por Kevin Aragón
Uno siente que el mundo ya se acaba
porque cuando termina es su vida,
su pobre vida tan independiente de él
—José Emilio Pacheco
Soneto desde el fin del mundo
Visto desde arriba, qué poca cosa
parece ser un cangrejo herradura,
tan torpe, arrastrando así su dura
coraza prehistórica en la arenosa
superficie de una playa. “Cienosa,
retrasada, lentísima criatura”,
pensamos, sí, porque no está a la altura
de nuestra altiva especie caprichosa.
Sin embargo, ahora que amenaza
el inicio del fin nuestro en el mundo,
qué efectiva resulta esa coraza
ceñida a esa involución de submundo,
que pasa el tiempo y no se despedaza,
como el reino que hicimos infecundo.
Nota póstuma a Lucrecio
Lucrecio, casi veintidós siglos después de ti,
ya hemos gobernado todas las aguas posibles;
arrancado montañas y naciones de raíz;
extendido nuestra existencia individual,
lastimosamente, casi hasta la centuria,
acumulando millones de solitarias almas;
desafiando así de la naturaleza
los principios móviles.
En las ciudades ejercimos el olvido
de que nada viene de la nada
y que en su corazón todo se corresponde.
Y en contradicción, quisimos hacer nuestras
todas las semillas, hasta las más indivisibles.
Es por eso que estamos encerrados hoy aquí,
de vuelta a la original caverna del miedo,
aunque expiemos con la ciencia nuestra culpa
y no con ruegos, como antes habría sido
ante el advenimiento de Apolo o del terrible Hades.
25 de julio del 2020.
Kevin Aragón (Ciudad de México, 1992). Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Ha publicado reseñas, cuentos y poemas en revistas electrónicas, como Punto de partida y Punto en línea, de la UNAM. Se ha desempeñado como reportero, editor y redactor en la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM y en la sección de cultura en el periódico El Universal. Es integrante del Taller Literario Ígitur y encargado de difusión en medios de la Fonoteca Nacional.
Arte: Nigel Cooke, Painter’s Beach Club