
que vestía rojo con
sabor azufre (de santo
figura el tal Papasquiaro).
La huesuda (aún) lo mira,
no le opone resistencia,
no le latía la vida:
—tengo 1 amigo en España,
1 frontera más grande
(más de 9 mil kilómetos).
Soy detective salvaje,
me llamaba Ulises Lima—.
Juan de la Cruz lo veía y
fingió no desconocerlo.
—El infierno está pa’rriba—
(la catrina no lo topa:
¿quién chingados son los infras?).
—Daniel Iturria
La muerte y Lorca en romance
I
Su pluma vino a Granada
con su polisón de cantos.
La Muerte lo mira, mira.
La Muerte lo está mirando.
II
La Muerte andaba con prisa,
mucha prisa, aquellos años,
La Falange, Franco, lluvia…
lluvia de sangre en el campo.
Cuán honrada diligencia
tuvo entre tantos encargos:
dar final a García Lorca,
príncipe de los teatros.
De Granada puso el rumbo,
allá se unirán sus pasos.
Cuánto tiempo se han querido,
cuántas veces se han cantado.
Lo encontró en La Fuente Grande
con los brazos amarrados.
Ella se vistió de luna.
Él la miró con espanto.
No temas tanto, poeta,
te llevaré al gran parnaso
donde está Rubén Darío,
donde llevaré a Machado.
Si me llevas, calavera,
llévame con los de abajo:
Con los hombres que aman hombres,
con las putas, los gitanos.
Quiero cantarles romances
y una muerte para piano.
Un hombro para llorar
en Vïena tú me has dado,
te llevaré a donde quieras.
Date prisa que nos vamos.
Al alba se quebró el aire
con un ruido de disparos.
Trescientas rosas morenas
florecieron en el pasto.
Esta piel ya no es mi piel
ni estas manos son mis manos.
Llévame pues, muerte, ahora,
antes que empiecen los llantos.
Fue más grande que la muerte
el poeta, sin embargo.
Hay un rumor en el viento,
es Federico cantando.
III
Verde que te quiero verde.
Verdes versos. Verde el alma.
La derecha en el altar
y el silencio en la montaña.
—Fernando Sotres de la Torre
Danza macarra
Una noche, a la una y cuarto
escribió dos versos buenos.
A y media se fue a la cama.
A las dos estaba muerto.
Hay quien dice que la causa
fue un sueño enloquecedor
en que un premio le negaban
por no ser un cantautor.
El convertirse en fantasma
no fue tarea costosa
para un hombre tan versado
en materia espirituosa.
Salió disparada el alma
de su descorchado cuerpo.
Por haber sido absentista,
dejaba un verde reguero.
Por autopista de estrellas
atravesó el firmamento;
mientras su puerta, allá abajo
aporreaba el casero.
Cuando, a las puertas del Cielo,
San Pedro le recibió,
le dijo: “Yo he leído a Dante
y el Infierno está mejor”.
Y registraron sus datos
en un libro muy muy grande;
mientras su amante, allá abajo
descubría su cadáver.
Quiso saber los horarios
de comidas; y la agenda
cultural; y si tendría derecho
a nube individual;
y preguntó cada cuánto
limpian las habitaciones;
y, con su firma, aceptó
términos y condiciones.
Sus amigos, allá abajo
hacían una colecta
para enterrar con honores
a tan insigne porreta;
le cavaron una tumba
que cubrieron de violetas
y en la lápida pusieron:
“Tantos ripios como deudas”.
Mas no pudo descansar
de una vez y para siempre
hasta que hubo resuelto
una tarea pendiente.
Una noche nebulosa
de misterio y anatema
se apareció ante su hermano
para hablar de sus poemas;
“¡Quémalo todo!”, le dijo,
“¡que me he puesto virgiliano!”.
Él, en sueños, asentía:
“Sí que es malo, sí que es malo”.
Y, con las primeras luces
asciende al Cielo el poeta.
Va cubierto de rocío,
pensando una rima nueva,
dispuesto a tomarse en serio
eso de la vida eterna.
Mientras el mundo, allá abajo
no dejaba de dar vueltas.
—Eva Ortiz Aguado
¡Gracias por participar! Hasta el año siguiente, si no nos lleva la parca…