Poesía e historiografía “negra”: unas palabras sobre Nicolás Guillén


por Anya


La concepción literaria de la historia es el menosprecio, un subjetivismo impensable que se da al momento de rellenar huecos con tal de construir un relato. Por otro lado, la historiografía hermética considera una blasfemia institucional recurrir a la literatura para alimentar el gusto por la profesión. A modo de desprecio, la literatura, no debería permear en la historia, cuando en realidad es la historia la que permea en la misma e involuntariamente una es parte de la otra sin que se den cuenta sus exponentes.

Antes de que las ciencias sociales se manejaran de igual modo que las ciencias naturales, la historia era parte de la literatura. Para conocer el pasado de algunos pueblos se recurría a la oralidad o a los manuscritos que en otro tiempo eran parte de sagas, mitos o narraciones que describían dicho pasado. La historia antigua de Grecia se conocía gracias a los poemas, a los cantos y se tomaba como cierto tanto hechos reales como acontecimientos ficticios. De igual modo se podría considerar aquí la biblia para la cultura occidental y ya ni se diga los cantares o las sagas vikingas durante la Edad Media. Ejemplos abundan, por ello se debería tener en cuenta la simbiosis de ambas profesiones. Actualmente, el escritor que creó una novela histórica, si es un buen escritor, habrá tenido el cuidado para conocer el pasado que está mostrando en su obra.

Ahora bien, cabe en la pericia y conocimientos del artista plasmar entre sus palabras, el mundo que está rescatando y transportar al público a ese momento o a esa tradición. Tomemos como ejemplo al autor Nicolás Guillen, quien al nacer en Cuba y estar consciente de su ascendencia africana supo plasmar entre sus versos parte de la historia que el continente americano ha mantenido olvidada. La tradición literaria de este autor nacido en Camagüey hace más de cien años son las palabras con las que creció, son la historia negra de Cuba y alguien interesado en este tema debe tener presente que su poesía rescata la voz de esclavos, de personas que despojaron de sus tierras para servir a la ambición colonialista de la isla. Aunado a esto podría decirse que tal como expone Peter Burke en su libro Formas de hacer la historia, la narrativa vendría a ser una notable herramienta no sólo para dar a conocer el pasado a un público más amplio, sino para reconfigurar los análisis de las fuentes históricas de un modo más digerible, a esto agregaría que junto con la narrativa, la poesía también puede entrar en esta propuesta.

Antes de entrar en materia… un poco de chismecito institucional, o sea de historia para conocer el contexto de nuestro autor. Con la implementación del sistema esclavista en América a partir del siglo XVI, millones de personas provenientes de las costas occidentales de África fueron forzadas a trabajar en plantaciones, minas o en otras labores inhumanas. El tráfico de esclavos negros trajo consigo los sinsabores de una raza oprimida, discriminada y arrasada por la ambición del colonialismo, los barcos negreros llevaban consigo tormentos de millones de personas que en su cruel travesía por el Atlántico sufrían de enfermedades, torturas y la muerte misma. Estos viajes serían la semilla del mundo africano, la raíz negra de nuestro continente, pero más que nada la cultura que traerían consigo. Una sociedad dejaría su huella, trascendiendo hasta nuestros días por medio de la música, el lenguaje, los conocimientos, la religión o la literatura, la gente de África deja su marca como parte de una identidad americana, una tercera raíz que maravilla a ajenos por el arte que de ellos emana.

Nicolás Guillén, escritor cubano del tiempo de las vanguardias fue la voz de su mundo, el exponente de la esencia negra en versos como Sóngoro cosongo, no obstante, su medio de inspiración, además de ser las palabras y el léxico de las personas de color fue también la travesía de voces oprimidas bajo el látigo y la muerte, personas que desde el encuentro con el Nuevo Mundo serían arrancadas de sus lugares de origen para alimentar al monstruo de la ambición occidental. El repoblamiento de la mano de obra implicaría dolor y destrucción, pero también supervivencia, sincretismo y asimilación, un mestizaje único que resultó en una rica veta de arte y cultura que inicia en barcos negreros partiendo de las costas de África occidental, estos barcos cruzan el Atlántico y llevan su infortunada carga a minas o plantaciones “La causa de la presencia del negro en el Continente Americano es el problema de la esclavitud. Por más de tres siglos, o sea, desde comienzo del siglo XVI hasta mediados del siglo XIX, los barcos negreros transportaron enormes contingentes de seres humanos de África para América.” (Duncan, 1986: 72). De esta manera Duncan nos deja en claro la historia de la esclavitud y nuestro poeta, consciente de ello, se encargará de rescatar su legado. Habrá que recurrir a acervos, revisar registros mercantiles, todo ello como parte de una historia literaria que construirá a la obra final, formará parte de las herramientas intelectuales del investigador y quedará en él darla o no a conocer. “América se convirtió en el gran mercado en el que se volcaron por varios siglos entre 10 y 15 millones de africanos. De todos los lugares bajo dominación europea, fue aquí donde la esclavitud africana alcanzó su ápice” (Klein, 1986: 105). Bajo este aspecto es como inician siglos de comercio de esclavos entre la América española y portuguesa a los territorios africanos de Ghana, Senegal y Angola.

Si bien el comercio crecería y la explotación de recursos abundante, en ésta cornucopia colonialista brotaría también raudales de sangre, migración forzada de millones, pero al mismo tiempo una amalgama cultural que todavía está presente en la actual población afroamericana[1]; la tercera raíz se ha arraigado y forma parte de nosotros como americanos. En aspectos formales o los denominados datos duros, Roger Bastide estima que de 1518 a 1873 fueron traslados no menos de 12 millones de personas de color, muriendo una cantidad mucho mayor aún en el proceso de apresamiento y tránsito a las costas africanas, en los barrancones de embarque y en la travesía trasatlántica (Bastide, 1979: 77). En aspectos culturales, el desplazamiento de un pueblo conlleva a que éste traiga consigo su cultura y sus costumbres, sin embargo, en los embarques se juntaban personas de distintas etnias, el bagaje cultural e idiomático era distinto, pero el destino el mismo.

Una vez en tierra se asimilaba la cultura del amo, idioma y creencias sería impuesta para adaptarse a ese nuevo mundo en el que su destino era incierto. Una interculturalidad nace y ésta crearía nuevas formas de ser y de identidad. Un particular sincretismo religioso se va desarrollando y asimilaciones interétnicas formarían la cultura afroamericana. Negro bembón. Mulata, Hay que tené boluntá y otros tantos poemas de Guillén recogen un estilo particular al momento escribirlos, de leerlos e incluso de oírlos. El autor debió conocer el origen de aquella forma de hablar, de esas expresiones, la historia que debió haber tras ellas y así dotarlas de una sonoridad africana…

Hay que tené boluntá

Mira si tu no me conose,
Que ya no tengo que hablá
Cuando pongo un ojo así
E que no hay na;
Pero si lo pongo así
Tampoco hay na.

Empeña la plancha elétrica,
Pa podé sacá mi flú;
Buca una reá,
Buca una reá,
Cómprate un paquete’ vela
Poqque a la noche no hay lu.

¡Hay que tené boluntá,
que la salasión no e
pa toa la bida!

Camina, negra, y no yore,
Be p’ayá;
Camina, y no yore, negra
Be p’acá
Camina, negra, camina
¡Que hay que tené boluntá!

Guillén 1981, 49-50

Este lenguaje preservó el trato cruel al que eran sometidos estas personas y la llegada a América vendría a devenir en nuevas formas de identidad donde el idioma, los ritmos musicales, las creencias serían parte de esto… “a esta amalgama cultural se incorporaron elementos africanos seleccionados.” (Op. cit., Klein: 107). Su legado en este continente fue abundante… “De África sólo se tomaron y adaptaron los materiales necesarios para sobrevivir en la cultura dominante y para el nuevo papel económico, social y político que los afroamericanos desempeñarían.” (Ibíd., 110). Retomando a Klein, el sistema esclavista había organizado a las comunidades de negros en los llamados “cinturones negros”, que eran espacios donde habitaban y normalmente rodeaban a las haciendas. En estos lugares trataron de recuperar el sistema de tribu, pero de aquí surge una cuestión para Klein: ¿cómo se organizaban las comunidades de esclavos si cada uno provenía de un sistema de gobierno distinto? Bueno, para ello se tomaban los elementos de la cultura mayoritaria “sus familias y grupos de parentesco, y recién llegados de allende el mar, constituyeron el terreno propicio para la amalgama de elementos africanos y europeos que constituiría esa peculiar cultura negra de América.” (Ibíd.)

Aunado al lenguaje, las creencias también jugarían un papel importante en este aspecto, la religión propia, la ideología se funde a la del amo y nuevos cultos se originan de aquella mezcla, cultos y creencias que perduran hasta nuestros días y que resultan enigmáticos por su misticismo y ritualidad. En África, la religión recaía en los sacerdotes o brujos y para el pueblo en un ámbito muy familiar, sin embargo, cuando estos sistemas fueron deshechos y muchos esclavos resultaron evangelizados, comenzaron a crearse nuevos entendimientos, lo yoruba, la santería y variantes del cristianismo se dan entre estas personas, significando un poderoso factor de resistencia. “Esto quizás haya sido mucho más importante en la época de la esclavitud, pues les permitió conservar un mínimo o, quizás un máximo de auto-identidad humana” (Op. cit., Duncan: 74). Para la cultura africana la brujería es parte de ellos y de esa auto-identidad, los africanos son brujos, curanderos, hechiceros y hombres de gran espiritualidad que con sus pociones u oraciones tiene el favor de los espíritus. Nicolás Guillén rescata un ensalmo cubano que era usado en para alejar culebras y serpientes.

Sensemayá.

¡Mayombé – bombe – mayombé!
¡Mayombé – bombe – mayombé!
¡Mayombé – bombe – mayombé!

La culebra tiene los ojos de vidrio;
La culebra viene y se enreda en un palo:
Con sus ojos de vidrio, en un palo;
Con sus ojos de vidrio.

La culebra camina sin patas;
La culebra se esconde en la yerba;
Caminado se esconde en la yerba;
Caminando sin patas.

¡Mayombé – bombe – mayombé!
¡Mayombé – bombe – mayombé!
¡Mayombé – bombe – mayombé!

Tú le das con el hacha y se muere;
¡Dale ya!
¡No le des con el pie, que te muerde,
no le des con el pie, que se va!

Sensemayá, la culebra,
Sensemayá.
Sensemayá, con sus ojos,
Sensemayá.
Sensemayá, con su lengua,
Sensemayá.
Sensemayá, con su boca,
Sensemayá.

Guillén 2002, 72

Curiosamente la religión les dio voz e identidad a los afroamericanos, lo mismo sería el arte, su manera de ser y el modo de desarrollarse como sociedad. Nuestro poeta está consciente de todo ello, por eso su obra resulta un interesante recurso para tener un acercamiento historiográfico a la historia negra cubana. Por otro lado, Peter Burke nos menciona que la narrativa dentro de la historia es el enlace de la literatura ficcional con la historiografía, en este caso no deja de haber cierto subjetivismo y tal como se mencionó al inicio de éste texto, el escritor necesita llenar los huecos que las fuentes no abarcan, de tal forma que pueda acercar la historia a un público más amplio. Ficción literaria no debe estar peleada con la historia, si bien son dos aspectos distintos estos llegan a perseguir un fin común, se valen de diversas herramientas para desentrañar el pasado.

La narrativa puede ser parte de la gente… un motor que provoca interés al momento de contar sus propias acciones. Para los autores literarios, sus personajes pueden ser aquellos que pertenecen a las masas, al pueblo, se llega a tomar en cuenta la voz de los “de abajo” tal como sucedió con Nicolás Guillén. La sangre de la esclavitud dio forma a su poesía, pero al mismo tiempo mostró un poco del conocimiento que sobrevive en la tradición negra cubana. Finalmente y para terminar esta pequeña aportación se dejaría en claro que la cultura afroamericana desarrolló estilos y géneros literarios que tratan de reflejar el sentir de los oprimidos, de quienes habían perdido todo por trabajar en las plantaciones añorando el hogar perdido. Se desarrollan expresiones que irán estrechamente ligadas con el sentir negro, en este caso un movimiento vanguardista que buscaba resaltar valores, formas y el sentir de los pueblos negros. “La presencia de África en América se ha mantenido vigorosa y característica por un lado, mientras que, a la vez, no ha dejado de mestizarse.” (Op. cit., Bastide: 99).

De este mestizaje surgen los aportes fundamentales para la obra de Nicolás Guillén, pero al mismo tiempo permiten tener un acercamiento literario a aspectos históricos del proceso esclavista en la América Hispana. Nicolás Guillén viene de las voces esclavas que entonaron oraciones a entidades espirituales para recuperar su libertad, para reivindicar a su gente “Nicolás Guillén (1902), mulato, quien, comenzando por el espectáculo llegó a sus entrañas y cifro al negro, al mulato y aún al blanco, en su poesía de amplia temática, apoyada en los ritmos del “son”, una de las fuentes y decisivas formas de la música folclórica cubana.” (Moreno, 1977: 208). Mis últimas líneas son sólo para dejar en claro que ni una profesión está peleado con la otra; utilizar distintas fuentes de conocimiento para conocer algo desde el aspecto histórico, antropológico, social, etcétera, es fundamental, a eso se le conoce como interdisciplinariedad, pero ese término no será tratado durante estas líneas.


Notas

[1] Entiéndase el término “afroamericano” por los descendientes de esclavos asentados en todo el continente americano, no sólo la población de color perteneciente a los Estados Unidos.


Bibliografía

Bastide, Roger, Moreno Fraginals, Manuel et. al., Introducción a la cultura africana en América Latina, 2ª ed., UNESCO, Brujas, 1979.

Burke, Peter ed., Formas de hacer historia, 2ª ed., Alianza-Ensayo,

Duncan, Quince, et. al., Cultura negra y teología, Departamento Ecuménico de Investigaciones, San José, Costa Rica, c1986.

Guillén, Nicolás, Obra poética 1, comp., prólogo y notas de Ángel Augier, 4ª ed., Letras cubanas, La Habana, Cuba, 2002.

_______________, Sóngoro cosongo y otros poemas, Alianza, Madrid, 1981.

Herbert S. Klein, La esclavitud en América Latina y el Caribe, traducción del inglés de Graciela Sánchez Albornoz, Alianza Editorial, Madrid, 1986.

Moreno Fraginals, Manuel, África en América Latina, Siglo XXI – UNESCO, México, 1977.



Jesús Espinosa González (Anya), oriundo de la bizarra Ciudad de México y nacido en 1990. De vida variopinta en el que diversas circunstancias me han mostrado que de arqueólogo, músico, poeta y loco tengo de todo un poco… y ya para acabar, unas rolitas de música medieval o metal sinfónico, una coca cola bien fría y mi escritura fluye.

Arte: Óscar García Rivera, Comparsa

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