Fue una sorpresa para mí descubrir que habría en México una proyección de Superman: La Película (1978) con motivo de su aniversario número cuarenta, porque, hay que aceptarlo, no tiene la fanbase de Star Wars o de Volver al Futuro; sin embargo a una cadena de cines se le prendió el foco, aunque sea, un año más tarde.
El caso es que asistí a una función de domingo por la noche, a una sala pequeña pero abarrotada. La pura vieja guardia asistió, casi todos mayores de 30 años con sus playeras de Superman, acompañados de padres o hijos, como fue el caso de una “familia nuclear” sentada atrás de mí (papá, mamá, hijo e hija). El niño claramente fue animado a asistir con mentiras, ya que se la pasó toda la función preguntándole a sus progenitores cuándo aparecería Batman.
Para mí, ir a ver la película del director Richard Donner en pantalla grande no solo significaba cumplir un sueño de la infancia, sino también regresar sobre las huellas de mi propio consumo cultural. Superman fue para mí la puerta de entrada a los cómics con los que hasta el día de hoy estoy fascinado, además de desarrollarme un gusto moderado por el séptimo arte.
El impacto
Más allá del carácter fundacional que tiene Superman para el género de superhéroes tanto en los cómics como en el cine, su influencia es notoria en películas recientes muy en el gusto del público. Por ejemplo, uno pensaría que para Christopher Nolan el antecedente más importante de su trilogía de Batman (Batman Inicia, El Caballero de la Noche y El Caballero de la Noche Asciende) es el par de películas de Tim Burton, Batman (1989) y Batman Regresa (1992), sin embargo no es el caso. Platicando con el mismísimo Richard Donner, Nolan confesó que para Batman Inicia él quería dos cosas que Superman tuvo: el reparto y las locaciones. No es sencillo enfatizar la importancia del segundo aspecto lo suficiente. Antes, las cintas de superhéroes se realizaban, en su mayoría, dentro de sets acartonados y sin extras, solo aparecían personajes principales y secundarios. Sin embargo en la película de Donner se filma en locaciones reales como Nueva York, California y Nuevo México. Pero los más significativos para construcción del mundo ficticio fueron los extras que visten la película; juntos, forman la comunidad que hace la arenga de las hazañas del héroe, como señala Jorge Muñoz.
Otro éxito del cine de superhéroes en el que también influyó Superman de manera aún más evidente es la trilogía de Spider-Man, de Sam Raimi. En este caso, el parecido está en el nivel temático. Las primeras tres películas del hombre de acero (de un total de cuatro con esta versión del personaje) es prácticamente la biblia para Raimi: la primera película, obviamente, trata sobre el origen del superhéroe; la segunda es el momento de la duda, ¿es válido dejar el camino del héroe en favor de una vida normal?; finalmente la tercera es la lucha interior del protagonista.
Superman vs. el paso del tiempo
Es indudable el impacto cultural y artístico de Superman: La Película, no obstante, eso no significa necesariamente que esta haya envejecido con dignidad. Y es que, en realidad, en varios aspectos el film de Richard Donner es brillante. De hecho, creo que solo tiene un solo defecto que, desafortunadamente, atraviesa toda la obra.
Obviamente Christopher Nolan tiene razón: el reparto es perfecto, Marlon Brandon, Margot Kidder, Glenn Ford y Jackie Cooper cumplen cabalmente con sus personajes; no se me ocurre alguien que lo haya hecho mejor que ellos, ¡y vaya que hay varias versiones de dónde escoger!
Pero las verdaderas joyas de la corona son Gene Hackman, como Lex Luthor, y Christopher Reeve, en el papel de Superman/Clark Kent. Hackman hace lo mejor que puede con la función que recibe, su Luthor es en partes iguales antagonista y el principal alivio cómico de la película, esto segundo es lo que hace mejor. No es un hecho menor si tomamos en cuenta que el humor es uno de los aspectos más fuertes de una cinta que lo mismo tiene acción que comedia.
Como lo he dicho en ocasiones anteriores, Christopher Reeve es el intérprete definitivo de Superman. Y en esta nueva apreciación no solo lo corroboro, sino que también me atrevo a decir que es, de lejos, el mejor superhéroe cinematográfico hasta ahora, con una imponente presencia escénica y un gran rango de estados y emociones que van de la confianza, felicidad, tristeza e incluso cólera. Ni duda cabe de por qué, para bien o para mal, es la versión del hombre de acero que le hace sombra a las demás.
Pienso que esta enorme impresión que deja el personaje de Reeve, a largo plazo, no ha sido del todo positiva precisamente por el defecto que veo en la película: es demasiado retro.
En algunos sentidos, Superman: La Película es una obra propia de finales de los años setenta: la civilización del sublime planeta Krypton no le pide nada a los mundos creados por George Lucas y compañía en Star Wars, película con la que comparte al compositor John Williams, que hace unos de los mejores trabajos de su carrera; y como ya se dijo anteriormente, la representación de la vida citadina estadounidense, en sus fugaces apariciones, es acertada e innovadora para el género.
El problema es que desde su inicio (unas imágenes blanco y negro que muestran un cómic de 1938, según la narración) la película de Donner no deja de mirar hacia atrás con nostalgia, un hecho que, por sí mismo, no tiene nada de malo; en el más estricto de los sentidos, toda representación es recuerdo. El asunto es que dentro de la cinta se plantea en voz del Jor-El (padre de Superman) de Marlon Brando que el héroe kryptoniano llegó a la Tierra para guiar a los seres humanos hacia un mundo mejor, sin embargo todas sus acciones en Metropolis están encaminadas a preservar el mundo tal y como está. Resulta poco verosímil que con la sabiduría de “las 28 galaxias conocidas” a Superman únicamente se le ocurra detener rateros de poca monta. De hecho, él no es quien busca enfrentar a su principal enemigo, Lex Luthor, sino al revés, es el genio calvo quien lo encara.
Está característica retro de la película se puede identificar en distintos aspectos: su representación de las relaciones de pareja, las tomas panorámicas de la granja de los Kent evocan de inmediato la historia del cine hollywoodense de los sesenta y setenta; e incluso, al final, la relación de Superman con las autoridades se siente forzada, fuera de lugar.
En resumen, Superman: La Película renuncia de manera deliberada a ser una película de su época, el momento de la transformación sociopolítica más impactante de todo el siglo XX; como si la única manera de lograr el auxilio del hombre de acero sea por medio del recuerdo de un pasado imaginariamente glorioso, el de los cómics de 1938.
Futuras versiones del último hijo de krypton (que seguramente habrá) deberían de tener la fuerza y la astucia de escapar esa insidiosa trampa que es la nostalgia y correr el riesgo de asomarse hacia el futuro. Es la única manera en la que yo podría creer que de verdad un hombre puede volar.