Quienes pasamos por la niñez durante los noventa estamos más que familiarizados con el fenómeno mediático de las Tortugas Ninja: figuras de juguete, fiestas de cumpleaños temáticas, películas y hasta el boom de la pizza en México, me consta, son consecuencia del fanatismo de los infantes por una caricatura cuyos protagonistas eran cuatro tortugas humanoides entrenadas para ser ninjas, que tenían nombres artistas del Renacimiento. Cada personaje estaba creado a partir de un estereotipo de la adolescencia: Donatello, el nerd; al antisocial Rafael, quien tenía un conflicto perpetuo con Leonardo, el introvertido pero responsable líder; y para completar el grupo, un relajo andante llamado Miguel Ángel.
Lo que, quizá, pocos saben es que este glorioso absurdo está basado en el cómic Teenage Mutant Ninja Turtles (o TMNT) creado por Kevin Eastman y Peter Laird en 1984 que retomaba en términos de parodia algunos elementos de las mejores historietas de su tiempo; como por ejemplo, ese monumento que es el Daredevil de Frank Miller. Así, la sustancia química que dio origen a las Tortugas Ninja fue tirada a las alcantarillas debido a que dejó ciego a un niño. Además, los antagonistas de la historia son el Clan Foot (Clan del Pie), referencia a The Hand (La Mano), enemigos jurados de Daredevil.
El cómic pasó por diversos equipos creativos y varias editoriales; de modo que el tono violento en blanco y negro del principio fue suplantado por una estética más amigable, complaciente con las expectativas del mainstream. Por cierto que los títulos Action Comics (donde surge Superman) (1938) y, en menor medida, Fantastic Four (1962) pasaron por una domesticación similar.
Durante ese proceso el concepto TMNT dio origen a un gigante multimedios del cual se desprende la caricatura que sirve de inspiración a Tortugas Ninja 2: Fuera de las Sombras. Los responsables de esta película, conscientes de la materia prima con la que trabajan (ninja tortugas adolescentes mutantes), evitan cualquier intento infructífero de modificar algún elemento de la trama para darle mayor verosimilitud o “madurez”, sino que presentan el concepto tal cual es. El mayor problema con dejar las cosas tal como están es que el humor de la caricaturas de los noventa carece de vigencia. Los niños del siglo XXI ya han visto mejores cosas y los mayores probablemente se preguntarán cómo es que en algún momento les gustó esto. Por si fuera poco, el director Dave Green, de la escuela de Michael Bay, satura el tercer acto con efectos especiales que lejos de emocionar, aburren por su poco creativo uso.
La segunda entrega de Tortugas Ninja resulta mejor que su antecesora, aunque eso no es un gran logro. Es una película sólo recomendable para los fans de hueso colorado, aquellos cuyas infancias quedaron marcadas por estos personajes. De no ser ése el caso, quizá valga más la pena checar las interesantes propuestas del cine de terror, como The VVitch o El Conjuro 2.