Estertores: artefactos literarios (I)


"I Wish You the Sunshine of Tomorrow", de Jennifer Rodgers

a papá

 

Goodbye my past
Here comes a vague taste
Of bitter future
Bitter future
Very strange taste

Motorama

 

“Ascitis”

Ascitis es una palabra que significa a su vez angustia, pérdida e impotencia; que quiere decir también preocupación de día, de noche y llorar de manera desconsolada.
Uno no la aprende ni en el diccionario ni en la universidad, sino a la mala, cuando está por reventar las entrañas.

 

“Diagnóstico”

Los médicos dicen que es agua
embotada, agua
que no fluye, que
se estanca, líquido
acumulado, sin brotar, que
se queda y
aumenta, que
atrofia la entraña, se
hincha, que ahoga por
dentro, linfa
turbia, ciénaga de aguas
negras, putrefactas, estáticas,
zumo de
víscera,
empantanado,
pero nosotros sabemos
que es más como un grito sordo
un mal sueño
un trago amargo,
herida punzante,
supimos ya tarde
que era un punto de no retorno
la última despedida de ahora y a la hora de nuestra muerte.

 

“El día más feliz del mundo”

Hace mucho dejé de creer en el destino.
No así en las ironías de la vida, jugarretas que obedecen a un humor retorcido, como que papá agonizara durante el día más feliz del mundo.
Obstinado y necio, como siempre fue, se negó a morir el último día del padre que conoció. Decidió no hacer nada importante ese domingo y esperar diez minutos después de la fecha para despedirse con un espasmo ahogado.
El día más feliz yo fui el hombre más triste del mundo.
Había que mantener un equilibrio cósmico.

 

“Amarillo”

Nos dijeron que el sol es amarillo, los dientes de león, los atuendos para vestir en primavera y el té para calmar los nervios; los lugares comunes en los poemas para hablar de júbilo, la palabra fortuna, los anuncios de gente sonriente celebrando el yellow day (el día más feliz del mundo), algunas carcajadas y los envoltorios caros de regalo que se usan en las tiendas de autoservicio mientras suena una canción de Coldplay.
¿Cuál era tu color favorito?
Eran amarillos los fantasmitas de la carretera que se iluminaban cuando nos llevabas a Tonatico, tu pueblo; los rayitos de luz que se filtraban al amanecer por entre las tejas rotas en la casa ancestral de la plazuela.
Los canarios, los arrayanes, las guayabas.
El gris era el color que menos te gustaba porque te recordaba el lúgubre de los ataúdes.
La luz preventiva de los semáforos a medianoche, expectante, las señales de alerta, la idea de precaución y los gritos de cuidado; tu piel a finales de mayo, tus ojos por debajo de tus párpados, el dolor y la incomodidad de los tubos que te conectaron a mediados de junio, los espasmos por falta de oxígeno, tú. Nos dijeron que el amarillo es un color cálido, pero en la sala de urgencias me calaba los huesos.
El amarillo no es el color de la alegría, sino la alarma de que la muerte está cerca.

Entrada previa Qué diablo más pendejo
Siguiente entrada El chamánico grito del vaquero