por Ernesto Juárez Rechy
Tuve un amigo al que le gustaba asustarte (…)
y temblabas,
porque no eras digno de su amistad
-ATDI
¿Ha sido la duda quien apareció descuartizada? ¿Se merecía lo que le pasó? ¿Se había vuelto cínica después de haber sido ultrajada? ¿Qué sabemos de ella? ¿Alguien ha investigado cómo era?
¿Se le permitió hablar, expresarse con libertad? ¿O sólo cuando asentía, cuando no nos hacía trastabillar? ¿Sólo cuando falseaba su naturaleza, cuando se presentaba como aliada de la postura asumida?
¿Fue Horkheimer quien mencionó que la religión es impensable sin la duda, y que ha sido la represión de ésta la que originó la agresión? ¿Podría extenderse esto diciendo que la duda formaba parte de la condición humana y que suprimirla ha vuelto más violento al hombre?
¿Cómo la reconstruimos? ¿Qué forma tenía? ¿Era esférica o prismática? ¿Vinimos envueltos a este mundo en ella o la adquirimos? ¿Es posible saber algo sobre ella de manera definitiva?
¿Era la posibilidad de ir a lo que se desconoce o lo era también de desviarse? ¿Quién dijo que “preservar el equilibrio al enfrentarla es tarea de toda una vida”? ¿Importa el dato?
¿Cómo era su presencia? ¿Se adaptaba a nuestra condición y circunstancia? ¿Se trató a toda costa de eliminarla sin averiguar si forma parte del proceso de vida y de conocimiento? ¿Estaba relacionada con la complejidad, la ignorancia, la metodología, el error, la posibilidad y la otredad?
¿Es posible entablar un diálogo sin ella?, ¿a qué se reduce lo que los testigos tienen que decir? ¿a estar de acuerdo? ¿los espacios infinitos se llenan así de uno mismo?, ¿el cosmos no es más que el reflejo de Narciso?
¿Deberíamos aprender a pensar en las grandes interrogantes no sólo como obstáculos que nos ocultan las respuestas, sino también como compañeras de viaje con las que podemos, y debemos, hablar constantemente?
¿Existe tradición sin ella? ¿Y renovación? ¿Se asumen las generaciones más recientes, y las modas, como depositarias de todas las respuestas?, ¿para volver su crítica más aguda, la sintetizan de manera simplona, niegan que sus antecesores hayan podido no sólo abordar el problema sino, incluso, prever las objeciones que pudieran hacérseles? ¿Retomar el pasado en serio es ir hacia atrás? ¿La declaración de superioridad histórica es la ingenuidad exaltándose a sí misma?
¿Escamotean los contemporáneos determinados bienes culturales en nombre del progreso y la verdad? ¿Ocultan que de la totalidad sólo han escogido las partes que les sirven y roban a sus herederos sin remordimientos?
¿Hería la duda a la razón, o al ser humano completo? ¿Se deslizaba por las enfermedades, por la violencia, por el dolor, por el despecho, por la soledad, por la pobreza, como un ladrón en la noche? ¿Era escépticamente soberbia o inclinaba su frente hasta tocar el suelo? ¿Bastaba que el malestar físico persista para dudar de hospitales, de posgrados, de cargos, de presupuestos, de políticas, de reputaciones?
¿Era necesaria para salir de uno mismo, para ampliarse, para aproximarse a lo que no se sólo se intuye? ¿La consideraba esta época una cualidad? ¿Iba a ella sólo como pendiente y no como experiencia?
¿El titubeo era parte de ella? ¿Hay una pista sobre nuestra libertad en las palabras del otro que no entendemos o que nos molestan? ¿La excepción asiente por deferencia? ¿Todo lo que no se ha querido escuchar o atender permanecen como posibilidades de derrumbar las coartadas? ¿Llegaremos a ser justos? ¿Y pueden los justos en su infinita sabiduría considerar todos los factores antes de aplastar a alguien con su justicia?
¿El momento actual exige variar la frase sobre cuánta verdad puede aceptar un hombre por cuánta duda puede aceptar un hombre?
¿Dudar de nosotros mismos podría ser un regalo para los demás?
Ernesto Juárez Rechy (Xalapa, Veracruz). Estudió Lengua y Literatura Españolas en la Universidad Veracruzana y ha trabajado como corrector de estilo. Actualmente estudia un doctorado en Literatura en la Universidad del Estado de Michigan.
Arte: “Mahoning”, Franz Kline