El enterrador
por Ester Blanco El pueblo estaba muy animado porque ese día llegaba el enterrador. Se veía la ansiedad en los caminos, los almacenes, los patios de las casas. Un rumor constante de cosas acomodándose y pasos ligeros. Sin embargo, no iba a ir a verlo: ese día se cumplían 10 años de la última vez …
Cielos bajos
por Iván René Méndez Meza Y fui como el que muere en la epidemia, sin identificar, y es arrojado a la fosa común. −−Desamor, Rosario Castellanos Cuando la maestra Rosa María desapareció, una gruesa capa de neblina grisácea se apostó sobre las instalaciones y los terrenos de la primaria. Al principio era aterrador entrar a …
El cazador
por Guillermo Fernández Lo encontramos camino al campamento. Fue mi esposa la primera que lo vio arrojado sobre la arena. Nos bajamos del automóvil y le dimos agua de nuestra cantimplora. Lucía deshidratado, pero empezó a reponerse con el líquido. Tenía los ojos pequeños, la boca breve, las mejillas más estrechas de lo normal y …
Hormigas
por Tania Cisneros Ahí estaba yo, ensimismado en mis pensamientos, mirando esa mancha negra en la pared de mi recámara desde hace varios días, observando, siempre observando cómo crecía poco a poco ante mis ojos. Tenía la barba sucia y una sábana sobre mi cuerpo y el ventilador a su máxima potencia. Pasaban de las …
El sordo murmullo de la Tierra
por Sabeth Martínez Silvestre Maldonado nació en Loxicha, Oaxaca, una tarde nublada de enero de 1900. El cambio de siglo se arrastró con su grito natal que se dejó escuchar en el pequeño poblado. ¡Es niño! Gritó la comadrona y mientras las mujeres celebraban y concluían los rosarios, los hombres se estrechaban la mano y …
El gran sordo
por Rodolfo Ruiz Vázquez I La habitación de Joaquín se ubicaba en el segundo piso. Desde el reposet, su perspectiva del exterior era bloqueada parcialmente por un reproductor de música y una enciclopedia, situados ambos sobre un mueble de caoba. Sólo veía, del jardín, el olmo y la madreselva, y, allende la barda, fragmentos de …
Asop Maratarep
por Sebastián Medina Arias Luego de unos momentos de mirar la poca sangre que brotó de su dedo corazón izquierdo, Dorotea supo tres cosas: “tienes que comer más almendras, señorita”, pensó para sí, mofándose de su propia edad. Supuso también que todo debía ser culpa de Fronilda, no había sido una buena idea tomar una …
Inquietud de madrugada
por Édgar Rodríguez López Cerró la puerta del cuarto y fue a acostarse, pero al poner los dedos en el apagador de la lámpara recordó que había dejado la luz de la cocina encendida. Caminó a la puerta y, al abrirla, le mostró el pasillo oscuro, solamente visible por la luz que entraba desde la …