por Ricardo González Castillo
a Chet Baker
Tocó el séptimo ángel su trompeta,
el mundo enmudeció por un instante,
cada hombre se detuvo a contemplar,
al unísono, los cielos en ruina,
a la figura celestial en llamas
tomada por un cometa sonoro
que desprendía la melancolía
y toda la tristeza del mundo.
Entre el dolor del castigo divino
los hombres encontraron el consuelo
en cada nota que tocaba el ángel
y las voces de los cielos callaron
y lo adoraron a él, ángel rebelde,
y a la belleza de su sufrimiento.
El ángel no detuvo su caída,
vino a la tierra a sacrificarse,
a deleitar por última vez
a los que, en su música, encontraron
su dolor y su lástima eterna.
Y el ángel cayó ardiendo como estrella
hasta embarrar su bella cara
en alguna calle de Ámsterdam,
dejándolos casi tristes
y envueltos en un silencio profundo.
Hay ángeles que nacieron para caer,
música que surge de la tristeza.
Arte: Detalle de “Ángeles músicos”, Jan Van Eyck