por Amed Aguayo
Setenta y un años
Hace setenta y un años
borraron la sangre de cordero
de las puertas del mundo.
Le dijeron a todos
que eran Miguelángeles
pintando la paz
en las cúpulas del futuro
Pero lo que hicieron
fue la obra cumbre
de la estupidez
Despertaron a la muerte
la invocaron con besos
la invitaron a verterse al mundo
Vino la muerte
y tuvo sus ojos
Ese día nos mataron
a todos
Nos comimos media ciudad de una mordida
y la saliva venenosa que dejamos
arrancó tranquilamente
—como el otoño arranca las hojas—
la carne de la otra mitad.
Nos mandamos todos al infierno
y bebimos de la orina del diablo
más allá de la ebriedad,
como si fuera ambrosía
abrevando de las estrellas.
Nos creímos héroes
pero apagamos un incendio
con la sangre espesa del Vesubio
Nos sentimos tan orgullosos
que tres días después
quisimos volverlo a hacer.
No se salvó ninguna vida
Las perdimos a todas,
a todas las del planeta
a las almas de nuestros padres
y a las que no han habitado nunca.
Nos enseñaron que matar toma menos tiempo
que tener una idea.
Trece kilotones
es lo que pesa
la sonrisa del demonio.
Trece kilotones abriendo
un millón de llagas
en el aire.
Pura pirotecnia
Ríos de luz morada
cercenando la tierra
El crucificado se arrancó los clavos
se bajó del madero
y pidió su renuncia
Bailan
alrededor de un becerro de uranio
lo bañan con flores
y cuando los ha derrumbado la ebriedad
lamen en el suelo
a la manera de las bestias
Setenta y un años y sigue irradiando el terror.
Todos quisimos una rebanada de maldad
y todos sentimos la espada del otro en el cuello
Jugamos Poker empeñando los futuros
y tenemos un revolver entre las ingles del vecino
Nadie ha vuelto a dormir realmente.
Los dueños del orbe escuchan los pasos
de los muertos en sus azoteas.
Pura pirotecnia
Becerros de uranio
que derriban ciudades a la primera patada
Ahora
vemos
quien
tiene
el
falo
más
largo
grueso
y
radiactivo.
Veamos
quién viola a quién
con mayor fuerza.
Holocaustos instantáneos,
enlatados para su mayor comodidad
Este poema no tiene forma,
Está irradiado de terror.
Pulvericemos a toda la humanidad
a los que resistan embárrenlos de cáncer.
Lo pudrieron
pudrieron al planeta
Lo pudrimos.
***
Hubo tanta luz que quemó al cielo
El aire se saturó de nada
e hizo deshojar al silencio
en un triste vendaval estéril.
La bomba mordió
con tanta rabia
como nada nunca
lo había hecho
Cayó en llanto
una desolación
lodosa y oscura
Y aun así
Algo brotó del estatismo
de los escombros
Como flores entre la inmundicia
Surgieron algunas vidas
sin estar muy seguras
de seguir pisando el mundo
Avanzaron
sosteniendo los pedazos
de lo que fue su cuerpo
Avanzaron buscando su alma
y algunos de ellos se atrevieron
a seguir existiendo.
No fue fácil. No es fácil. Nunca será fácil.
Resistir contra la inagotable marea de odio nunca será fácil.
Pero hay que vivir
aunque nos sepamos condenados
como Sócrates tocando la flauta
a unos minutos de encarar la muerte
No sólo de guerra vive el hombre
no sólo de furia
y no sólo por vengarnos
es que nos volvemos a despertar
Y al que te hiere en la mejilla, también dale la otra
Tal vez la frase del Galileo no aboga
por la sumisión ante la crueldad
sino por no contestar al juego de la barbarie.
Porque el odio siempre regresa
cuando uno le ha dado de comer en la mano.
Y no hay ni habrá entre nosotros
una explicación para haber desatado esos demonios
No habrá una sola causa que valga
volar media ciudad en el lapso de un parpadeo.
Y la bomba no eximirá a los japoneses
ni el ataque a Hawaii a los americanos
ni los hornos alemanes a Israel.
Ninguna masacre como moneda para otra
El terror no sirve como excusa para el terror.
その時、イエスはこう言われました。「父 よ。この人々をお 赦 しください。自 分たちが 何 をしているかわかっていないのです。 」
Amed Aguayo escribe poesía y narrativa breve. Le interesa la dramaturgia y el guion. Ama el estudio de la antigüedad y quisiera que saber latín sirviera de algo. Le gusta tocar música clásica, jazz y death metal. Y nada más. Por cierto, el texto empieza diciendo “setenta y un años” porque fue escrito el año pasado, a los 71 años del bombardeo a Hiroshima, no es que no sepa contar…