por Oscar Delgado
Existen pocas obras que puedan jactarse de captar “el espíritu de su época”. Esto se vuelve un poco más cierto cuando pensamos en los días que corren actualmente: años de pandemia, guerra, crisis climática, explotación, etc. A los ojos de cualquiera podría parecer que no hay un buen futuro aguardándonos adelante. No estaría muy lejos de acertar. Sin embargo, lejos de los escenarios postapocalípticos o ciberpunk, existen obras de arte que han logrado señalar algunos de los síntomas que nos atraviesan actualmente: la nostalgia por un futuro que ya no existe, la necesidad de revivir un pasado idealizado, el miedo al paso del tiempo y a perdernos en medio de todo esto. Night in the Woods (2017) es una obra que dialoga con todos estos problemas, un juego que es universal y específico al mismo tiempo: universal porque explora la experiencia traumática del paso a la adultez, y específica porque retrata los problemas concretos de una generación perdida entre un pasado hecho ruinas y un futuro incierto.
Night in the Woods, como los mejores cuentos, contiene dos historias: una, la historia visible, que narra la vida de Mae Borowski y otra, la historia invisible, que cuenta la historia de Possum Springs. Estos dos relatos, que son el mismo en el fondo, también exponen desde niveles distintos dos realidades contemporáneas: las emociones de una juventud abandonada y la opresión estructural de un sistema que se presenta como inevitable. En otras palabras, Night in the Woods teje, a través de su narrativa, la vida personal de su protagonista con la situación socioeconómica de su pueblo. Para Night in the Woods es clara la relación entre las grandes estructuras económicas y la salud mental de las personas. Así, la ansiedad de Mae ante la incertidumbre de su propio futuro está ligada al inevitable cambio que se posa sobre el pueblo. Al final, esta obra trata sobre el dolor de crecer, los peligros de la nostalgia, la tensión entre el cambio y la preservación y, en definitiva, sobre la falta de futuro en el horizonte.
Parte I: Los años perdidos
La obra comienza mostrándonos el fallecimiento del abuelo de Mae, para después invitarnos a componer un pequeño relato en verso sobre la muerte y el paso del tiempo. Es aquí, justo en el principio de todo, cuando el juego nos cuenta de qué quiere hablarnos: Night in the Woods es, entre otras cosas, una obra sobre el cambio, la nostalgia y sobre el doloroso proceso de madurar. Esta primera historia nos sitúa en la piel de Mae, quien abandona la escuela y regresa a su pueblo natal, Possum Springs, con la intención de recobrar cierta estabilidad asociada a los buenos años de adolescencia que vivió en su hogar. Así, la obra nos plantea una de sus preguntas clave, la cual guiará toda la historia: ¿Por qué Mae dejó la universidad y volvió a su pueblo?
Para responder a la pregunta anterior es necesario que observemos los primeros pasos de Mae por el pueblo y durante toda la primera parte del juego. Apenas regresamos al hogar de nuestra protagonista nos encontramos con que Possum Springs ya no es tal y como lo recordaba ella. Algunas fábricas cerraron sus puertas, se han construido nuevas avenidas y muchos de los negocios que antes existían se vendieron a grandes monopolios o, debido a lo anterior, han sido desplazados. Mae, al percatarse de todo esto, comienza a explorar su pueblo con una mirada nostálgica, pues ese refugio al que regresó ya no existe en realidad. El tiempo no tiene piedad con nadie y como un vendaval transforma todo a su paso, incluso lo que en otra época parecía inalterable. Así, nos encontramos con un refugio perdido y una nostalgia viva, los cuales recorremos a la vez buscando aquellos trozos de la memoria esparcidos por doquier. Este es el caso de Mallard, la mascota mecánica del pueblo, que ha terminado abandonada en un almacén sin que nadie le recuerde, nadie excepto Mae, quien le descubre y bautiza aquél oscuro cuarto como su tumba. La memoria de Mae choca de frente con los objetos de su infancia, derruidos y abandonados, creando una tensión entre el presente deteriorado, el pasado idealizado y el futuro informe del que escapa.
Estos primeros acercamientos al pueblo nos muestran, con una velada sutileza frente a la tragedia de haber perdido algo, los verdaderos motivos de Mae para volver a Possum Springs. Esta motivación, que sólo es mencionada explícitamente al final de la obra, se percibe en todos los intentos de Mae por recuperar esos años perdidos: está contenida en las travesuras, los juegos peligrosos, los festivales y los toquines de rock. Es decir, Mae regresa a su pueblo porque está huyendo del mundo, a través de un regreso geográfico a su hogar trata de volver en el tiempo a esos años sin preocupaciones, sin responsabilidades y sin problemas.
Claro está que regresar a los años de juventud es imposible. En Possum Springs todo está cambiando o está muriendo. Mae encuentra alivio los primeros días que pasa con sus amigos Gregg, Angus y Bea; no obstante, la realidad rápidamente la golpea en el rostro cuando se da cuenta de que ni siquiera sus amigos permanecieron estáticos en el tiempo. Gregg, su fiel camarada de travesuras, después de prepararle varias tardes de juegos peligrosos le confiesa que él y su pareja, Angus, van a mudarse lejos. Bea, su antigua mejor amiga, crea cierta distancia con Mae debido a los problemas por los que ha tenido que pasar en años recientes: su madre falleció, su padre sufre de un episodio depresivo y es ella quien debe hacerse cargo del negocio familiar, viéndose atrapada en Possum Springs en todo el proceso. Night in the Woods deja claro entonces que los intentos de Mae por regresar a ese pasado ideal son inútiles, pues todo a su alrededor se ha transformado para bien o para mal.
Es en este punto donde podemos dilucidar de forma precisa el conflicto que existe en Mae por evitar el paso del tiempo. Mae se aferra con fuerza a esos años perdidos, trata de escapar del futuro, es más, su regreso a Possum Springs no es otra cosa que un intento por cristalizar el tiempo. En este sentido, la protagonista vive asediada por un fantasma de lo que fue su vida y la vida de quienes le rodean. Su regreso al pueblo ocasiona una ruptura entre ese recuerdo seguro y la realidad destartalada de Possum Springs: la muerte, pensada como proceso de transformación, se encuentra en todo el lugar. Desde el cadáver abandonado de Mallard, pasando por los negocios cerrados y hasta la escena inicial en la que Mae y sus amigos encuentran un brazo cercenado en el suelo. El pueblo está convertido en una tumba gigante de memorias y aspiraciones, tal y como muestra Bea en su arco narrativo, el lugar se presenta a la vez como un espacio en constante cambio y que constriñe los anhelos de algunos de sus habitantes. Así, Mae se encuentra atrapada en un espacio intermedio entre la adultez y la adolescencia, entre el futuro y el pasado, es decir, entre el cambio y la preservación.
El final de esta historia, siguiendo los cánones de las obras coming of age, nos presenta el crecimiento interior de Mae. La protagonista del juego llega a la conclusión de dejar ir ese pasado al que tanto se aferraba, a pesar del terror ocasionado por la incertidumbre del futuro. La obra nos confirma entonces que los fantasmas del pasado, a pesar de que en el juego llegan a presentarse de forma física, nos asedian constantemente a pesar de que no podemos verlos. Night in the Woods nos invita a reconocerlos y a enfrentarlos, no con la intención de exorcizarlos como si fueran algo negativo, sino a pensarlos como una parte fundamental de nuestra existencia. Sí, el pasado ya se fue y no podemos regresar en el tiempo, pero eso no significa que debamos vivir sólo pensando en el futuro o paralizados en la nostalgia de esa pérdida. La adolescencia y la juventud son efímeras, pero su valor no está en su duración, sino justamente en la intensidad con la que se viven sus pequeños momentos.
Parte II: Los fantasmas del futuro
Nuestra segunda historia, sugerida durante todo el juego y que sólo se materializa hasta el final de la obra, trata sobre un proceso de cambio de mayor alcance. Se trata de la transformación de Possum Springs, de la pérdida de sus jóvenes, la caída de su estatus como pueblo pequeño y del lento proceso de gentrificación que el gran capital impone sobre sus habitantes. Durante todo el juego podemos observar cómo el hogar de Mae se ha convertido en una mezcla de edificios abandonados y cadenas de autoservicio multinacionales. Es a través de los ojos de Mae que podemos contrastar la memoria vieja del lugar con su nueva realidad en vías de transformación. El antiguo mercado de alimentos en quiebra, las fábricas abandonadas en el horizonte, los negocios locales puestos en venta, el florecimiento de comercios impersonales como el gran supermercado que ha desplazado la economía local. Todos estos fenómenos nos exponen la dinámica del capitalismo contemporáneo que impone una forma de vida radicalmente diferente a los habitantes de Possum Springs.
En el sentido de lo antes dicho, mientras seguimos las aventuras de Mae a lo largo y ancho del pueblo, se nos presentan varias historias de vida de personajes que han sufrido a causa de estos cambios. Es el caso del padre de Mae, quien trabaja en la carnicería del nuevo supermercado y que nos cuenta que el trato en aquel lugar es inhumano en comparación a sus otros trabajos como minero o constructor. También es la historia del comité local de comercio, grupo que busca, a través de distintas acciones, revivir la economía local para evitar la fuga de gente y de trabajos. Siguiendo la idea anterior, también podemos observar cómo se modifican las prácticas cotidianas de las personas y sus tradiciones: los festivales se convierten en intentos de atraer turistas, las decisiones de infraestructura están pensadas bajo una lógica que permita competir contra los grandes monopolios, etc.
En un sentido general, podemos decir que los problemas socioeconómicos del lugar generan una sensación de inseguridad generalizada. Esto se nos muestra en distintos capítulos del juego: a través de la vida de Bea podemos ver la opresión económica que le impide seguir sus sueños de entrar en la universidad, los padres de Mae hipotecaron su casa para financiar los estudios de su hija, algunos habitantes del pueblo nos hablan de sus problemas para conseguir trabajo o para sobrevivir en una economía dentro de la cual son prescindibles. Así es como llegamos al punto en el que ambos relatos se entrelazan en el último capítulo del juego: el fantasma de lo que fue, representado en la vida de Mae, se entrelaza con el fantasma de lo que podría ser (o lo que pudo haber sido), representado en la ominosa incertidumbre que atraviesa todo Possum Springs.
La obra, al final, nos muestra la conexión entre este subtexto socioeconómico y los problemas personales de nuestra protagonista, lograda a través de la introducción del elemento fantástico encarnado en el misterio de un secuestro y un fantasma. Cuando logramos descifrar quién fue el responsable de aquél secuestro en la noche de Halloween, nos topamos con la existencia de un culto secreto a las afueras de Possum Springs. Este grupo secreto, compuesto por los habitantes más antiguos del lugar, tiene la misión de mantener viva la imagen del antiguo Possum Springs, antes de la depresión económica y sus consecuencias. Mae y sus amigos enfrentan a los responsables, pero antes de tomar cualquier decisión éstos exponen sus motivos: quieren recuperar ese pueblo esplendoroso, recuperar a sus jóvenes, recuperar ese espacio ideal y vivo. En este momento, el juego también nos revela que la forma en que lo están intentando es mediante el sacrificio de personas vivas en una vieja mina, para que un ente sobrenatural los devore y bendiga al poblado. Aquí se nos muestra una metáfora sobre la naturaleza brutal del capitalismo contemporáneo: ese monstruo invisible se alimenta de las vidas de los menos favorecidos, y es a través de su sacrificio (en este caso literal) que la maquinaria del progreso puede seguir funcionando.
El juego, de este modo, expone la relación entre Mae y ese culto reaccionario que quiere revivir las viejas glorias de Possum Springs. Al igual que nuestra protagonista, los miembros del culto se sienten perdidos ante la cancelación del futuro que esperaban tener, ambos buscan regresar a esa época idealizada y es la nostalgia lo que guía sus actos. Entonces, Night in the Woods, al mismo tiempo que nos cuenta una historia de crecimiento y maduración, también nos advierte sobre los peligros de obsesionarnos con el pasado. Esa nostalgia, que puede parecer inofensiva, puede llevarnos a nuestra propia destrucción o a la de otros con tal de regresar a esos años perdidos. Los fantasmas de lo que fue y de lo que pudo haber sido nos asedian constantemente: las viejas promesas incumplidas de una vida mejor se mezclan con la perspectiva de un futuro perdido. Night in the Woods nos relata la vida una chica perdida en una época donde los grandes relatos, la estabilidad económica y la certeza han desaparecido casi por completo. Es la historia de un pueblo que teme por su futuro, y, al final del día, es la historia de todos aquellos quienes han sufrido la lenta cancelación de su futuro. Ahora, tomando en cuenta todo lo que nos muestra el juego, cabría preguntarnos ¿Qué hacer frente a todo esto?
Parte III: Lo único que tenemos
En definitiva, Night in the Woods es una crítica doble a nuestro tiempo: al capitalismo tardío que devora toda perspectiva de cambio y a la nostalgia paralizante por un futuro que nos ha sido negado. Mark Fisher ya nos advertía hace un par de décadas que el capitalismo ha devorado toda posibilidad de futuro. A través de su lógica monetaria y cultural, este sistema ha logrado absorber aquellas perspectivas que proponían un futuro diferente a nuestro presente: no hay nada mejor en el futuro y nunca lo hubo en el pasado. Night in the Woods nos presenta una historia que expone las consecuencias que tiene esta lógica capitalista en las vidas cotidianas de las personas. No obstante, la obra no se limita a señalar estos síntomas desde lejos, también propone una forma de vivir capaz de combatir el desaliento y el hartazgo ocasionados por el sistema.
Si bien es cierto que, para Night in the Woods, la nostalgia puede convertirse rápidamente en un elemento dañino para pensar otras formas de vivir, también lo es que esto sólo sucede cuando intentamos huir hacia atrás en el tiempo para evitar el futuro. Efectivamente, la nostalgia por sí misma no es algo malo, sino que su existencia se ve deformada por la necesidad de reconstruir un pasado idealizado. Mae, al final del juego, comenta que ha aprendido a dejar ir esos días que tanto quería resucitar. Sin embargo, “dejar ir” no significa descartar o hacer a un lado, sino aceptar el hecho de que es imposible revivir esas experiencias como fueron la primera vez que las vivió. El pasado se fue, pero la memoria es un vehículo para reconciliarnos con él. Así, la memoria se convierte en un medio por el cual establecer un diálogo vivo con esos años perdidos, hecho representado en el diario de Mae, que registra todos nuestros movimientos por el pueblo. En este sentido, es a través del diario que podemos regresar al principio del juego y observar con nuevos ojos todo lo que avanzamos: no podemos volver a jugar esas escenas, pero podemos hacer memoria y hablar con ellas desde el cariño del recuerdo.
En un segundo nivel, Night in the Woods reconoce a los vínculos personales como respuesta para resistir. Los otros, ya sean nuestros mejores amigos o simples conocidos, pueden ser el apoyo emocional necesario para convertir la desesperación en fortaleza. Los amigos de Mae la acompañan en todo momento, son su pilar en la vorágine de emociones que la atormenta durante toda la obra, y es gracias a ellos que logra dilucidar el origen de sus problemas. No obstante, la obra evita ser ingenua, es cierto que la amistad es un recurso poderoso en nuestra lucha contra las formas de vida impuestas por el gran capital, pero ello no quiere decir que sea perfecta. Durante la obra podemos ver discusiones y peleas entre Mae y sus amigos acerca de su forma de comportarse. Estos conflictos deben verse como la forma natural de los lazos humanos: siempre imperfectos. Así, Night in the Woods nos muestra que es a través de la comunidad y la memoria que podemos contrarrestar los efectos nostálgicos de la cancelación del futuro. Puede que a veces sintamos nostalgia por el pasado, puede que el futuro parezca un lugar frío y oscuro allá en el horizonte, pero siempre podemos enfrentarlo juntos. Los días pasan y el tiempo nos obliga a seguir adelante, dejándonos apenas unos segundos para contemplar las ruinas de nuestra propia vida, sin embargo, ni siquiera el tiempo podrá arrancarnos de la memoria esos días de sol. Que se atreva a quitarnos lo bailado.
Oscar Delgado (1997). Estudió Comunicación y Periodismo en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), trabajó como periodista cultural en el periódico Tribuna de Querétaro (2017-2019) y sus cuentos han sido publicados en revistas digitales como El Ojo de Uk, Teresa Magazine, Anapoyesis y Espejo Humeante.