Elegía para un mediodía de marzo


(Basada en la Elegía de Max Rojas)

A Chester


Tus aullidos agudos, atronadores, asfixiantes,
el estruendo que persigue mi rastro para decir que no hay nadie,
que nadie aguarda tras la puerta, que a nadie diré buenas noches,
que de nadie me desprenderé por las mañanas con el corazón pleno,
busco tu silueta entre las sombras de la arboleda, bajo el cidro, en el manto del peral,
busco tu silueta incrustada en mi iris, tras mis párpados, dentro de mi retina,
después del aullido no hay más, nada se atisba en el derrumbe,
ni silueta, ni miseria, ni el susurro de tu andar, ni el martirio de tu agonía,
             tampoco el frescor de tu dicha,
sólo el estruendo que persigue mi rastro para decir que no hay nadie,
y mi desesperación inmensa, inconsolable, inútil,
digo tu nombre al silencio, a la penumbra, al vacío,
ninguno te recuerda, te han desdibujado, grito tu nombre, nadie contesta,
busco tu silueta entre las sombras de la arboleda, bajo el cidro, en el manto del peral,
busco tu silueta incrustada en mi iris, tras mis párpados, dentro de mi retina,
engranado en mi oído está tu aullido agudo, atronador, asfixiante,
nadie espera en el estruendo, no vendrás nunca, te pido que vengas, no vendrás nunca,
aunque repita tu nombre, aunque brame desesperada, aunque palpe tus cenizas
             y pretenda armarte desde los huesos,
te pido que vengas, estoy triste, te pido que vengas, que me perdones,
no vendrás nunca, no volverás de aquellos aullidos, no volverás del derrumbe,
moriste enfermo como por enfermedad, pero enfermedad no había,
moriste rodeado por mi desesperación inmensa, inconsolable, inútil,
queda el estruendo que persigue mi rastro para decir que no hay nadie,
navego mi tristeza esperando encallar contigo y es la espera de esperar mi muerte,
todo permanece dolorosamente cristalino, ausente de tu rastro, ajeno a tu ausencia,
dicen que atrás quedó el derrumbe, atrás quedó la enfermedad que no había,
             porque no la quise ver,
busco tu silueta entre las sombras de la arboleda, bajo el cidro, en el manto del peral,
busco tu silueta incrustada en mi iris, tras mis párpados, dentro de mi retina,
desgrano tu nombre, sus letras rasgan mi tráquea,
disparo tu nombre, sus letras perforan mis pulmones,
grazno tu nombre y el eco me devuelve tus aullidos agudos, atronadores, asfixiantes,
el estruendo que persigue mi rastro para decir que no hay nadie,
por favor, regresa, he de perderme en esta tristeza,
por favor, regresa, he de ahogarme en esta tristeza,
el estruendo me aniquila, tus aullidos me aniquilan, la desesperación me aniquila,
             mi desesperación inmensa, inconsolable, inútil,
escapo del estruendo, te busco donde sea,
he calcinado la arboleda, destrozado el cidro, arrancado el peral,
he disuelto mi iris, cortado mis párpados, punzado mi retina,
fue en vano, no vendrás, no susurra tu andar, no vendrás, no puedo encontrarte,
se parte mi esqueleto, se desbarata mi memoria, yo también soy ceniza,
quedan tus aullidos agudos, atronadores, asfixiantes,
el estruendo que acompaña mi rastro para decir que no hay nadie,
que nadie aguarda tras la puerta, que a nadie diré buenas noches,
que de nadie me desprenderé por las mañanas con el corazón pleno,
y mi desesperación inmensa, inconsolable, inútil atranca la puerta,
y mi desesperación inmensa, inconsolable, inútil abraza la penumbra,
y mi desesperación inmensa, inconsolable, inútil devuelve mis trozos al derrumbe.

Entrada previa Mario Andrés Arcos Guerrero [Dibujo]
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