La Marabunta se arrastra ebria y melancólica a su quinto número. Al momento de escribir estas líneas, todo México y quizá sectores amplios del continente entero se convulsionan por la pérdida del inolvidable Divo de Juárez, con quien todos tuvimos una estrecha relación simbólica ya fuera desde la apreciación genuina de sus canciones o la burla descarada y el meme —en algunos casos ambas cosas se funden o confunden. No es que busquemos apelar a la noticia del momento como vulgares mendigos de clics (por cierto, chequen nuestras columnas), pero una frase que se ha dicho miles de veces en las últimas horas, por miles de dolientes ante la pérdida de Juan Gabriel, ha despertado nuestra curiosidad: “¿Quién no ha cantado una de Juanga en la peda?”
Fuera de toda defensa intelectual de su música y su estética, y miren que se han publicado muchas solamente entre ayer y hoy, lo que las masas sienten es pesar por su eterno compañero de parrandas, aunque fuera un compañero cuya presencia estaba sólo en el arte que, bien o mal, siempre acompaña nuestro ocio y nuestra vida emocional. ¿Pero por qué honrar sólo al artista que adereza nuestro alcohol cuando el compañero más cercano y esencial es muchas veces el alcohol mismo?
Aquí en la Marabunta creemos en dar honor a quien honor merece, y es por eso que esta vez nuestras páginas van dedicadas a la chela, el vodka, el tequila, el aguardiente, bueno, hasta al maldito tonayán: a todas esas aguas demoníacas o divinas con las que solemos bañar alegrías y tristezas, ya sea como simples mortales aullando canciones de Juanga y José José con la lágrima a flor de piel, o bien como creadores, los que tienen suerte, encontrando algo así como el hada verde de Baudelaire en el fondo del vaso.
En esta entrega leeremos a personas que se alcoholizan por despecho, por depresión, por locura y hasta por aburrición. Échenle un ojo a estas historias cuyo silencioso protagonista nos hace decir todo lo que no nos atrevemos.
¡Por mi Marabunta!, bohemios…
Ilustración del artista “Eme de armario”.