Puedes preguntarle a cualquier chico de la cuadra, nadie se mete con el Amarillo. Ese tipo está zafado, completamente ajeno a ti o a mí; no dice absolutamente nada, no titubea, sólo se mueve rápido como un rayo y ¡pum! te tumba, directito al suelo o al hospital o a la morgue, depende de qué tan bravo esté ese día o de qué le hayas hecho. Acá ya se ha echado, al menos, a cuatro; todos indigentes, drogadictos que quisieron bajarle unas monedas.
¿El Amarillo? Sí, lo conozco, ¡quién no! El hijo de la chingada es un cabrón en serio. Eso sí, respeta a los vecinos, ¡faltaba más! Nunca se ha metido con nadie de acá, no es que el muchacho busque problemas, pero sabe defenderse (como todos, pues).
Una vez, el Amarillo bajó a un asaltante de un camión. Dice que se levantó de su asiento, lo topó de frente, le quitó la pistola y lo bajó de la micro a punta de cachazos. Ahora, siempre carga la fusca a todos lados por si las dudas. La vecindad lo ve como una especie de héroe, pero a mí me da miedo. La otra vez cachó a su hermanita escondida con un compañero de la escuela, atrás de las bombas, seguro se estaban dando sus arrumacos. El tipo, todo tranquilo agarró al chavito del pescuezo y lo sacó de allí. El morro intentó decir algo para defenderse, aclarar que sí quería a la Rosita, pero el Amarillo lo calló al momento. Sacó la pistola, cortó cartucho y apuntó al chamaco. El pobre Santiago hasta se orinó de miedo, desde entonces le decimos el Chistorra.
No me gustaría vivir en el mismo edificio que ese chaval, ni siquiera en la misma vecindad, ¿sabes? Es un escuincle, pero es de cuidado. Lo puedes ver en los ojos. Tiene ojos malos, con una furia escondida detrás de esa indiferencia. Son túneles cuya única luz al final es la de una explosión y ¡aguas! porque ese fuego sí te alcanza. Yo no sé a qué se dedica, pero siempre trae cosas bonitas, ¿entiendes? Se ve que va de aquí para allá, peinado, bañado y arregladito, pero no lo ves de traje, no lo ves salir temprano, ni regresar tarde. Siempre se ve con la misma pinche cara de maldito. ¿Usted qué hace buscando a ese señor? Mejor no se meta en problemas, ¿sí?
¡Ni me menciones a ese hijo de puta! El pendejo se piensa que puede venir a chingar la madre cada que quiere, pero está muy equivocado. Un día de estos lo van a bajar, igualito que él hace con los nuestros. Se la está buscando y la va a encontrar.
El Amarillo. Lo odio.
Ilustración de Georg Baselitz.