Cuentas sin saldar


por Valdo Arciga


A las ocho de la noche llegué a mi casa, el plan era recostarme y ver una película hasta agarrar sueño y quedarme dormido, sin embargo, recibí una llamada de mi novia. Estaba muy alterada.

—¡Está aquí! ¡Estoy segura que está aquí! —dijo.

—¿Quién?, ¿de qué hablas, Abril?

—Mi exnovio… Tengo miedo.

—¿Cómo? ¿Beto?

—Sí, tengo mucho miedo.

—Ahorita voy. Enciérrate y no salgas para nada. Llama a una patrulla.

Ella lloraba y pedía que no colgara, pero la convencí diciéndole que no tardaría mucho en llegar. Tomé las llaves de la moto, el casco, una llave Stillson y salí hacia la casa de Abril.

En el camino no pude evitar pensar en qué le podría hacer Beto a Abril. Él fue su novio por cinco años. Dicen que no es bueno hablar de los exnovios en una cita con la nueva pareja, sin embargo, después de un tiempo la comprendí. Una vez, mientras íbamos caminando por la calzada, me explicó algo sobre su exnovio: «Acabo de ver a mi ex», dijo y mi primera reacción fue molestarme, si eso me sucediera a mí y si mi ex y yo hubiéramos quedado en buenos términos solo la saludaría, y si Abril preguntara yo contestaría «una amiga», para después seguir caminando. No es necesaria más información. Pero después, sin que yo lo pidiera, continuó explicando.

«Estuvimos juntos cinco años —dijo aquella vez—. Lo conocí en la prepa, en ese entonces estaba muy deprimida, nada que no se le pueda achacar a la edad. Él me animaba, podría decir que me sacó de ese pozo, pero luego, cuando entré a la Facultad de Derecho, se molestó porque creyó que ambos entraríamos a la de Filosofía. Esa vez le dije que debía pensar en mi propio futuro y no solo en el suyo. Desde entonces fueron muchas peleas hasta que decidí terminar esa relación».

Eso aseguraba ella, y me pareció algo totalmente normal. ¿Por qué me preocuparía por algo así? Los celos son comunes, molestarse por eso sería como molestarse porque el semáforo se puso en rojo: no se ganaría nada en absoluto.

Intenté rebasar un auto, pero este aceleró de repente. Cuando pasé por Soriana, recordé la otra ocasión en que mi novia dijo haber visto a Beto, su exnovio. Esa vez Abril presionó fuerte mi brazo, pues, según ella, él la estaba observando. Cuando me lo contó, respondí molesto. «Bueno, ¿y qué tiene? ¿Sigues pensando en él o qué?», dije. «No es eso, es que no te he contado todo», respondió ella. «Pues cuéntamelo, ¿no me tienes confianza o qué?», reconozco que mi actitud estaba muy lejos de ser empática, pero realmente sentía un pinchazo en el orgullo cuando ella se ponía así de rara, lo peor es que cuando ella aseguraba sobre la presencia de su exnovio, yo nunca lo podía ubicar. Luego me explicó que su ex había pasado por un proceso de transformación que lo alejaba cada vez más de la realidad. Me dijo algo más o menos así:

«Beto era cariñoso, espero que no te molestes por esto que digo, pero es verdad. Me trataba bien, luego empezó a sentirse celoso. No creo recordar cuándo o por qué inició, solo sé que un día discutió muy fuerte conmigo. Dijo que yo era una puta infiel, y todo porque tuve que ir a entregar un trabajo al maestro de Civil. Beto se ofreció a acompañarme, pero le dije que no era necesario, parecía que lo había tomado con calma, pero cuando pasó a mi casa me aventó el control de la tele y logré esquivarlo, aunque rompió un espejo. Lo bueno es que no estaba mi mamá.

»Al día siguiente se disculpó y yo le creí. Se veía arrepentido. Dijo no desconfiar de mí, sino del maestro. Todo fue normal por un tiempo, pero un día, sin más, se molestó y dejó de hablarme. Íbamos saliendo del cine. Todo el camino se fue molesto, callado, por más que le hablaba de la película, él ni siquiera me contestaba, resulta que fue hasta que estuvimos dentro del coche que explotó. Le había molestado que viera a Ryan Reynolds. Dijo que era muy superficial por verlo así. Me reclamó porque él no era musculoso como el actor.

»Así pasó muchas veces, pero para no hacértela larga, él me invitó un día a su casa. Para ese entonces las peleas eran constantes. Discutimos porque no me gustaba que me hiciera tantas preguntas, ya sabes, cosas como ¿dónde estás? ¿A qué hora regresas? ¿Con quién estas? ¿Por qué no me has contestado?, se molestó mucho y arrojó mi teléfono a la pared. Le reclamé y le solté una cachetada, él respondió con un puñetazo a la cara. Me tiró al suelo y me dio una patada en el vientre. Me fui llorando, mientras él se quedó bufando en la silla. Días después me llamó varias veces, y no le contestaba. Fue a mi casa y estuvo esperándome afuera hasta que decidí salir. Me dijo que no pensaba dejar las cosas así y que no se me ocurriera jugarle chueco con que ya tenía a alguien más en mi vida. Le dije que él y yo no éramos nada y que no debía preocuparle eso, entonces fue cuando me gritó una frase que aún me da miedo: “Si te llego a ver con alguien más, te voy a matar, no me importa nada. Te mato”. Por eso la primera vez que lo vimos en la calzada, no dormí».

Me sentí mal por haberme molestado. Le pedí me disculpara. Pregunté quién era el tipo, pero dijo que ya no estaba.

En los últimos días, Abril ha estado muy nerviosa. Dice que lo ve muy seguido, que sabe que está ahí, le pide a su mamá que la acompañe a tomar la combi. No sale por la noche ni por la madrugada. Este fin de semana su madre salió a un viaje del trabajo y Abril creyó podérselas apañar sola, sin embargo, me llamó para decirme que Beto había entrado a su casa.

Cuando estaba a punto de llegar, mis nervios se incrementaron. Sentía como si palpitara todo mi cuerpo. Una punzada en el estómago me sorprendió al pensar que quizá el tipo le había hecho algo a Abril.

 Cuando llegué a su casa, advertí que no había ninguna patrulla todavía, pero la puerta de la entrada estaba abierta. Llamé por teléfono a Abril. El teléfono eternizó el tono de espera, luego contestó mi novia.

—Ho… hola.

—Estoy afuera, voy a entrar, no te alarmes.

Saqué la llave Stillson de mi mochila. Las luces de la planta baja estaban apagadas. Entré de la forma más silenciosa que pude. Escuché que alguien recorría una silla y me volví hacia el comedor. Quise encender la luz, pero alguien me empujó por la espalda. Caí. No había nadie, o por lo menos no vi a nadie. Luego observé cómo la Stillson fue hacia mí de forma violenta, como si la hubiesen aventado desde un rincón de la casa, y esta encontró camino en mi pierna. Chillé. Sentía el muslo deshecho. Luego se azotó la puerta de la entrada. Como pude, me levanté y cojeando me dirigí hacia la planta alta. Ya no sufrí más ataques. Cuando hube llegado a la parte de arriba noté que del cuarto de Abril, por el quicio de la puerta, salía una luz amarilla.

—Abril, soy yo. Voy a encender la luz —dije mientras seguía quejándome del dolor. Al encenderla, advertí que en la puerta estaba escrito con labial «TE VOY A MATAR PERRA». Abril me abrió y se sobresaltó al ver su puerta.

—¿Qué pasó?

—No sé.

Mi pierna me dolía, aunque en realidad no se me había roto un hueso ni nada. Lleve a Abril a mi casa. Ni siquiera cerramos.  Le di mi casco, subimos a la moto y nos fuimos. En más de una ocasión escuché cómo ella suspiraba.

Ya una vez en mi casa nos acomodamos en el sillón y puse una película. Ella trataba de concentrarse en Lilo y Stitch, pero no pude evitar devolverla a la realidad.

—¿Cuál es el nombre completo de Beto? —pregunté— Deberíamos presentar la denuncia, pero quisiera saber quién es exactamente, no podemos equivocarnos.

—Creo que se llamaba Roberto Cruz, del segundo apellido no estoy muy segura.

Busqué al tipo en Facebook. Encontré varios perfiles. Le pedí a Abril que me señalara de cuál se trataba y ella sugirió al tercero de la lista.

—Es él —dijo.

Entré a su perfil, el cual no tenía publicaciones recientes, en realidad solo encontré un moño negro que rezaba «hasta pronto» y este se lo había publicado otra persona.

Busqué el nombre del chico en Google y me topé una nota del portal de noticias Morelia Actual:

«… el joven fue hallado en su cuarto, al parecer este se cortó las venas. Se ignoran los motivos por los que el hombre identificado como Roberto C. A. cometiera dicho acto (…)».

Sentí como si un hielo pasara por mi espalda. Me volví hacia mi novia y luego se apagó la televisión. En el reflejo de la tele, noté que alguien más se encontraba sobre el sillón junto a Abril, mirándola fijamente.



Oswaldo Arciga, o simplemente Valdo, es autor de Pasiones y de Ortografía para gente con prisa; lector empedernido y maestro de creación literaria en la UNLA. Nacido en Morelia y peleado con los poetas locales, sin que ellos lo sepan, lamentablemente.

Arte: Fotograma de Pulse (2001, dir. Kiyoshi Kurosawa)

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