Un gran poder conlleva una gran columna


En los 90, cuando leía o, mejor dicho, devoraba las ediciones mexicanas de Grupo Editorial Vid de Superman Batman, así como los “flip-books” de X-Men, estaba de moda decir que el cómic era “el noveno arte”. Una afirmación con la que estaba totalmente de acuerdo pese a que tenía muy poca idea de lo que era el arte pero que tampoco me importaba, mi entusiasmo compensaba con creces mi soberana ignorancia y ¿cómo no iba a ser así? Clásicos, aunque de calidad discutible, como La muerte de Superman y el surgimiento de Spawn llegaron a mi vida justo en plena pubertad. Los trazos gruesos y dinámicos de Walt Simonson junto con los espeluznantes dibujos de Todd McFarlane cumplían con creces mis expectativas de aquella época, el boom del cómic que le permitió a este medio recuperar, aunque sea temporalmente, la popularidad de antaño. Surgieron programas de radio que abordaban el tema e incluso se abrió la primera tienda poblana de historietas en muchos años.

Los años pasaron y decayó el atractivo de los cómics, sólo algunos traumados continuamos coleccionando. Quizá esa especialización en el mercado de lectores permitió a Vid arriesgarse con verdaderos clásicos como Kingdom ComeDark Knight Returns Watchmen que no sólo deconstruían la idea del superhéroe sino que además contenían elementos religiosos, políticos y “temas adultos”. A estos cómics se les comenzó a llamar en México “novelas gráficas”, término que facilitó pensarlos como literatura y no como un arte aparte. Dicho con mayor claridad, la historieta o cómic o manga ahora es un género literario más. Aunque la idea no me convence del todo, he de admitir que tiene sentido lingüísticamente hablando, ya que el cómic también se lee, aunque de una manera diferente, pero tampoco es igual la lectura de una novela y la de un poema. Son prácticas sólo parecidas que requieren distintas habilidades del pensamiento.

Ahora paso por una tercera etapa en mi vida de coleccionista. Justo cuando los superhéroes dan el salto (o vuelo) al cine y el conocimiento de éstos se ha vuelto a popularizar (casi es cultura general saber quiénes son los Avengers), empiezo a leer otras obras maestras que no tienen mucho que ver con ese tipo de personajes: We3PlanetaryThe Filth, entre otros. Y es que, como señala el teórico Scott McCloud, el cómic, como medio, tiene un tremendo potencial todavía por explotar.

Una característica nueva en mi hábito de consumo que recomiendo ampliamente a quienes les gusta este asunto de las historietas es que se fijen en los escritores de éstas. Si les gusta como escribe determinado autor, busquen hacerse de más trabajos realizados por él. Para una experiencia satisfactoria de lectura importa mucho más si el cómic lo escribió Alan Moore que si sale Wolverine en la portada.

¿El cómic es literatura u otra forma de arte? En realidad no importa mucho. La idea de esta columna no es resolver dilemas académicos sino que hablemos de aquellos títulos que nos apasionan o de sus adaptaciones al cine, ya sea superhéroes o de otro tipo, gringos o latinoamericanos, en papel o webcomic. En todo caso serán sus comentarios los que orienten la dirección de esta calumnia que coqueteará con la periodicidad mensual pero sin hacer compromisos serios.

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