Comentario editorial [Aguas locas de historia mexicana, Año 7, Núm. 20]


Una vez que todos nos hemos atascado de bacalao recalentado y nos hemos peleado a muerte por los terrenos de la abuela como cada temporada festiva, llegamos al término de un año más, un momento tradicionalmente muy propicio para la reflexión y la consideración de lo que ha pasado en los doce meses previos, lo que hemos hecho bien o mal y las diferentes formas de alterar el rumbo que se nos presentan. ¿Pero qué pasa si llevamos esta mirada más allá? Si además de prometernos hacer dieta o preguntarnos qué tal nos iría en OnlyFans también consideramos las raíces y las posibilidades a futuro de nuestra condición colectiva, nuestro estar grupal en el mundo. Si nos preguntamos cómo y por qué llegamos a ser lo que somos, por qué siempre parecemos tropezar con la misma piedra y si acaso intuimos un modo de cambiar las cosas. Esta perspectiva se llama Historia.

En términos de historia, el año que terminó fue uno de gran interés para México, tanto en las efemérides como en el presente. Pocos países pueden presumir (¿?) cual México de tener una historia forjada casi exclusivamente a punta de madrazos físicos y morales, y 2021 marcó importantes aniversarios para ciertos nodos vitales de nuestro violento ADN. A saber, se cumplieron 500 años de la caída de Tenochtitlan, 200 años de la consumación de la Independencia y 100 años de… bueno, 100 años de que la revolución todavía seguía allí dando lata. ¿Y cómo pasamos el año? Pues peleando en tuiter con españoles que, medio milenio después, siguen sin comprender que el genocidio cultural de la conquista no estuvo tan padre; peleándonos entre nosotros por la construcción de un aeropuerto llamado Felipe Ángeles; quitando estatuas de Colón de nuestras glorietas y debatiendo por enésima vez si Iturbide fue el verdadero padre de la patria o simplemente otro pinche güero oportunista.

Y es que las batallas de la historia nunca terminan de ganarse o de perderse: se disputan a diario en los campos de la identidad, la memoria y la tradición.

Es por eso que la Marabunta decidió dedicarle su vigésimo número a este mazacote de problemas que llamamos “Historia mexicana”, dejando claro que la idea no era que vinieran purxs cñorxs historiadores del COLMEX a explicarnos las fluctuaciones en la cosecha de maíz en la zona de Ocosingo de 1819 a 1826 con 74 notas al pie de página. O sea, si alguno quería hacerlo igual estaba chido, pero el objetivo principal era la búsqueda de textos creativos e involucrados, donde se notase la insidia con la cual los filamentos del pasado se entretejen con quienes somos hoy, ya sea como personas, como cultura o como ese ente tan complicado y estorboso que dice llamarse Nación.

Como siempre, su respuesta nos sorprendió. La verdad sea dicha, las hormigas editoras esperábamos un montón de ensayos personales y académicos, pero ustedes más bien se decidieron por la reimaginación y la metaficción como medios para explorar las diversas continuidades incómodas entre pasado, presente y futuro. Los textos que encontrarán en este número de Marabunta representan un choque disparatado de culturas y temporalidades, que permite tanto comprender la esencia caótica y dispar de un México construido a través de la destrucción, la brutalidad entre pueblos, lenguajes y cosmovisiones, como sencillamente reírse de un perverso Moctezuma convertido en editor literario o un Quijote intergaláctico nacido en ese lugar de la mancha llamado Tlaxcala.

Así pues, la Marabunta les da la bienvenida a este recorrido multicolor por el pasado: ese lugar que decimos conocer y que creemos ya no habitar, pero que en realidad se forma a cada instante en nuestros propios seres y que decide no sólo dónde vivimos, sino cómo y para qué.

Y en todo caso, ya sin grandilocuencias, nos alegra que este número dé humilde testimonio de que, aunque sea cliché, como México no hay dos (¡y qué bueno!).

¡Ajúa!

 

Arte: Alan Bautista, También los niños jugaban tiro al blanco (2020). Síguelo en Instagram: https://www.instagram.com/alan.bautista.j23/

Entrada previa FOBIAS. ANTOLOGÍA DE MINIFICCIONES DEL CONCURSO CUENTOBER 2021
Siguiente entrada Cienguerras