Constancia del naufragio


Pintura de Joseph Mallord William Turner
Pintura de Joseph Mallord William Turner

 

La señal apareció cuando el frío fue el aviso de los pájaros,
vinieron los actos del invierno, y esa historia sin armas,
el desasosiego, la palabra blanca, el silencio;

el viento destrozando la ventana
y los tercos collares de la noche.

También han caído otras cosas, ha caído la mitad del mundo,
de un momento a otro, mientras yo figuraba en las predicciones.

La sangre comenzó a derramarse
—intenté detenerlo todo, el engaño, la derrota, el sufrimiento.
Pero mi cuerpo flotaba sobre el mar oscuro
que se pegó a mi cuerpo entero
para ser mordido por los peces que estuvieron en la cacería,
hubo muchos, con largos dientes y sombras, espasmos, y desesperación.

Tuve un momento a solas con la muerte,
no esa palabra absoluta,
esa palabra reventada por las consideraciones, ni por las conjeturas,
sino el cotidiano arrasamiento de todos los presagios.

Quedé abierto, desnudo, abrazado por la luz apagada,
la memoria me abatió con una fuerza más allá de lo incurable,
ahí entre sueños, toda la ira repitiendo los nombres olvidados.

Y cuando desperté, la noche me había destrozado.
Quedé entero, sin embargo, un hombre apenas de veintisiete años,
muy viejo ya para crear una obra de absoluta belleza,
en la edad precisa para desaparecer
—si hubiera una posibilidad acaso de existencia
para perseguir una vez más a los perros bajo la lluvia.

Pero ya no importa, estoy aquí para sumarme a las vacilaciones del invierno,
para recorrer por última vez el asilo del día, y posarme ahí como un ave derrotada.
Uno de esos pájaros que se convirtieron en una de estas palabras.

Ya no importa, porque aquí estoy y aquí estuve,
sobre el mar echado mientras el viento probó sobre mí su violencia.
Hace frío, todo este tiempo ha hecho frío…
Al sol le encantaría calentar la tierra de nuevo,
toda esta tierra negra es mi cabello, mira cómo el viento penetra los escombros.
Es la señal, aquí está mi cuerpo entero, entero y roto.

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