Los dioses griegos eran poderosos, capaces de decidir sobre el destino de los hombres, animales y otros seres fantásticos, pero está claro que a pesar de su origen divino eran esclavos de sus pasiones. El ejemplo más famoso es Zeus, deidad principal y padre de los dioses del Olimpo. Muchos mitos hablan de los raptos de Zeus, quien, movido por el deseo, tomaba a cualquiera que le apeteciera; para ello tuvo mucho ingenio, pues ocupaba las formas más diversas con tal de lograr su cometido.
La mayoría de las formas usadas por Zeus en sus raptos eran zoomorfas. Estas formas no guardan relación directa con alguna atribución sexual de los animales, sólo facilitaban al dios realizar sus propósitos en determinada situación. En el rapto de Europa, Zeus se convierte en un toro blanco y se mezcla entre el ganado del padre de la bella mujer. Mientras ella pasea por la playa, queda fascinada por el precioso animal y al ver que es manso, decide montarlo. Inmediatamente, el dios aprovecha esto y se la lleva sobre su lomo nadando hasta la isla de Creta. Al llegar a la isla revela su identidad y toma a Europa en una forma humana.
Las relaciones homosexuales no eran mal vistas por lo antiguos griegos, por ello, Zeus no podía estar exento de una historia de este tipo. Ganimedes era hijo de Laomedonte, un rey de Troya. Un día su padre le encomendó la tarea de cuidar rebaños en las montañas. El joven príncipe tenía una particularidad: era uno de los mortales más hermosos sobre la tierra, de tal suerte que cuando Zeus lo vio, se enamoró de él y como ya había hecho en otras ocasiones, se convirtió en un animal para secuestrarlo. Zeus convertido en águila lo llevó hasta el Olimpo, donde el joven se convertiría en su amante y copero de los dioses. Ganimedes fue inmortalizado en la bóveda celeste al formar la constelación de Acuario, que se relaciona con Aquila (la constelación del águila).
Leda, la esposa del rey Tindáreo, también fue objeto del deseo del dios. Leda caminaba a las orillas del río Eurotas cuando vio un cisne que huía perseguido por un águila. El cisne no era otro que Zeus y al posarse sobre ella, fue suficiente para dejarla embarazada. Aquella noche, Leda yació junto a su esposo. Como resultado de aquellas uniones, puso dos huevos, de los que nacieron Cástor y Polux, y Helena y Climenestra. Otra versión del mito señala que Zeus deseaba a la diosa Némesis y que ésta, para escapar del dios, se fue transformando en diversos animales marinos, hasta que se convirtió en oca y Zeus convertido en cisne la tomó. Némesis puso un huevo azul, que Hermes colocó entre las piernas de Leda, que en esta versión sólo puso un huevo propio, pero “empolló” ambos como si fuesen suyos. Del huevo azul nació Helena de Troya.
Así queda demostrado que, para el dios controlador del rayo no hay imposibles, basta con que desee a alguien para poseerlo, así sea en contra de la voluntad de los involucrados.
Sobre la autora: Pamela Amador (Ciudad de México, 1985). Médico Veterinario de profesión, colabora creando contenidos en la página “Animales: Arte & Mitología”.
Ilustración de Melanie Matthews. Visita su facebook, síguela en su twitter @MelDraws, o conoce más de su trabajo en su Deviantart