Por Daniel Brumaire
Por las noches busqué en mi lecho al
que ama mi alma;
lo busqué y no lo hallé.
Cantar de los Cantares 3:1
El «Cántico espiritual» ha causado miles de hipótesis sobre su génesis, sus influencias y su filosofía. No obstante, es menester aproximarnos a él con cautela ya que podríamos errar.
Autores, en cuestión de génesis e influencia, toman la teoría de que el Cántico espiritual tiene matices de la cultura árabe, en especial del movimiento sufí[1]. Sin embargo, no sólo los árabes tuvieron una influencia en España, también los hebreos permearon gran parte de la cultura y temas de la Edad Media.
A diferencia de los árabes, los hebreos son menos detallados al placer estético, sin embargo, en cuestiones de gramática, filosofía y traducción fueron un eje principal.[2]Según Ángeles Navarro, la época de los gramáticos y poetas hebreos más destacados es durante el Califato de Córdoba; y en el punto de vista cultural es en el siglo XIII cuando los reyes católicos se interesan en la cultura oriental y en los judíos del Al-Ándalus para ser intérpretes o traductores.
Pero, cuando las tres culturas monoteístas que conviven tantos siglos producen «una fusión de lo árabe y lo hebreo, de lo secular y lo religioso que provoca la aparición de tipos sociológicos y manifestaciones culturales desconocidas […]». (Salvatierra 9)
Con ello afirmo que los poemas hebreos no influyeron de manera estética como los de los árabes. Pese a que la estética hebrea no fue tan refinada, los temas que utilizaban en cantos debían ser variados y novedosos. Tanta fue la innovación de temas, que tuvieron una influencia enorme en el mundo hispánico.[3]
Entre los muchos temas, de índole hebreo, en España, tenemos los cantos de boda. Dichos cantos, son importantes ya que, al igual que el Cantar de los Cantares, tuvieron una gran fuerza en torno al tema del amor y erotismo.
Recordemos que los cantos de boda hispanohebreos fueron hechos en su mayoría del siglo X al XII y por razones de tradición, viajaron por siglos de manera oral haciendo con ello que estos existieran de manera popular en España. De igual forma, pudieron fusionarse con las imágenes estéticas que los árabes usaban, sin olvidar su génesis: el Cantar de los Cantares.
Pero, a diferencia del Cantar de los Cantares, los cantos de boda son de entorno popular y secular, por lo que no los podríamos agregar a un canon religioso.
Por otra parte, referente a san Juan de la Cruz y su Cántico espiritual, se tiene datado que la primera redacción fue hecha después de huir de la cárcel, entre 1578-1580. Está inspirada en un profundo sentimiento religioso. Su poesía en general tiene un estilo similar al Cantar de los Cantares ya que era un gran conocedor de la Biblia y de la filosofía aristotélica y platónica.
El estilo poético está compuesto a base de liras —estrofa ideada por Garcilaso— en las que mezcla y alterna versos heptasílabos y endecasílabos.
Toda la obra de san Juan de la Cruz está impregnada de un gran misticismo simbolista; también un típico estilo de la poesía bucólica. Hay quienes afirman que su obra poética está cargada de una sensualidad encriptada e incluso de erotismo.
Algunas imágenes que se ocupan en los cantos de boda hispanohebreos y en el Cántico espiritual
No se intenta resolver o encontrar el hilo negro de la literatura amorosa en España del siglo XVI, ni de ninguna manera decir que san Juan tuviera alguna inclinación hacia la tradición judía (al menos de manera consciente).
El estudio que hago es enfocado a géneros y formas. Teniendo en cuenta la aproximación histórica, ya que, como dice María Encarnación Varela en su introducción a Estudios comparados de la literatura hebrea: «Los componentes de los géneros evolucionan a lo largo de los siglos, son modelos cambiantes que es necesario situar en el polisistema literario que sustenta un determinado momento en la evolución de las formas poéticas». (24)
Cuando se habla del lenguaje místico, el receptor puede comprender el texto ya que existe la reconstrucción de los temas a partir de la lectura y la interacción con otros sistemas semióticos (Lotman; 2003). Un sistema que al parecer no se encuentra en la enciclopedia, pues crea interpretaciones nuevas dependiendo de los contextos y circunstancias. Eso genera que cuando el lector busque una representación definitiva para la lectura de la mística, ésta no sea global[4]. Es aquello a lo que san Juan de la Cruz dice:
«Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía:
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.»
El escenario, es la primera imagen que se resalta en el Cántico espiritual, un locus amoenus. De igual forma, en los cantos de boda.
«Llega el tiempo, hija de Sión,
de descansar dentro del palaquín
y aclamar a Dios.
Levantate moradora de Mésec, que llega tu lus y brilla tu sol.»
«Entrado se ha la Esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del amado.»
En los cantos de boda se hace un elogio al esposo o a la esposa, claramente una influencia directa del Cantar de los Cantares.
«¿En qué supera tu amor a otros amores,
bellísima mujer?
¿En qué supera tu amor a otros amores
que así nos conjuras?» (Cantares 5: 10)
«Como dos cervatillos han sido creados por su propio deseo
pero han sido modelados con aspecto humano
[…] Sólo a él se debe ella y a ella se debe él ¡Qué
hermosos estos cervatillos enamorados!»
La imagen en el canto de Moshe Ibn Ezra, dedicado a Yosef, es la de los cervatillos al igual que en el Cántico espiritual. En ambos casos el esposo toma la imagen del cervatillo.
«que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.»
El fuego se retoma en los cantos de boda y, en un momento lejano, es igualmente puesto en escena por san Juan de la Cruz, creando con ello una sensación de desear aquello que no es él.
«Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para tí quiero tenellos.»
En los cantos de boda, el fuego es aquel deseo por estar con el amado, es la forma de mostrar que el amor no puede ser consumido por nada.
«Amado mío, en el corazón de la cervatilla
hermosa hay un amor inmerso
por tí que no podrán apagar
ni las aguas de un río de corriente perenne.»
La imagen del agua es muy utilizada, como rocío y en la imagen del río como parte de fuerza y pureza.
«Fuerame a bañar
a orillas del río,
ahí encontré, madre,
a mi lindo amigo;
él me dió un abrazo
yo le dí cinco.»
En san Juan, el símbolo del agua tiene un significado igualmente amplio, la pureza, la fuerza e incluso hablar de El Amado como la fuente.
«¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!»
En torno al vino, tanto los cantos de boda como el Cántico espiritual, retoman la imagen para hablar del placer de estar juntos, de festejar su unión sin ningún impedimento.
«[…]al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones del bálsamo divino
En la interior bodega
de mi Amado bebí, y cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía […]»
«Gacela, cervatilla de palacio
embriagada con vino de granadas,
palmera que se mueve como un junco
dí, ¿por la delicadeza de tu vientre te sucede esto o te
has embriagado con mosto?»
En algunos casos la mujer es activa, muy cercana a la mujer del Cantar de los Cantares.[5]
«[…] un lunes por la mañana,
tomara mi cantarito
y a la fuente fuí por agua.
Y en la mitad del camino
con el mi amor me encontrara;[…]»
«Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras[…]»
En otros casos, el hombre juega un papel activo y de alabar a la esposa, parecido al Cantar de los Cantares. Por los hispanohebreos, el esposo al alabar a su futura esposa, retoma al cervatillo o la paloma para hacer una referencia.
«La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tornado;
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riveras verde hallado.»
En la parte de los cantos de boda hay un juego e incluso una plática entre los hombres para saber el modo de conquistar a la amada.
«-Esta palomita,
hermano Atar,
¿cómo la supiti
namorar?
[…]
– Contando y añadiendo
en el ajuare.»
En el caso de san Juan, la voz de El Amado habla con dulzura a su amada y hablando de todo lo que ella hizo para estar cerca de Él.
«En soledad viva,
y en soledad ha puesto su nido;
y en soledad la guía
a solas su querido
también en soledad de amor herido.»
Mientras que en los cantos de boda, la mujer no es la que activamente hace las cosas, utiliza su belleza para que el amado la busque y sea el sujeto activo.
«Este áspid, sin embargo, está en paz contigo.
Niña de mis ojos, hermosa toda tú,
mi voluntad suavemente vas arrastrando.»
Finalmente, retomando la idea principal, los cantos de boda no sólo permearon en cuestiones tradicionales de la época, sino han seguido vigentes a pesar de muchos siglos de su creación, e incluso se puede decir que influyeron en la literatura española del siglo XVI. Por ende, san Juan, gran conocedor de la literatura clásica y popular, pudo tener una gran influencia simbólica por parte de los cantos de boda ya que al ser símbolos que se repiten en diferentes culturas se podría decir que tienen la fuerza para perdurar y dar forma al mundo que el lector no conoce completamente pues «la valoración (la significatividad del mundo y de la existencia) cobra autonomía respecto a cualquier mandato u orden externo: autonomía versus heteronomía, una mutación esencial respecto a la naturaleza intrínseca de los cuadros de valor». (Guardans; 2009)
A pesar de los símbolos repetidos en estas culturas, el que es más recurrente y más visible es el del erotismo. Este símbolo «a pesar de contener rasgos comunes —que fundamentan su carácter conceptual al poder unir unos rasgos distintivos básicos, como su interés por el cuerpo y por las diversas manifestaciones sexuales— es un concepto que tiene desarrollos muy distintos en cada tradición cultural, pues las realizaciones artísticas están íntimamente conectadas con la organización cultural concreta en la que se insertan». (Díez; 2006)
Tal vez en un futuro no muy lejano, podremos entender la mayoría de misterios que tiene la literatura de san Juan de la Cruz.
BIBLIOGRAFÍA:
– Díez Fernández, J. Ignacio, “Asedios al concepto de literatura erótica” en Díez, J. Ignacio y Adrienne L. (eds.). Venus venerada: tradiciones eróticas de la literatura española, Editorial Complutense, Madrid, 2006
– Guardans, Teresa, La verdad del Silencio. Por los caminos del asombro, Herder, Barcelona, 2009.
– Salvatierra, Aurora, Cantos de boda hispanohebreos. Antología, El Almendro, 1998.
– Fernández Tejero, Emilia, El cantar más bello. El Cantar de los Cantares de Salomón, Trotta, Madrid, 2007.
– Muñiz-Huberman, Angelina (comp.), La lengua florida. Antología sefaradí, UNAM y FCE, México, 1989.
– López-Baralt, Luce y Eulogio Pacho, San Juan de la Cruz. Obras Completas I, Alianza, Madrid, 1999.
– Lotman, Iuri M. “La semiótica de la cultura y el concepto de texto” en Entretextos Revista electrónica semestral de Estudios Semióticos de la cultura Nº 2 (Noviembre 2003).
– Parret, Herman, De la semiótica a la estética. Enunciación, sensación, pasiones, Edicial, Buenos Aires, 1995.
– Varela Moreno, Mª Encarnación, De los ríos de Babel. Estudios comparativos de la literatura hebrea, Universidad de Granada, España, 1996.
– Navarro Peiro, Ángeles, Literatura hispanohebrea, Ediciones del laberinto, Madrid, 2006.
Ilustración: “Song of Solomon Rose of Sharon”, tomada del libro “Book of Books in Pictures”.
[1] Cf. López-Baralt, Luce, San Juan de la Cruz y el islam, ColMex, México, 1985. Asín Placios, Miguel, Tres estudios sobre pensamiento y mística hispanomusulmanes, Hiperión, Madrid, 1992. Nieto, José, Místico, poeta, rebelde, santo: En torno a San Juan de la Cruz, CFE, México, 1982.
[2] Sobre el tema véase: Muñiz-Huberman, Angelina (Comp.), La lengua florida . Antología sefaradí, UNAM y FCE, México, 1989.
[3] Casos como el de La celestina, El libro de buen amor, Coplas por la muerte de su padre, entre otras.
[4] Sobre las nociones de diccionario y enciclopedia véase el trabajo de Umberto Eco (2009).
[5] Sobre el tema de la mujer activa véase: Fernández Tejero, Emilia (Trad.) El cantar más bello. El cantar de los cantares de Salomón, Trotta, Madrid, 2007.