Comentario editorial – Ciencia Ficción [Año 6, No. 15]


Según Darko Suvin, una de las personas muy listas que han intentado y casi siempre fracasado en definir la ciencia ficción, ésta se puede entender como género por su implementación del novum: es decir, una innovación tecnológica creíble, a partir de la cual se puede teorizar el comportamiento humano en escenarios “irreales”, pero reconocibles todavía como “realistas”. Puesto de un modo simplista, es inventar tecnología falsa para aclarar o predecir lo que se piensa verdadero.

Por ejemplo:

es posible que en 2023, alguno de ustedes —digamos que un tal Esteban— se harta de los tiempos de espera caracolescos para saber si lo van a publicar en Marabunta, así que manda un inbox y nos propone formar parte de un proyecto que ha estado desarrollando en su maestría de programación: básicamente un procesador de datos capaz de tomar decisiones con base en una síntesis de las particularidades conductuales y proclividades estéticas de uno o varios sujetos, las cuales se extraen mediante un test psicológico básico y tomografías de la actividad cerebral.

Así que mandamos a tres o cuatro hormigas dictaminadoras a un laboratorio en la universidad de Esteban, donde se someten a la batería de pruebas necesarias. Unos dos meses después, el inventor nos informa que el DictaminaTron 1.0 está listo. Por coincidencia, en esos momentos acabamos de cerrar la convocatoria de nuestro número 26, “Literatura y memes de animalitos”, así que decidimos ponerlo a prueba. Contra todo pronóstico, es un éxito. Tras procesar los datos en un par de horas, el DictaminaTron emite una lista de las 103 colaboraciones, de la más a la menos probable de ser aceptada en Marabunta. Nosotros leemos los textos para verificar, y en efecto, las 18 colaboraciones que encabezan la lista son las que más nos gustan.

A este evento le sigue una francachela impresionante. Inundados de gusto por ya no tener que desgastarse los ojos dictaminando, y asegurado además que cada dictamen ahora sí saldrá a tiempo durante el resto de la eternidad, las hormigas nos agasajamos en un jubileo de una semana con pastel, cerveza y drogas para insecto de la mejor calidad. Acordamos pagarle una cuota anual a Esteban para que nos deje usar el DictaminaTron.

Todo parece ir espléndidamente durante unos tres años: liberados de la parte más tardada del proceso editorial —leer los textos—, las hormigas tenemos tanto tiempo libre para hacerle promoción a la revista, cuidar su diseño e irnos a lucir en las Ferias del Libro, que Marabunta se convierte por fin en el boom que habíamos soñado. Nos ofrecen hacer paneles en la FIL. Nos tomamos varias fotos con Paco Taibo. Empezamos a recibir colaboraciones de escritores como Yuri Herrera, Juan Pablo Villalobos, Samantha Schweblin, en fin, toda esa gente importante que ustedes siguen en Twitter. Comenzamos a hacer planes para imprimir la revista cada mes.

Sin embargo, las fuerzas desgarradoras del capitalismo pronto posan sus garras en nuestros hombros. Para empezar, Esteban se gradúa de la maestría y comienza a sospechar que no le está sacando provecho a su invento. Nos aumenta la cuota radicalmente, y nosotros, aunque ahora tenemos dinero de Patreon suficiente para pagar, entramos en pánico: ¿acaso tenemos control todavía de nuestra revista?

Dependientes del DictaminaTron, nos damos cuenta de que estamos en manos de Esteban: un tipo de escaso talento y apego hacia la literatura, cuyos intereses se ligan cada vez más al dinero. Con la cuota tan aumentada, ya no podemos pagar la impresión de la revista, y nuestro crecimiento se estanca. Discutimos decirle a Esteban que se vaya al carajo, pero no nos atrevemos: sabemos que hacerlo implicaría tener que leer una cantidad más ingente que nunca de colaboraciones, lo cual crearía retrasos gigantescos que destruirían nuestra credibilidad. Además, Esteban seguro iría a venderle el DictaminaTron a alguna otra revista en cuanto saliera de nuestras oficinas.

Estamos atrapados.

Lo único que se nos ocurre para reducir el ahogo es conseguir todavía más dinero, así que le proponemos a Esteban recalibrar el DictaminaTron a “nuestros gustos actuales”. Nuestra intención es que las tomografías cerebrales registren nuestra desesperación y nuestros objetivos económicos. Mientras yacemos acostados en el scanner del laboratorio, concentramos nuestra mente en los textos más horrendos que hemos leído en VICE o CulturaColectiva, tratando de pensar en ellos con benevolencia.

El artilugio funciona. Decidimos que nuestra próxima convocatoria se llame “El peligro del comunismo”. El DictaminaTron, ahora alimentado por nuestros más bajos impulsos, acepta los textos más polémicos e incendiarios sobre el tema, que es decir los que generarán más clics. Aparece un ensayo de Pablo Majluf. Tres colaboraciones aceptadas citan a Vargas Llosa como autoridad moral. Ustedes, los viejos lectores de la revista, nos abandonan, pero ya no importa: ya no producimos una revista alternativa ni siquiera de literatura en un sentido general. Producimos contenido para una máquina infernal de transacciones bancarias e indignaciones pasajeras. Por fin conseguimos imprimir. Nos hemos convertido en Letras Libres.

*

…y por eso, queridos congregantes de la Marabunta, es que los hacemos esperar tanto para sacar cada dictamen. Nuestra lentitud glacial al momento de leer sus colaboraciones no viene de la desidia ni la pereza, sino de una vindicación del arte como técnica humana y artesanal, la cual se lleva tiempo. Liberarse de la lógica de la producción en serie es liberarse de las ataduras del mercado, que son el beso de la muerte para todo lo que vale la pena. Pero, al final, ¿qué prefieren? ¿Un número de Marabunta cada cuatro meses o cinco artículos de PijamaSurf diario? Eso pensé.

Agradezcamos entonces la luz que la ciencia ficción arroja sobre los pantanos éticos y sociales de la existencia real, y extraigamos de este número de la Marabunta cuanta sabiduría aplicable se pueda. Bueno; es eso o especular cómo se van a armar los madrazos contra los aliens. Igual está bien.

Muchas gracias por colaborar. Nos vemos en el asalto al Área 51.

Arte: Guadalupe Aguilar. Conoce más de su trabajo en su Instagram.

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