“La máquina del orgasmo infinito” o del posmemismo supramágico


Cuando llegó el pdf de La máquina del orgasmo infinito a la bandeja de entrada de la revista, en un principio creímos que se habían equivocado y nos habían confundido con otro destinatario, hasta que, claro, Google y las primeras páginas del archivo nos dieron la respuesta. Cuando Dan, del Comité Intergaláctico Marabuntiano, dijo que se trataba de una obra de corte de ciencia ficción me aventuré y acepté escribir una reseña.

Desde el título se intuyen algunas pistas de lo que podría tratar el libro y, desde luego, genera curiosidad y morbo. A lo largo de los cuatro textos que componen La máquina del orgasmo infinito nos encontramos con situaciones de erotismo desbordante, personajes extraordinarios en circunstancias inverosímiles y máquinas inimaginables, pero también emociones tan humanas como la envidia, el amor, el miedo y la furia.

Lo que nos propone esta antología de cuatro relatos es la contemplación de una sociedad corrompida, llena de personajes grotescos que son el resultado de sus propios vicios y también de un sistema apabullante; son la analogía exacerbada de nuestras propias circunstancias. Pienso, por ejemplo, en Armando Gutiérrez y Susana Figueroa del cuento que le da nombre al libro y cuyo trabajo los obliga a enfrentarse con tal de preservar sus puestos en la empresa. Ella está dispuesta a todo con tal de seguir con su labor para investigar, aprovechando la tecnología que resguarda su laboratorio, una cura a la enfermedad que padece. Por otro lado, al inicio nos encontramos en una situación donde los trabajadores lidian con su propio egoísmo, la envidia, la ira que se desborda en el deseo de matar y fantasear con las maneras de hacerlo. Este tópico lo encontraremos a lo largo del libro: siempre hay una pulsión que lleva a los personajes a exhibir sus pensamientos más oscuros, a mostrarlos en escena; arranques emocionales, pulsiones que en la sociedad se pretenden esconder, aquí las vemos en un ejercicio literario que se desnuda del pudor, canta a la obscenidad y baila con los personajes que no necesitan de ese recato para ser felices o al menos soportar su propia miseria. “Él solo pestañeaba de corrido, su camisa transparentaba sudor, pensaba en el modo en que mataría a Alfredo, tal vez le haría un tajo en el vientre, haría caer sus vísceras a una pecera con pirañas, trasmitiría el acto para los millones de usuarios de cosmonet”, leemos en el primer relato, mientras que en otro, entre serenidad y arrepentimiento: “[…] no quería que Petronila muriera como las otras dos mujeres, en realidad tampoco había querido matar a estas últimas, tal vez solo silenciarlas o desaparecerlas, aunque al final era lo mismo, lo mejor era no hacerse más preguntas, ya no había forma de que lo perjudiquen, seguiría teniendo sus trabajos, su fama […]”.

El mundo empresarial o corporativo es otro personaje, quizá más una suerte de entidad, que atraviesa la obra. En todo momento nos encontramos con oficinistas, trabajadores y marcas. De entre todos, hay uno que sobresale, a pesar de presentarse de manera pasiva por no ser propiamente un protagonista de las historias, aunque sirve como ancla entre las ficciones a un mismo universo: Brown Machine Inc, una empresa encargada del desarrollo tecnológico y despreocupada por los efectos colaterales de sus investigaciones, mismos que son tomados a la ligera e, incluso, aceptados por los usuarios afectados. Tal es el caso de las “gotas-neuro-relajantes”, cuyo uso prolongado “origina el desarrollo de un parásito en el estómago. Este ser crece alimentándose de los jugos gástricos hasta adquirir la fuerza suficiente para emerger al mundo…”. El Director de la empresa, fiel cliente de Brown Machine Inc, al saber la noticia se toca el abdomen con ternura y le pide al Secretario que cante; el gesto podría funcionar como una ironía llevada hasta el extremo del beneplácito que los consumidores le otorgan a los productos dañinos y aún así su uso no disminuye. No basta mencionar nombres o marcas ustedes ya imaginarán muchas de ellas.

Sin embargo, quizá visto desde un punto de vista más hedonista, ¿qué más se puede hacer sino disfrutar la vida antes de morir? ¿No es acaso el orgasmo también un goce, una satisfacción llevada al límite? Cosa que parecieran hacer constantemente los personajes: disfrutar. Sólo que aquí estaríamos con un caso diferente, ya que el producto es una especie de ansiolítico; ahora bien, ¿es necesario hablar de las farmacéuticas como las grandes corporaciones millonarias que le ponen precio a productos a los cuales miles de personas no pueden tener acceso? ¿Los efectos secundarios que muchos fármacos generan en los pacientes tras un uso prolongado? Creo que hay preguntas para aventar al cielo, pero esto dejaría de ser una reseña.

De esta manera podemos ver cómo La máquina del orgasmo infinito es un trabajo literario repleto de ironía y caricaturización. Pienso en dos casos más: Fredo, personaje que le da nombre al relato, que es un hombre consagrado por los medios de comunicación y las redes sociales, y al que le podemos encontrar gran relación con muchos influencers u opinólogos que buscan predicar doctrinas, gente “bien” detrás de lo que escribe, pero a la menor provocación salen de su personaje y dejan ver su verdadero rostro. El segundo ejemplo es “Vargas Yosa”, y creo que él se explica por sí mismo. Quedan, lectores, advertidos: inmiscuirse entre las páginas de La máquina del orgasmo infinito es un viaje entre escenas surreales y personajes que pueden hacerle una que otra propuesta indecorosa (o muchas).

La máquina del orgasmo infinito
Julio Meza Díaz
Ediciones Periféricas
2021

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