Réquiem polifónico por Occidente de Augusto Zamora, o una de “profecías” que sí se cumplen


por César Albatros


Decir hoy que el mundo se encuentra al borde de un precipicio bélico de proporciones catastróficas parece razonable y hasta obvio. Expresarlo hace seis años sonaba poco menos que alarmista. Por eso, cuando apareció Réquiem polifónico por Occidente (Akal, 2018), del nicaragüense Augusto Zamora Rodríguez, el libro pasó casi de noche entre el gran público de nuestro país, que parecía más propenso a tragar sin hacer gestos las diatribas antichinas y antirrusas que ya atiborraban las novedades editoriales. Si bien en ese entonces se hallaban todos los elementos sobre la mesa para pensar en un conflicto mundial en ciernes, lo viable de esta posibilidad aún no era incontestable. En aquel momento, Rusia no era el “apestado” en que se convirtió actualmente y participaba de manera decisiva en el “concierto de las naciones”, tan es así que el mundial de futbol (ese suculento botín de corrupción y lucro con el que se indigestan las multinacionales) se jugó ese año en aquel país. De igual forma, la aberración que ahora vemos perpetrada por el Estado de Israel mantenía su usual cariz asesino pero “proporcionado”.

De tal suerte, afirmar sin ambages: “EEUU, Rusia y China viven una paz armada que, en la próxima década, será menos paz y más armada” incitaba a las suspicacias más condescendientes y a los juicios que veían esto como mero sensacionalismo. Nada más lejano a la realidad que ahora nos golpea directo en la cara. También, nada más lejos de lo planteado por Zamora en aquel momento. Y es que el nicaragüense es una eminencia del análisis geopolítico en nuestro idioma, que si en un acto de “profetismo” denodado enunció que “[l]a disputa por Ucrania entre la OTAN y Rusia podría ser la mecha del conflicto armado”, lo hacía con todos los pelos de la burra en la mano. Una afirmación así, para los no iniciados, podría pasar por una “predicción” que de manera azarosa resultó atinada. No obstante, dicho acierto no nacía de ningún tarot o de mancia alguna, sino del apoyo estricto en fuentes directas, en hechos, en declaraciones de altos funcionarios gubernamentales y militares, así como en el análisis perspicaz de todo lo anterior.

Pero el dechado analítico de Zamora —formidable a la hora de comparar armamentos y estrategias, de pronosticar y ofrecer escenarios, así como de dibujar posibles líneas de acción— jamás se ve opacado por un lenguaje de especialista ni por lo soporífero y erosionado que puede llegar a ser el lenguaje político. Al contrario, lo que domina la prosa de Zamora es un estilo sardónico y desenvuelto, que a más de alguno le provocará agruras y a otros tantos extrañeza o desagrado, pero seguro, a muchos más, un entusiasmo propio de quien encuentra algo único por irreverente. Lo anterior se debe a que el autor centroamericano habla con toda ligereza sobre las amenzas a la existencia social y civilizatoria como quien chacharea con sus amigos en unas cervezas dominicales pospartido. El tono cáustico, amargo por momentos, es propio de quien ve la verdad de frente y no la rehuye. No le hacen falta rigor ni datos, pero lo desenfadado de su estilo proviene de la erudición, del dominio y de lo cómodo que se siente al abordar su materia, pues lo mismo cita a Sun Tzu, a Tucídides, a Clausewitz o a Mackinder, que a la Biblia, a producciones hollywoodenses de renombre y a las revistas más especializadas en el ámbito militar y geoestratégico.

El libro, en síntesis, aborda todos los poros tapados e infectados de la civilización humana. Comienza con la cantada liza bifronte entre Estados Unidos y Europa en contra de China y Rusia; sigue por “el último reino cruzado”, como acertadamente nombra al frankensteiniano Estado de Israel; pasa por la hosca y mortífera relación entre las dos coreas; se adentra en la enmarañada y tensa pugna que mantienen Pakistán e India, así como en el papel fundamental que desempeñará esta última en el futuro; y finaliza con toda la serie de tratados, proyectos e iniciativas que a nivel militar, comercial y político se están dando en Eurasia, los cuales podrían definir, en buena medida, el destino del siglo XXI.

Con este recorrido, Zamora afinaba desde 2018 un réquiem para Occidente, porque sabía desde hace años que la clave para que el mundo no cayera en una espiral de violencia desmedida pasaba por la acción estratégica y soberana de Europa, en su no alineación a los mandatos del amo norteamericano: “No se habla de un conflicto inmediato, sino de uno en ciernes de aquí a diez o quince años. Es decir, tiempo hay para crear las condiciones que permitan evitarlo; una de ellas, la esencial, la independencia europea de EEUU. Si tal no se da, mal seguirán yendo las cosas para la península Europa.” Lamentablemente, con el correr de los años, dicha condición no se cumplió. Europa acudió genuflexa al llamado de su decrépito señor y decantó, casi sin remedio, la suerte del mundo hacia los prolegómenos de un conflicto nada halagador.

Así, la suerte parece echada y a todo literato “responsable” que le dé por abrir de vez en cuando un libro de historia, teoría política, sociología o filosofía, para salpimentar o mostrar sus credenciales en devaneos escriturarios, la obra de Zamora le hará una interpelación categórica. No es por ponerse apocalípticos (o tal vez sí, tal vez el réquiem y las campanas amenazan con ser tocadas para todos), pero al ver un libro de hace seis años cuyas “profecías” no sólo no pierden vigencia, sino que se cumplen una sí y otra también de forma perentoria, uno termina asustado y nervioso, pero también endilgado, aturdido e inquieto. La propuesta para el mundo de las letras es clara: lean a Zamora, no porque con eso de por sí vayamos a parar la guerra venidera o a cambiar el mundo, pero de menos sabremos la causa del réquiem cuando lo toquen frente a nuestro ataúd colectivo.



César Albatros (1990, ex De Efe) es subempleado, pero a veces logra ser desempleado. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Sus intereses se centran en la poesía, el cine, los movimientos revolucionarios y, sobre todo, en no morirse de hambre. Dice que era una de las jóvenes promesas de la literatura, pero se chingó la rodilla.

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2 Comments

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