por Daniel Haro
14 de febrero
Nunca seguí la moda adolescente de injertarse un animal en la lengua. En cambio, mis amigas contribuyeron a la extinción de las pocas mariposas que aún quedaban. Bernardo prefirió una rana, y en los días más intensos de nuestro noviazgo solía pedirme que me llenara la boca de moscas vivas. Fueron tiempos felices, lo admito. Por entonces no se creía que los injertos animales llegarían a ser viables para otras partes del cuerpo además de la lengua. El asunto se tomaba como otra tendencia de quirófano tonta. Tan tonta como debo estarlo yo, por acordarme de Bernardo justo hoy que es San Valentín.
15 de febrero
“¡Humana 100% pura!” dice una manta que cuelga arriba de mí jaula. Los niños se acercan, los más pequeños y los que tienen garras a veces me trepan. La semana pasada vino una niñita a la que sus padres le intercambiaron el torso por el cuerpo de una boa constrictor. Tuvieron que llamar a Seguridad y fueron necesarias varias horas para quitármela de encima.
Sin embargo, y aún con las lesiones que los niños me dejan, me preocupa más que la concurrencia haya bajado en los últimos meses. He estado oyendo tras las rejas de mi jaula los graznidos de mis patrones: quieren intentar nuevas líneas de negocio antes de llevarme al rastro. Uno alega que es importante que yo duerma más tiempo, para ver si así me desmayo menos durante las exhibiciones. El otro, por el contrario, dice que se están desperdiciando las noches, que aún quedan algunos años antes de que me vuelva vieja, y que todavía podría haber por ahí uno que otro humanofílico que pague bien por copular con “la única hembra adulta totalmente humana… ¡Nunca intervenida!”.
3 de marzo
La buena noticia es que no ha habido más incidentes como el de la niña-serpiente. Pero la mala tiene que ver justo con eso: la concurrencia sigue bajando.
Es tarde y tengo hambre. Los hombres buitre que me alimentan no han venido desde la mañana, y les sigue pareciendo gracioso arrojarme carne humana. Los que sí vinieron fueron los hombres rata, para engrasar mi rueda corredora. Hombres buitre y hombres rata insinúan que es importante que mantenga mi figura, “por mi propia supervivencia”. Todos han estado muy ocupados, dejan mi luz encendida hasta muy tarde y ya no parece importarles que escriba por las noches.
Ahora que lo pienso… si escribo es porque aún tengo esperanzas. Esperanzas de que me lea alguien que no tenga encima plumas, escamas o un animal entero pegado a sí, obligado a ser parásito de algo que una vez se llamó “humano”. Solía bastarnos nuestro cuerpo para sentir, el mío me basta tal y como está, y me fue más que suficiente cuando estuve con Bernardo.
Pero luego vino lo de los laboratorios clandestinos, y los rumores (y posterior confirmación) del inesperado efecto que se presenta en el sistema nervioso a los pocos años de injertarse parte o todo el cuerpo de otra especie: una suerte de sensación de bienestar paulatina, de por vida, que no limita facultades físicas ni mentales, sin ningún efecto colateral demostrado. Pronto el asunto pasó de prohibido a aceptable, luego de aceptable a normal… hasta derivar en redadas contra los no intervenidos. La historia es muy larga y no la voy a detallar aquí. Quizá un día se lo cuente todo a alguien en persona, valga toda la ironía de la expresión. Debo mantener esa esperanza en medio de este absurdo. El mismo absurdo de llamar quimeras tanto a las bestias que me mantienen encerrada, como a las ilusiones que me hacen imaginarme libre.
4 de marzo
Anoche al fin pude dormir de corrido. Soñé con Bernardo. Estaba oscuro y no veía su cuerpo, pero sabía que era él por su manera de besar. Todavía no se operaba la lengua. Siempre que lo recuerdo trato de no imaginarme cuál será su apariencia actual, pero la verdad es que nunca lo consigo.
5 de marzo
Un hombre rata me lo contó sin disimular su regocijo: la primera convocatoria para apartar mis servicios copulativos fue un éxito. Esta noche comenzará el primer grupo, compuesto por doce quimeras macho. Uno de ellos vino a pedir informes media hora después de publicado el anuncio, desde entonces ha estado esperando junto a la taquilla, para asegurarse de ser él quien encabece la fila. El hombre rata que lo vio jura que jamás había visto una combinación de injertos más ostentosa: alas de halcón, una serpiente haciendo las veces de cola… dice además que aunque la quimera conserva brazos y piernas humanas, le han implantado un par de garras de algún felino cotizadísimo, probablemente un tigre de Bengala. También cree haberle notado cuernos de toro, pero de eso dijo no estar seguro.
Tengo muchísimo miedo. Si no sobrevivo a esta noche, esto será lo último que escriba. Y si sobrevivo, supongo que lo que tenga que contar será aún más horrible que lo que he narrado hasta hoy.
6 de marzo
He ganado al menos un día más de vida, suponiendo que lo que me quede por delante pueda considerarse tal. Me tomaré la calma de Sherezade para narrar el momento más crucial en lo que va de mi existencia.
A eso de las once, cuando a las afueras del circo ya no suele transitar nadie, me trasladaron a la jaula más grande. Desde dentro pude contar una fila de catorce: las doce quimeras ya referidas más mis dos patrones, que con graznidos indicaron a los formados que cada uno tendría un turno de veinte minutos. Oyendo esto desperté del letargo que me había mantenido cuerda y fui por entero consciente de lo que me esperaba… comencé a sollozar y a suplicar que me dejaran libre. Mientras, afuera de la jaula dialogaban, pero la lejanía me impedía escuchar. Cuando finalmente la puerta de la jaula se abrió corrí a agazaparme a una esquina. Había deseado con todo mi corazón que la descripción que me dieron sobre la primera quimera fuera exagerada, pero garras, alas y serpiente estaban ahí. Lo único que fallaba eran los cuernos, porque no solo estaban éstos, la cabeza entera había sido sustituida por la de un toro. Jamás había visto algo así.
Ya con la bestia a un metro de distancia me cubrí las piernas con los brazos, no podía dejar de llorar. Luego el animal terminó de acercarse. Cuando pensé que vendría lo peor, se quedó sin hacer otra cosa que jadear y olisquearme, me tapé el rostro con las manos para no embarrarme con sus babas, y para no saber más lo que sería de mí. No sé cuánto tiempo duré así, sin ver nada, oyendo solo la respiración agitada de mi atacante y algunos graznidos a lo lejos. Aquello sólo se interrumpió cuando sentí sobre mi rodilla algo blando y viscoso. Abrí los ojos y vi que una pequeña rana venida del hocico de aquella cosa se había posado sobre mí. Fue realmente triste reconocer a Bernardo gracias a su primer injerto animal. Con sus brazos humanos me cargó luego sin esfuerzo. Sacó garras y colmillos en vano, nadie osó a acercársenos, no sé si por lo inesperado de su movimiento, o por lo intimidante de su apariencia. Así las cosas, desplegó las alas sin más, y emprendimos vuelo.
4 de mayo
Ha pasado dos meses desde que salí del circo. Y aunque pude recuperar las hojas más importantes de estas memorias, no he tenido más ganas de escribir. De hecho es poco probable que vuelva a hacerlo. Me urge por lo tanto dejar algo en claro: no es que no esté agradecida con mi destino, pero aquella cosa ya no era Bernardo. O no el Bernardo que yo quería. No quería depender de quimeras, no quería depender de él.
Debo ahora planear mi búsqueda de comunidades humanas. Bernardo insinuó que podían quedar algunas ocultas en bosques y cerros. El rifle de caza que robamos sigue en la cochera, con muchas menos municiones, eso sí. En cuanto a la comida, no tendré que preocuparme por varios días: Bernardo está distribuido en la heladera. Las partes que componían la totalidad de su cuerpo han resultado casi tan aprovechables como las de un cerdo. Sólo tuve que deshacerme de las áreas afectadas por las balas. Y del cerebro. No importa si se es humano o quimera, el cerebro es siempre lo primero en pudrirse.
Daniel Haro: Diseñador gráfico y web por la UNAM. Treinta y seis años de edad y quince de experiencia profesional. Gustito por la psicodelia y la weird fiction. En años recientes he dirigido mi atención hacia la literatura y la ilustración. Tomando para lo primero cursos de escritura creativa y creación literaria con Alberto Chimal, Oscar de la Borbolla y Alejandro Paniagua. En cuanto a ilustración, actualmente desarrollo una bitácora y proyecto personal en: https://www.instagram.com/eye_eye_eye_mx/ .