Por Michael Benítez Ortiz
“Dios también se civiliza”
No sé cuánto tiempo llevo aquí: sentado en una silla que se queja por cargarme con sus patas gangrenadas, en un cuarto iluminado con una bolsa llena de luciérnagas muertas. Escasamente me muevo unos metros a mi cama: el ataúd donde descansan mis pocos sueños. Unos metros más allá está el baño que me une a la ciudad, a sus desechos, a través del retrete. Cuando la pantalla del computador se embriaga con la sangre de mi ausencia, y no puedo leer ninguna letra porque se vuelven sopa, recuerdo que debo comer algo, pues mi alma aún vive encerrada en mi cuerpo, que es como una lata de sardinas… que trago para olvidar mi carne.
De mis amigos y mi novia prefiero no hablar. Anoche soñé que el mundo era un gran cementerio: era de noche, hacía frio, y yo estaba casi desnudo. Corrí desesperado buscando algún semejante y me desperté cuando me di cuenta de que el único muerto era yo.
Hace un año no salgo de mi casa sino exclusivamente a comprar comida enlatada en el supermercado de la esquina. Hace un año que no hago el amor, que no hablo con nadie. He decidido estar solo; se me ha borrado la sombra. Mis amigos son las palabras, y mi favorita, silencio. No tengo miedo. En mis tejas de lata suena el agua jugando con un sapo que entra por la ventana. Un hermoso sapo que sabe mejor que yo del secreto de la lluvia.
Un hermoso sapo… un hermoso sapo que no sabe leer, ni escribir, porque ya es poema. Un hermoso sapo que no se preocupa por el nombre de dios, ni por las sombras atadas a la muerte… ni por enviar espermatozoides por correo electrónico.
“El deseo y las putas baratas”
“Los artistas son una manada de maricas y, tras del hecho, andan sin un peso”. Me gritaba mi papá, insistiendo que estudiara ingeniería. No quiero vagos para mantener, el que pone los pies en el barro del arte se va de culo a la pobreza. Nada de metáforas, chino marica… En el centro hay putas finas y baratas, ambas gordas: las unas en La Piscina, las otras en el Museo Botero… ¿Cuáles serán las caras?
Después de una pequeña conversación con mi hijo que, quizás, luego les cuente. Perdón: antes que todo tengo que contarles los silencios que compartí con mi padre…. ¿O ambas cosas?… Está bien: si por casualidad usted leyó esto de primeras —como haciendo las tareas del colegio—, devuélvase: vuelva a terminar.
Con mi papá nos fuimos de paseo dominguero a los puteaderos del centro. Primero a la 22 con caracas, luego, ya cansados, a la 11 con cuarta. Mi papá seguía insistiéndome que los artistas eran —todos— unos maricas. Estas gordas no nos dicen nada, nada de groserías que nos exciten… pero nos manosean con sus miradas color plata. ¡No, esa plata no! Esta plata: $… Mi papá se cansó de molestar las gordas y nos metimos al burdel del lado: había una exposición de Álvaro Barrios. Pidió una cerveza, nadie se la trajo. Compró, afuera, dos pacas en lata. Ahora le dieron ganas de mear. Mientras se las iba tomando hacía una crítica de arte muy académica: para ver a Superman me hubiera quedado echado en la cama viendo televisión, y si de gordas se trata, ahí tienes a tu…
Viendo la obra El Deseo, con poema de Jaime Jaramillo Escobar incluido, empecé a darle la razón a mi papá… Escucho algo raro, atrás, y de pronto, cuando volteo, lo veo desahogando la vejiga en la obra maestra de Duchamp: ahora sé cuáles son las baratas.
Sobre el autor:
Michael Benítez Ortiz nació en Bogotá en 1991. A los 15 años Judas Priest le salvó la vida a cambio de podrirle el alma. Colombia perdió un ladrón y ganó un poeta. Escribe ebrio de noche como tocando guitarra. Ha ganado varios premios literarios en Colombia, México, Chile, Argentina y España, donde ha publicado sus relatos y poemas. Publicó los libros Bogotrash (Argentina, 2014) y Papeles para leer en el retrete (Colombia, 2014). Pueden escribirle a heavymetalove@hotmail.com; o stalkearlo en https://www.facebook.com/michael.benitez.3994
Sobre el ilustrador: José Luis Herrera Carrasco (PEP) México. Pueden conocer su trabajo en Tumblr, Facebook y escribirle a: Joseherrerailustracion@gmail.com