por Diego Morán Díaz
Vaporosa
a Verónica de María
Buqués depredadores
roen mi vahído húmedo
y se resbala el aliento
donde mis palmas rozan.
Estética exhalación,
declino tu escape.
Sensorial e íngrimo ser,
te disipas a presión
en suplicio odorífero.
Esfinge muerta
Honra lejana de aleteantes
estepas sedimentarias con
puridad de zarpas calurosas y
acertijos asolados por arena que sueltan
premisas emplumadas de salvajismo;
tu calor se evade para siempre.
Botella-balón
Vías y tránsito gustan de platillos plásticos.
Camiones obstaculizan al vendedor florido.
Y tú chiquillo, lindo mocoso,
me encanta tu botella-balón.
Descanso
Entre tortillas que con su aroma
condicionan a la oscuridad,
me recuesto sobre la tibieza
y saboreo el mediodía.
Tabachines amarillos
Sobre el barranco
secas venas floradas
sueltan suspiros.
Solares imitándola,
se alzan jaldes sonrisas.
Alcantarilla
Armadura de los limos fétidos
exhalas lenguas que intentan pervertir.
En tu acorazado rostro de cárcel
levantado para el castigo de las sobras
que reptan humedeciendo su porvenir;
se pierde todo reflejo en borbotones
de una existencia que en la abundante mugre,
halla su infinita manifestación.
Alborozo
Desde el alba frío
donde las nubes alejan
el calor que pudre.
Hasta la tibia tarde
que deja pulular
escarabajos repletos
de maquinaria viva.
Llenan, y con ello,
como antídoto que solo reconocen los cantos,
se me escurren las insuficiencias.
Quiróptero estropeado
Mi paraguas se rompió.
Sus huesos de murciélago voltean a otro cielo,
sus cueros elegantes, se han dividido con el cuchillo del uso.
Ya no puedo colgarlo para que duerma calmo.
No creo que vuele más allá de la lluvia nocturna.
Entonces los futuros charcos
(embriones cristalinos
y transparentes) que él repelía ligero,
ni siquiera probaran
el perecedero ascenso
que mi vampiro compartía chorreante.
Voy a tirarlo antes de su delirio,
de incompletos vuelos que dará la futura tormenta.
Esa camarada de la contradicción
que eleva y tira las transparencias del mundo.
Separar
Si las parvadas en mi cabeza
no me aseguran la seguridad,
a fuerza de desgajarse me ha de lavar
el jugo que puedo recoger solo
pájaro a pájaro.
Si siguen dando volteretas los puñados
garabateados de graznidos
con que me precipito a los árboles,
ningún big bang grano se va a aprovechar.
Morirían hasta mis susurros y a todo le dirían poesía,
aunque sea un informe inexpresivo
salido del menos interesante de los asfaltos.
Esto sí: evitar el cacareo sucio
de plumas apretujadas
acostándome en el viento, aunque me apague el cielo.
Oraciones de un lugar
Papá sale al campo/
Mamá queda en choza/
Hermanito juega en la tierra/
La tierra se acerca a mí/
Papá se sale del campo/
Mamá salta entre choza y campo/
Hermanito se cansa de la tierra/
No me agrada la tierra/
Papá en campo lejano/
Mamá no puede saltar/
Hermanito escupe a la tierra/
Estoy a orillas del campo/
El difuso campo de papá/
El cansancio de mamá/
La saliva de hermanito/
El temor y letargo de mi alma.
Diego Morán Díaz. Soy estudiante de Escritura Creativa en UDG, se me sube muy rápido el pisto, soy actor y al mismo tiempo desertor del no movimiento/chiste vanguardista denominado “vaguismo”, me gusta andar en bicicleta y que sea lo que vaya a ser esta semblanza pedurrienta.
Arte: Kevin Grant