Cartas desde el Nam


por Lucas Lucatero

a Luis Andrés Galindo


El teléfono sonó a las seis de la mañana. Mi esposa, que ya se encontraba en la planta baja, contestó, subió corriendo, abrió la puerta del baño y me dijo con rostro desencajado que mi hermana estaba en la línea. “La tía Chofi… un infarto”. Eso cambiaba mi rutina; una muerte cambia todo. Guardé la compostura y le pregunté qué procedía. Como era soltera, nosotros debíamos encargarnos. Llamé a mi jefe para decirle y pedirle permiso. Escogí un traje negro y mientras hacía nudo a la corbata recordaba todas las vivencias junto a la tía y mi mamá, fallecida hacia casi diez años. Fue algo sin mucha ceremonia: la cremamos y asistimos sólo la familia cercana, que en realidad ya quedamos pocos.

A los ocho días, mi hermana ya había conseguido arrendador y nos dividiríamos la renta. Me cayó como anillo al dedo, porque las tarjetas de crédito me tenían ahogado. Limpiar la casa fue una tarea colosal, porque mi tía era una acumuladora ordenada y limpia; encontramos discos, calendarios, un tocadiscos que quién sabe cuándo fue la última vez que reprodujo un vinilo porque siempre sirvió como mesa; la dejamos reluciente. Ya cuando nos íbamos mi hermana me dio un baúl pequeño, cuya llave nunca encontró. Mi esposa sugirió tirarlo, “De seguro ha de contener sólo papeles”. “¿Y si hay centenarios?”, le respondí, aunque al agitarlo no sonaba metálico ni tampoco pesaba. Mi hermana le empezó a dar martillazos; al tercer golpe la madera cedió, astillas volaron y un chasquido indicó que pronto descubriríamos el tesoro, tomó el cofrecito y lo azotó contra el suelo. Había unos papeles desgastados y una fotografía. Los recogí con la esperanza de que fueran las escrituras de otra casa. Algo poco probable, porque ella nunca vivió con lujos. No alcancé a averiguar qué contenían las amarillas hojas porque mi hermana me las arrebató. Leyó, primero para sí misma, luego en voz alta:


9 de octubre de 1968

Dear cousin Sofía, hasta acá en Houston recibimos noticias de lo que pasó. Tan pronto informaron los periódicos que varios estudiantes guerrilleros habían disparado contra inocente people, mi papá me obligó a escribirles a ti y a Amanda. Léele estas líneas y salúdala de mi parte, también a mis tíos, por favor. Estamos muy agradecidos de que ustedes no se hubieran metido en líos con el gobierno; recientemente han difundido pictures y videos donde se ven personas caer y soldados que llegan por todas partes, destellos del tiroteo. Ellos pueden más, lo tienen todo y obviously que iban a reaccionar así a unos días de los olympics games. Ojalá pudiera estar con ustedes, consolarlas, protegerlas y enjoy de mi comida favorita que hace mi tía: chilaquiles. Tanto de no vernos, de intercambiar cartas, a veces, cuando pagamos la llamada, porque sé que allá en México el teléfono es sólo para ricos, podemos escuchar your voices. También te escribo para decirte de algo bien raro que pasó la semana pasada: nos llegó una letter del gobierno donde proponen regularizar nuestra situación de ilegales. El trato es el siguiente: if yo me embarco a Vietnam, a cambio nos dan la citizenship a toda la familia. Eso es lo que ha querido mi dad desde que llegamos a América, nos quitaría muchas preocupaciones. Mi mamá se puso cry y yo, pues, I dont know qué hacer. He escuchado hablar del Nam aquí en el neighboord: nuestros paisanos, los negros o los italianos que han ido, regresan cambiados, con el vicio de blood. A tres calles de my house hay una familia de mexicanos, creo que son de San Luis Potosí, uno de ellos fue citado por la armada, estuvo allá tres años, logró sobrevivir, pero no es el mismo, algo de él se quedó allá.    

Western Union
Telegram
Oct, 30,1968



Sofy. Me enlisté. Cuando recibas esta carta muy probablemente ya en Nam. Prometí a mis hermanos y padres regresar con vida. Los quiero a todos en México.        


25 de noviembre de 1968


Dear Sofía,

Apenas ahorita, una noche calurosa para ser noviembre, tuve tiempo de escribirles. Mañana sale el correo y aprovecho para mandar cartas to my parents, a una girl que dejé en Houston (his name is Doroty) y a ustedes; por favor, dile todo a Amanda, que no se pierda ningún detalle. Acostumbrarme fue todo un proceso, desde el entrenamiento, una capacitación expres, hasta los fuckins mosquitos que sientes picarte cada segundo. Nuestras fuerzas desembarcaron en una bahía, hace casi un mes, en Qui Nhon; al principio estuvimos una semana en los headquarters, cuarteles de la US Army, entrenábamos, muchos estaban ansiosos por conocer y toparse con Charlie. Yo no, en el fondo tenía mucho miedo. Después fuimos a la jungla y ahí descubrimos la guerra. Ahora estamos a unas trece millas de Saigon. En my Delta Company me he hecho muy friend de Zimmerman y Pazzuti. Zimmerman es de Winsconsin y Pazzuti de los pocos italianos que se establecieron en Dakota. Siempre estamos bromeando, qué más se puede hacer en un lugar donde todo se va a la shit. Quisiera decirte todo lo que he visto, pero no, todas estas vivencias terminarían sacando de quicio a dos misses como ustedes; con decirte que ya he matado. Fue hace una semana, lancé una granada adentro de un túnel Charly. No me preguntes a cuántos, a lo mejor no fue a ninguno, pero si vieras cómo es todo acá; tal parece que la muerte trae consigo una especie de placer, porque todos nos acostumbramos a hacerlo. Las primeras veces te intentan, o nos intentamos, convencer de que es cuestión de supervivencia, de matar a que me maten, pues… pero ese teatro down cuando sientes la adrenalina de la guerra. Acá todo es eso. Ahorita estamos en un sitio, intentamos algo que ya está perdido: frenar el avance de Charlie hasta Saigon, la capital de Vietnam del Sur, nuestros aliados. Día y noche es aterrador el zumbido de las balas, ya sean nuestras o de ellos. Provocan un miedo escalofriante. El sargento Simmons, un sujeto negro de Mississippi, dice que con la weed desaparece ese temor. No es para menos, esos amarillos son imparables, powerfull, llenos de rage; por la noche pasan corriendo en los límites de nuestro campamento y gritan como locos, como simios. Disparamos y la oscuridad se come nuestras bullets. No sabemos si acertamos, si matamos siquiera a uno. Gritan más alto, lanzamos morteros, descargamos todo, pero la paura, así le dice Pazzuti, aumenta, nos hace temblar, desde las piernas, hasta las manos con las que empuñamos el M16, y lanzamos morteros, agotamos los cargadores, aventamos luces de bengala. Combatimos contra la selva, contra la nada y la nada nos mata, nos devora. Bueno, ya me desahogué, cambiando de tema (es que, a ti es la única que te digo la verdad, si papás saben esto, yo creo que les da un infarto; les he dicho que todo va bien y que aun no me mandan al frente, que estoy en el headquarter) sí me llegó tu carta; la verdad, me sorprendió mucho que me tomaras en cuenta en tu colegio, para tu tarea de algún personaje que admiraras. Me emociona saber que piensas eso de mí. Y siento que fuiste fiel cuando le dijiste a tus compañeros cómo fue que tuvimos que salir para Estados Unidos, dejándolos a ustedes, mi otra familia, la otra parte de mi costado, mis raíces: american dream. Well, me despido, dear Sofía, justo ahora estoy en guardia y no he hecho más que escribirles a ustedes, a mis padres y a Doroty. Si el sargento Simmons se da cuenta, castigo seguro. Te quiero y por favor, no olvides saludarme a tus papás and your sister.


23 de diciembre de 1968


Sofy, cómo estás. Sí recibo tus cartas, pero me es imposible answer you because me cambiaron de compañía y las cosas se han puesto peligrosas acá. De hecho, todos sabemos que Inteligencia militar revisa nuestro correo para detectar espionaje. Te mando un fuerte abrazo, pues en tu last letter me confesaste que tu novio was killed in Tlatelolco, hace dos meses. De verdad, Im so sorry. Comprendo cómo te sientes… ya ves que te había contado que hice somme friends entre el pelotón, pues la semana pasada perdimos a Pazzuti, killer in action, lo llenaron de plomo en una emboscada. Zimmerman y yo montamos la guardia de honor. Sentí que mi alma se desgarró, era especial nuestra friendship, los dos ajenos a América, hijos de inmigrantes (yo, chicano, Pazzuti nació en Palermo) fighting por un país que no es el nuestro. Me pongo a pensar y es como una joke del destino: eran los últimos días de acción, pues Lyndon Johnson ordenó una tregua por Christmas, atrincherarnos en los cuarteles, pero estamos alerta, muy alerta, Chofi, porque a inicios de este año el Vietcong nos golpeó duro: atacaron nuestra embajada en Saigón. La vida aquí its boring; muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a la adrenalina, los disparos y the death que ya la calma no nos satisface. Simmons se las ha arreglado para contrabandear weed y nos la vende como si fuera oro. En tu última carta te noté sorprendida cuando preguntaste, con tus palabras, “tú también fumas esa madre?” y ya te lo he dicho, es lo único que nos tranquiliza y nos hace dormir como babys. Las nightmares son espantosas, como una mano esquelética que nos ahorca o quema. Te voy a contar lo que hizo Marcelo, así se llamaba Pazzuti, días antes de su muerte: se despertó en la madrugada, todo el pelotón dormía, Zimmerman y yo estábamos de guardia, gritaba en italiano, lloraba, lo tuvimos que abrazar entre los dos. Simmons se despertó y le dio un trago de su cantimplora, donde siempre lleva whisky, sólo así he kept calm. Imagínate si el enemigo hubiera andado cerca, nos hubieran masacrado Yo creo que ya presentía su muerte. Cambiando de tema, Sofy, no sería mala idea que cuando toda esta shit termine regrese a México, comprar a little house a las afueras de la city, en Querétaro, no? Y llevarme a Doroty. Te visitaría cada weekend; he escuchado que Army nos da a little compensation por nuestro servicio, i dont know si sea cierto. Me tengo que ir, Sofi, Simmons me encargó encender el carbón para una barbecue, pues nos han traído carne and beer. Luego les escribiré a mis papás y a Doroty, para desearles buenos deseos. Los extraño mucho. Estas fechas me hacen llorar. Sigue escribiendo, ya te dije que sí recibo tus letters. Ojalá le leas a Amanda todo, quisiera escribirle a ella, no quiero que se sienta menospreciada y más porque en medio de la selva me acuerdo de nuestra infancia, de los juegos y las escondidas.

Te quiere, Bernardo.         

10 de marzo de 1969


Hace tiempo que no escribo. Sí me ha llegado todo lo tuyo, también lo de my mom y de Doroty, but i feel me desanimado, cansado, una tristeza permanente. Es casi lo que me has dicho que te pasa a ti desde la muerte de your boyfriend. Primero fue con lo de Pazzuti, vino la Xmas y se me pasó, but hace 10 días, acababa january, justo el 30, a un año de la Ofensiva del Tet, Zimmerman accidentalmente pisó una mina, hubiera sido yo quien volara por el aire, pero de último momento, él se me adelantó (ya te he dicho que en la jungla todos conservan su posición), pues él me rebasó corriendo como hipnotizado, caminé tras él y a pocos pies la explosión me aventó. Me fracturé el brazo y la pierna. I feel bad porque de Zimmerman sólo quedaron sus botas y su casco, toda su carne cayó como rain. Antier vino Simmons a mi room y me felicitó, dijo que iba a ser condecorado, porque la mina era el inicio de todo un field y si no hubiera sido por nosotros, quizá todo el pelotón hubiera muerto; así que me voy a casa. I dont know qué haré cuando vuelva a América, where iré con esta war marca. I think que tú no estás en el mismo caso que yo, porque ni siquiera estuviste ahí ni lo viste morir. En tu carta, la última de enero, me dijiste que estabas tan enamorada que te desgarró the pain, but, a pesar de todo, es como si se hubiera ido de vacaciones a otro país. Es lamentable, sí, que habían decidido casarse este año, but la vida sigue. Y aunque somos de la misma edad, aun tienes mucho camino and you can conocer más boys. Intentalo, just do it.

Love, Berna.

Faltaban dos cartas más. Mi hermana, harta, me devolvió las hojas, “Ay, no. Qué weba. Termínenlas ustedes, yo me voy. Además, ya hasta nos anocheció y, ora que me acuerdo, unas amigas quedaron de llegar a la casa. Si no es que ya están allá”. Mientras revisaba su celular, la curiosidad de una historia inacabada me hizo preguntarle, “¿Entonces no vamos a leer las otras?”, “Para qué, ¿Apoco mi mamá nunca te contó de ese tío lejano?” Intenté recordar y negué.

“Pues como dice, regresó, creo que se casó, se volvió alcohólico y adicto a las drogas, luego se divorció y se suicidó el mismo año en que yo nací, en el 75. Mi mamá dijo que se metió el cañón de una pistola por la boca y sus sesos volaron, así como su amigo ese que dice en la última carta. Creo que tengo a su hijo en Face”.

En un último arrebato hizo bola los amarillentos papeles, los arrojó a una pila de basura que habíamos juntado. La observé y mi cara debió de haber reflejado confusión, porque se excusó, “A ver, qué provecho le podríamos sacar a esas cartas. Ya todos están muertos. Ya no tienen ningún significado”. Se despidió. Aquello que dijo antes de irse causó un silencio incómodo, mi esposa se me acercó para sacarme de ese trance que las palabras duras e insensibles causan. En mis manos sostenía una foto a color: aparecían cuatro uniformados. Encima de las figuras, algún puño ya convertido en hueso, como dijo mi hermana, quizá en medio de la lluvia, las balas o la espesa selva había marcado con bolígrafo letras, como si temiera que el tiempo borrase todo vestigio. El primero, de izquierda a derecha, era un individuo de color, ‘S’, su bigote, como el de las películas de Charles Bronson me trasladó a una época perdida, pisada por las generaciones venideras. Luego seguía un sujeto alto, rubio, con el torso desnudo, una piel blanca, casi pálida, lentes y barba abundante, ‘Z’. A un lado de él, un tipo más bajito que los otros dos, también sin la camisa verde del ejército, traía unas carrilleras cruzadas y sostenía un fusil, con un cigarro en la comisura de sus labios, ‘P’. Finalmente, un soldado que era mi reflejo. Éramos idénticos. Me engañé justificando con ese parentesco natural de los familiares que se brinca el tiempo y el espacio, pero mi esposa lo confirmó, “Hasta está frunciendo la cara como lo haces tú cuando te cala el sol y también es tu misma pose cuando te toman una foto”.

Volteé la fotografía y tardé en descifrar la letra cursiva, “To my dear nephew, lost in the time and through of de years. Saigon, 1969”. Nos miramos y un escalofrío recorrió nuestras espaldas.



Eduardo Rodríguez, quien para cuestiones de creación firma como “Lucas Lucatero”, nació en San Luis Potosí. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letra de la UNAM, donde se tituló con una tesis sobre Juan García Ponce. Ha publicado en varios medios nacionales, como en la revista Punto de partida y en una revista digital colombiana. Actualmente prepara su primer libro de cuentos.

Entrada previa Heil
Esta es la entrada más reciente.