Nihilismo cúbico


por Zura


Aparezco de la nada. Miro a mi alrededor. Golpeo madera con un puño. Cae la roca. Y vuelta a empezar. Según dicen, hace ya casi doscientos cincuenta años, gentes de lejanas tierras cortaron cabezas en nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad del género humano (excepto la de mujeres, negros, esclavos… Oxímoron nada desdeñable). Al parecer, gentes de lejanas ideas han convertido aquellos logos revolucionarios en proclamas comerciales, y estos a su vez han devenido en meme[1]. Hay quien cree ir de moderno repitiendo consignas de Goebbels, y hay quien tilda de comunismo (como si ello fuera un insulto) a compañeros suyos de gobierno[2] (cambiachaquetas y neoliberales como el que más). Sin embargo y pese a todo, aquí y allá ocurre un fenómeno curioso: pareciera que teniendo demasiada libertad nos agobiamos.

Minecraft es un juego fascinante. En él, básicamente se puede hacer cualquier cosa. Desde echar una tranquila partida en la que vives en un campo idílico junto a animales silvestres, hasta crear una especie de computadora funcional[3], una reproducción de la Tierra a escala 1:1[4] o una recreación de La noche estrellada de Van Gogh[5]. Podría seguir con una lista interminable y creo que ni así llegaría a reflejar la potencialidad que posee el juego. Miles de cosas pueden realizarse en esta obra y, en cambio, yo no sé qué hacer en ella. Mi partida media suele suceder de la siguiente forma: adquiero los recursos básicos, exploro un poco hasta que encuentro un sitio bonito donde construir la “base de mis sueños”, mino un rato y, con suerte, llego a adentrarme en la dimensión del Nether. Me abrumo. Cae la roca. Creo una partida nueva. Y vuelta a empezar: Aparezco de la nada. Miro a mi alrededor. Golpeo madera con un puño.

Conseguí que mis padres me compraran el juego allá por el lejano 2012. Casi la mitad de mi vida jugando de manera esporádica a este título y, no obstante, creo haber vencido al dragón del End (considerado el jefe final del juego) tan solo un par de veces. Y no es por falta de habilidad (diría que he completado obras más exigentes a lo largo de mi vida) ni de imaginación. Si de algo me enorgullezco, es de haber aprendido algo de arquitectura gracias a este juego, pasando de realizar meras estructuras cúbicas a algo que por lo menos no sea grotesco a la vista. Tampoco es por falta de interés. No sé cuántas partidas distintas habré iniciado (una por cada gran actualización, al menos), ya sea en modo supervivencia, hardcore, con mods o mapas creados por otros jugadores (la de CTM’s que habré jugado y la de pocos que habré terminado). Hace unos días probé a jugar con el pack de mods Crucial2 y, la verdad, estoy disfrutando como un enano. Hay tantas novedades que casi parece una secuela.

Sin embargo, tanto contenido me abruma. Hay tantas cosas que hacer, tantas cosas que ver, tantas posibilidades que explorar… que al final casi nunca hago nada. Me dedico a vagar por el mundo, soñando e imaginando lo bien que iría un puente por allí o lo bonito que sería tal construcción por acá. Pero a la hora de la verdad, cuando estoy delante de la pantalla, igual que cuando estoy delante del papel sin saber qué escribir, me bloqueo. Pareciera que la infinitud converge en el cero. ¿A esto se refiere Derrida cuando niega la imposibilidad de interpretar cualquier mensaje?

El juego no tiene historia al uso. Ciertamente, posee algo de historia ambiental y una línea de progreso ideal, pero a partir de ello, todo es narrativa emergente. En eso es como la vida. Nada guía de un principio a un fin. Nada está diseñado para provocar un relato que tenga sentido. El sentido, si es que tiene alguno, lo damos nosotros, jugadores, que, igual que en la vida y a diferencia de otros medios artísticos, somos eminentemente sujeto activo, agente del cambio. Algunos discutirán (y bien discutido, pues en mucho estoy de acuerdo) que toda obra artística requiere de una participación activa por parte del receptor. Es cierto. De nada sirve estar media hora delante del retrete de Duchamp si no ponemos de nuestra parte. Sólo vamos a ver basura. Pero el significado está ahí, quizás inaccesible sin un conocimiento contextual previo y sin una actividad hermenéutica por parte del sujeto, pero presente de principio a fin. En cambio, si el jugador no toca nada al comenzar un juego, nada ocurrirá, y el significado (llámenlo esencia quienes quieran) ni siquiera habrá podido hacer acto de presencia. El videojuego necesita de un jugador que lo complete (o que por lo menos lo recorra) para que el sentido pueda ser generado.

Posiblemente diría Camus que, como un Sísifo moderno, experimentamos la libertad en Minecraft al encontrar el primer diamante, al construir la primera casa en condiciones, o al finalizar cualquier otro proyecto que tuviéramos entre manos; solo para, tras un efímero instante, perder la roca y tener que volver a empezar: ir a por el siguiente proyecto, conseguir más ítems, descubrir cosas nuevas, poseer el mundo de nuestro alrededor. No obstante, ¿no podemos permanecer en ese estado por más tiempo? ¿No se puede acaso disfrutar de la mera contemplación de un trabajo bien realizado? ¿Es siquiera necesario trabajar? ¿No se puede encontrar la felicidad en ser y estar a la par con el mundo que nos rodea? ¿No será que no hacemos sino trasladar las lógicas inconscientes que hemos aprendido en cualquier objeto que nos brinde la oportunidad? En un juego que ofrece (o al menos lo intenta) la completa libertad, ¿por qué nos dedicamos a crear mercados y sistemas monetarios, a maximizar la obtención de recursos, y a expoliar todo a nuestro paso?

Minecraft (como la vida), expone a uno al filo del abismo, del sinsentido de la existencia, aunque desde un espacio seguro (a diferencia de la vida). Quizás sea un buen sitio desde el cual aprender a vivir, a combatir el spleen existencial y a desarrollar herramientas eficaces para continuar vivos en el día a día. Quizás sea un espacio de ficción posible desde el cual observar los sinsentidos de la realidad, y desde el cual pensar y desarrollar comunas, soviets, contrahegemonías y relaciones sociales nuevas. O quizás sólo sea un juego para niños. Aunque esto último, la verdad, no lo creo.

Zura


Notas

[1] Liberté, Égalité, Corteinglé”: los ‘memes’ del ‘cuadro’ francés en las calles de Madrid (30/ 3/ 2021); del periódico ‘El Español’.

[2] El PP acusa de comunista y llama “tonto útil” al líder de C’s en Castilla-La Mancha (27/ 10/ 2015); del periódico ‘CLM’.

[3] Crean un procesador de 8 bits y 1 Hz jugando a Minecraft: CHUNGUS 2; de la plataforma ‘Hardzone’.

[4] Más de 14.000 jugadores están recreando la Tierra en Minecraft a escala 1:1 y usando datos de Google Maps; de la plataforma ‘Vida Extra’.

[5] Recrean ‘La noche estrellada’ de Vincent Van Gogh en Minecraft; de la plataforma ‘Vandal’.



Zura: especie de paloma silvestre en español, y de misma raíz que revolución en árabe (ثورة). Heterónimo de Eduardo Ruiz de Aguiar. Graduado en Literatura General y Comparada. Actualmente, estudiando narrativa y videojuegos. Artista multidisciplinario. Crítico. Actor.

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