por Ángel Escamilla Martínez
“Su escritura es una droga” dicen los literatos. “Es zafio, falaz y cursi”, responden los dealers.
Canto contra lxs poetas posmo con un título innecesariamente largo y pretencioso
Esta es
la noche de las almas,
la calzada de los muertos,
la balada de los vientos,
la rumba de la lumbre.
Si ser poeta es mi costumbre,
que no te resulte extraño
que te robe la atención cinco minutos.
Después de eso, saltará tu “comentario”
tan fuera de lugar e innecesario
que una ola de plausos
se alzará cuando te calles.
Mejor recorre las calles
cargando con el agobio
y la soledad de tu existencia,
que mientras tú paseas,
otros degustan a gusto
las mieles de versos que llenan
de acentuación las verdes venas.
En cambio, veo que a ti nada te llena,
/ ni // llenar /// de //// diagonales /// tus // poemas /
¿Por qué mejor no te calmas
o te cortas las venas?
Créeme que la poesía
no es la solución para tus penas.
Y ya que para el performance de tu vida
cualquier noche te parece buena,
yo te recomiendo esta que es
la noche de las almas,
la calzada de los muertos,
la balada de los vientos,
la rumba de la lumbre.
(Este estribillo ni siquiera va con el poema,
pero lo hago sonar bien
porque ser poeta es mi costumbre).
Alburema
Yo quería un verso ñero,
de esos que huelen a obo,
siéntate y te explico cómo,
te daré grandes detalles,
voy a darte detallones,
para que no desentones,
y a la larga te acostumbres.
Del pájaro mea garras
vas a agarrar el canto,
mientras del coyote cojo
vas a coger el llanto,
y para que aflojes la voz
te daré un té de deo
y una dosis de mitrozón.
O si te falta inspiración,
te voy a echar en cara
los poetas que me gustan:
¡Me gusta Elver Galarga!
¡Me gusta Elba Ginazo!
¡Me gusta Benito Carlos!
¡Cómo me gusta Dahr Las!
Yo quería un verso ñero,
y ahora que una introducción
en cuatro estrofas recibiste,
asumo que ya entendiste,
que duda no te cabe,
y que los versos en cajones
ya sabrás cachar mejor.
Fósil
Vivo, y al vivir ocupo
el aire de los otros,
el espacio de los vivos,
tu lugar en el camión.
Vivo, y al vivir habito
un cuarto en obra negra,
la casa de mi madre,
el terreno de la abuela.
Vivo, y al vivir ensucio
las aguas de los ríos,
las sales de los suelos,
el terreno del vecino.
Vivo, y al vivir me aferro
a un padre que me niega,
a los reclamos de su ego,
al complejo que me lega.
Vivo, y al vivir percibo
el pasado que se ha ido,
el presente que recorro,
el futuro tan esquivo.
Vivo, y al vivir consumo
las toxinas de la tierra,
los océanos de humo,
las plagas de la siembra.
Vivo, y al vivir me niego
al olvido de los míos,
pero más al propio y mío,
pues soy todo lo que tengo.
Vivo, y al vivir me opongo
al olvido que está escrito,
al ensueño colectivo,
a morir: nuestro destino.
El rap de la poesía
Rimando estoy, no me atrofies
el sentido preciso
con tu percepción confusa
que cuestiona y contradice
cada letra tatuada
que aparece en el progreso
de esta lectura pausada.
Aprende algo:
incrustar un sinsentido
de palabras instantáneas
no te hace talentoso
ni siempre da resultado.
No obstante,
se puede nacer con ello,
con el toque de tocar
fibras sensibles.
Pero tentar a la suerte
resulta contradictorio,
si sus indicios tan obvios
te dicen que no es lo tuyo.
Trata de entender:
si te gusta la poesía,
pero a ella tú no le gustas,
mejor aguanta el impulso
de escribir, y sólo léela.
Cannabis bene
Quitado de la pena grito y ando,
sin menor remordimiento,
por el acuerdo que acepté sonriente,
sin pensar que a largo plazo
la penosa soledad se queda
como sarro entre los dientes.
Una noche pisé fondo
y nos vimos frente a frente;
fue un breve encuentro
que culminó satisfactoriamente.
A saber:
el diablo verde me robó el alma
y la cambió por humo ardiente.
Ángel Escamilla (Ciudad de México, 1993). Fósil nivel cuatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, escritor por capricho, comunicólogo por epifanía y gobernante vitalicio de escamillaeditor.wordpress.com, un etéreo e inalcanzable rincón del ciberespacio donde se avienta unas poesías que están del uno (como dice la chaviza) y unos cuentos que están del dos.
Arte: Jean Michel Basquiat, Notary (1983)