por Debbie Saavedra
Para Fátima y Marisol
Esta vez las cosas serán diferentes. Esta vez haré las cosas bien. Clarita es la mujer para mí y, a pesar de estar saliendo escasos dos meses con ella, le he pedido que piense en la posibilidad de casarse conmigo.
Claro, no puedo negar que todas mis exnovias eran buenas mujeres. Todas guapas, inteligentes y artísticas. Debo admitir que yo soy totalmente lo contrario, pero por alguna razón las mujeres así se sienten atraídas por mí. A decir verdad, sólo son así al inicio; después algo cambia. Casi como si se convirtieran sólo en un caparazón, una sombra de lo que alguna vez fueron. Y luego son realmente insoportables.
Voy camino a casa de mis padres, tengo que platicarles sobre Clarita y hacerles saber que es probable que me case, y me quede a vivir en la ciudad donde radica ella. Pero antes de ir a verlos voy a detenerme a visitar a Denisse, mi exnovia. Sé que estará feliz por verme y aún más feliz por saber que me casaré. Creo que terminamos bien. No tendría manera de saberlo, ya que simplemente dejé de responderle un día; merecía algo mejor que yo y no quería prolongar la relación. Pero visitarla también me dará la oportunidad de comenzar a enmendar mis errores.
Al llegar a su casa y tocar el timbre, pasan casi 5 minutos para que alguien abra las cortinas. Y lo hacen, sólo lo necesario para vislumbrar una cabellera castaña. Toco nuevamente el timbre y espero. Espero hasta que abren un centímetro la puerta.
―Israel, ¿eres tú? ―escucho claramente que es Laura, la compañera de casa de Denisse.
―Hola Laura, sí. Sólo quiero hablar con Denisse un momento, ¿le puedes hablar?
En cuanto termino mi oración, ésta rompe en llanto y abre completamente la puerta. Se ve terrible, el cabello hecho un desastre, parecido a un nido de pájaro. Está visiblemente cansada y tiene el aspecto de aquel que no ha visto la luz del sol en semanas. Su piel palidece y se nota amarillenta, esto acentuado más por sus ojeras oscuras y profundas.
―Israel, te tratamos de contactar. Denisse murió hace unos meses.
Termina de darme su noticia antes de estallar en lagrimas nuevamente. Atónito, la tomo del hombro para ayudarla a llegar a su sillón. La casa está fría y oscura, muy diferente a las tardes que pasé con Denisse ahí y con Laura, cuando nos acompañaba. Nos sentamos en el sillón y espero a que comience su relato.
―Fue poco después de que terminó su relación. Todos pensamos que estaba muy deprimida por ti, pero esto ya no era normal. Su vida siguió igual, pero algunas cosas no estaban bien. Quedó como un hueso a pesar de que comía bien. Comíamos juntas todos los días. Pero después ya no pudo salir de la cama. No tenía ninguna fuerza.
―Laura, lo siento tanto. No sé qué decir. ¿Fueron a algún doctor? ―me resulta imposible pensar en Denisse como alguien con apariencia esquelética. Siempre fue curvilínea y aficionada a los deportes. Una persona sumamente activa y alegre, fue lo que me había atraído a ella inicialmente.
―Ya no tuvimos tiempo. Yo la encontré en su cuarto, no se quiso ir con sus papás. ¡Ay, Israel, fue horrible! ―pasa un tiempo para que Laura pueda volver a hablar. Su llanto y balbuceo se lo impiden. Finalmente retoma la monstruosa escena. ―Regresé del trabajo y subí a ver a Denisse, como siempre lo hacía en esas semanas. Pero no me respondía, tardé mucho tratando de abrir la puerta. Cuando la pude abrir vi que estaba encorvada sobre su cama, como si hubiese intentado sentarse, pero el cuerpo no le permitía hacerlo. Sus huesos se pegaban a su carne y parecía que sólo era eso: huesos. Corrí para preguntarle si estaba bien, pero al tocar su hombro cayó a la cama y no sé cómo explicarte.
―Vamos Laura, ¿de qué se trata? ¿Qué viste? –
―Parecía que se había desinflado. Su cabeza estaba abierta, emanaba un líquido gris y un poco amarillo. Había muy poca sangre, no supe qué era, pero fue cuando supe que estaba muerta. Después me dijeron que era la materia gris de su cerebro, su cráneo colapsó y el hueso la perforó.
Me encuentro estupefacto ante la macabra y repentina muerte de Denisse. Sólo puedo ofrecer mis condolencias a Laura y continuar mi camino. En el transcurso a la casa de mis padres no dejo de repasar la asquerosa escena e imaginarme a Denisse de esa manera, encorvada y en huesos, desinflada, como una momia, con la mitad de su cráneo destrozado y la materia gris goteando en su cama.
Estos meses después de la visita han sido los mejores que he tenido con Clarita. Nuestras familias se mueren por saber cuándo será la fecha de la boda, la espantosa imagen de Denisse rara vez cruza mi mente. Esta vez estoy haciendo las cosas bien, mi prometida es linda y tierna, inteligente y hermosa. Nunca discrepamos ni discutimos o peleamos. Pero no puedo olvidar las veces que las cosas no iban bien, tengo fresco el remordimiento de mi ruptura agresiva con Ana, a inicios de este año. Me he decidido a contactarla para ofrecerle una disculpa y aclarar las cosas. No quiero iniciar mi nueva vida, mi matrimonio con este episodio colgando sobre mí como la cuchilla de la guillotina.
Las últimas semanas he intentado localizar a Ana, pero parece ser que se mudó de la ciudad, su teléfono no es el mismo y sus redes sociales desaparecieron. Clarita duerme plácidamente a mi lado mientras yo busco casi desesperadamente el nombre de Ana en el buscador de Facebook. Finalmente me aparece una publicación con su nombre, pero no es de su perfil, es de algún amigo o familiar y va acompañado de un largo texto expresando cariño y admiración por Ana, exhortándola a ser fuerte y continuar luchando. Cuando veo la foto siento heladas las manos, tiemblan ligeramente y mi corazón cae a la boca de mi estómago. En la imagen está Ana, o por lo menos creo que es ella, está sentada en una cama y parece un hueso. Está rodeada por sus amigos y está intentando sonreír, su cara se contorsiona en un horrífico intento de una sonrisa y puedo ver que uno de sus ojos está caído y muy hundido en su cráneo. Las palabras de Laura resuenan en mi mente y la nausea se apodera de mi cuerpo, las arcadas comienzan.
―¡Israel! ¿Qué te pasa? ―Clarita ahora está despierta por el golpe que hizo mi laptop al caer al suelo mientras corría al baño. ―¡Israel, contéstame!
No puedo contarle esto a ella. Es una coincidencia y sólo estoy sorprendido de ver a Ana así. No era lo que estaba esperando. No es posible que Denisse y Ana se enfermaran de lo mismo. Existe la posibilidad de que ni siquiera sea Ana, su nombre y apellido son comunes. Me repito esto toda la noche, pero el presentimiento y la intuición no se equivocan, y lo saben. Al día siguiente Clarita me prepara un sinfín de tés, piensa que estoy enfermo del estómago. La dejo pensar esto toda la semana.
Las semanas que pasan son miel sobre hojuelas. Clarita me contagia de su increíble magia, parecería que bebo su energía y soy una persona completamente diferente. Estoy pleno y satisfecho. Aunque recientemente he visto algunos dejos de algo que me desagrada, algo soez y banal en su personalidad, pero no puedo dejar que esto me moleste. Después de todo, pronto será mi esposa. Mis amigos y familiares no caben de felicidad y no dejan de felicitarme, es un partidazo, la mejor novia que he tenido.
El día de hoy debíamos asistir a una cena familiar pero Clarita se siente cansada. En todo el día no se ha podido parar de la cama, estoy un poco decepcionado porque me siento enérgico, lleno de vigor y con ganas de hacer algo. Le he propuesto salir a caminar en el vecindario, pero se negó varias veces, creo que en ocasiones es un poco egoísta.
Finalmente decide acompañarme por lo menos a una vuelta al vecindario. El clima está perfecto, la luna está llena y cuelga brillante y serena. El cielo está oscuro, y no brilla ni una estrella esta noche, no se vislumbra nube alguna. La calle está cobijada por un silencio sepulcral.
―Israel, esto no me gusta. La calle está solísima y me duelen los pies, estoy cansada. ―Clarita frunce el ceño en desaprobación.
―Qué feas caras haces, Clara. ―tomo su mano y me siento electrificado. Amo esa conexión que tenemos, y amo más sentir el calor que emana de su cuerpo. ―Estás realmente insoportable, mi amor.
Nuevamente voltea los ojos y el gesto me parece insoportable también.
―Está bien, vete a la casa. ―no la necesito más, me siento tranquilo. Me siento saciado.
La miro mientras camina hacia la casa sin mirar atrás, pero su energía sigue recorriendo por mi cuerpo, es tan electrizante que las yemas de mis dedos se encuentran adormecidas. No es la primera vez que esto me sucede. Ya había sentido esto con Ana, con Denisse, con Paola, con Judith. Todas estas mujeres siempre se convierten en sólo un caparazón, una sombra de lo que alguna vez fueron. Y luego son realmente insoportables. Pero yo estoy mejor que nunca. Mi cuerpo está muy cálido y parece vibrar. Olas de calor abrasador me recorren al evocar toda esa energía suave. Me sacude y mis manos tiemblan mientras intento seguir caminando, ahora mis pies están adormecidos. Sonrío por la sensación tan agradable, como estar cobijado en casa durante la noche más fría del año. Intento caminar nuevamente, pero estoy arrullado y somnoliento ahora. La vibración que percibía ha incrementado y es incómoda, mis entrañas están taladrando mi piel, mi sangre da vueltas y creo escuchar el chapoteo que hace. Quiero ir a casa. Trato de dar otro paso pero
*
A la mañana siguiente, Clarita se asoma por su ventana al escuchar el escándalo en la calle. Sólo alcanza a vislumbrar una gran mancha roja que cubre un tramo considerable de la banqueta. ¡Qué escena tan desagradable! Cierra las cortinas y se vuelve a acostar.
Debbie Saavedra es egresada de Letras Españolas y licenciada en Enseñanza del inglés. Es aficionada de la escritura y todo el género del horror y sus derivados.
Arte: Dusty Ray