Ni el agua fluye con tanta libertad como el polvo, que, sin importarle que las ventanas o puertas estén cerradas, se acumula sobre el librero y el buró. Acaso sólo falta pestañear para que el mundo se llene de polvo, y no importa cuánto se limpie, el polvo vuelve, para recordarnos que somos el Sísifo …