Ex Machina y Her: reflexiones sobre la (r)evolución tecnológica


por Ashley Josua Bocanegra

 

Y a todo esto, ¿qué nos pueden mostrar estas películas? “Pensar a través de las imágenes es también pensar humanamente y poéticamente” (Walter, 2017). Más adelante en esta conferencia, Philippe Walter también comentaría sobre que el pensar a través de la poesía es incluso una manera más humana de pensar. Por eso me resulta importante analizar los filmes, la poesía cinematográfica, estas imágenes que nos dicen cosas que la palabra escrita y hablada no puede hacer, esta magia de mostrar imágenes en movimiento a la par de escuchar música que acompaña las emociones de los personajes, colores que te reflejan lo que llevan dentro y que van cargadas de una fuerza emocional que impacta y perdura más en una mente.

Los seres humanos nos hemos preocupado por entender el mundo en el cual nos desenvolvemos y, aún más allá, comprender lo que está fuera de nuestro mundo y nuestros alcances, aquellos planetas lejanos, las estrellas, pero también en alma, la mente, aquello que no podemos ver a simple vista pero que por alguna razón nos empecinamos en creer que está ahí. Tenemos la obsesión y necesidad de comprender y entablar relaciones con el mundo exterior, con la naturaleza y el ambiente que nos rodea; también, y quizá más profundamente relacionado con nosotros mismos, por entablar y estudiar las relaciones que tenemos con otros seres humanos. Reflexiones y estudios sobre esto han sido realizadas y publicados desde milenios atrás; sin embargo, reflexiones sobre nuestras relaciones con las máquinas no llevan tanto tiempo de haberse extendido. Tenemos poco tiempo de haberlas estudiado, no contamos con una gran y basta historia sobre ello, lo que dificulta entender nuestras relaciones con las máquinas actuales, esas con pantallas que brillan y rompen barreras de espacio y tiempo cuando se obtener y divulgar información se trata. Esta falta de historia nos complica comprender lo que vivimos hoy en día, pero no es lo único. Vivir, nacer en esta sociedad, dependiente de estas máquinas electrónicas, con contenidos digitales y con acceso a realidades virtuales de manera tan cotidiana nos hace normalizar dentro de nosotros este tipo de sucesos, no nos asombramos más por el nuevo adelanto tecnológico, simplemente nos alegramos de cierta forma. No reflexionamos respecto de estos aparatos tecnológicos mucho más allá de criticar que no permiten “vivir el momento” o decir que “quitan mucho tiempo las redes sociales”. ¿A dónde nos encaminan estos adelantos tecnológicos? (¿Es eso, ellos nos encaminan y no nosotros a ellos?). Ahora, no pretendo mostrarme como el único erudito que reflexiona de una manera crítica cada suceso de la vida en un mundo de alienados tecnológicos no-pensantes. Simplemente pretendo mostrar algunos pensamientos a partir de unas películas que me resultan importantes para el análisis del lugar del hombre frente a la tecnología y la evolución de las cosas a través de dos películas que me resultan clave para esta labor: Her, dirigida por Spike Jonze, y Ex Machina, dirigida por Alex Garland.

Comenzando por Her, nos encontramos una película uno de los mejores manejos de color de la década, una historia de ciencia ficción situada en un futuro cercano, presentándonos una narrativa sensible y emocional, y creo que en buena medida se le debe agradecer éste último aspecto la popularidad que alcanzó esta película —especialmente en el mundo hipster—, ya que muestra a Theodore (Joaquin Phoenix), un hombre de mediana edad con un corazón dolido, problemas de sociabilidad, para mantener relaciones y que, sin embargo, a su vez es un ser sensible, enamorarse de Samantha (Scarlett Johansson), un sistema operativo que funciona a partir de inteligencia artificial (IA), el cual resulta bastante humano dado el trato que tiene con él, la forma de relacionarse, expresarse y el posterior vínculo sentimental que crearán —sin mencionar que la voz de este sistema operativo es interpretado por Scarlett Johansson lo que le da un toque dulce, pícaro y a la vez creíble a todo lo que sucede—. Por otra parte tenemos a Ex Machina, una película no tan popular como la anterior pero que pudo llevarse reconocimientos entre el público. Esta cinta trata sobre Caleb (Domhnall Gleeson), seleccionado para pasar una semana con el genio y fundador de Blue Bird —una especie de Google en la cinta— Nathan Bateman (Oscar Isaacs), quien le presenta, después de aceptar ciertos términos, a su más reciente creación: Ava (Alicia Vikander), un prototipo en etapa final de pruebas para ser considerada una IA. La propuesta de Nathan es que Caleb examine y evalúe a Ava para, al final de una semana de estancia, dictaminar si puede ser considerada o no una inteligencia artificial con todo lo que esto implica: consciencia de la propia existencia, de la existencia de los otros, así como creatividad, desarrollo de emociones, etc. A diferencia de Her, esta película no es muy emocional, sus colores se mueven en los tonos de grises durante casi toda la película, aunque esto remarca cuando se utiliza otro color, y la mayor diferencia se encuentra en la IA protagónica, ya que ésta, a pesar de poseer un cuerpo a diferencia de Samantha, se nota durante toda la película menos humana, realizando dibujos complejos, conversaciones explícitamente analíticas y sin una expresividad clara tanto de emociones como deseos, y aunque esto sea relevante para la trama, nos deja sentir el distanciamiento tecnológico que aún existe entre ella y los seres humanos.

Pero ya adentrándonos en el tema, ¿qué nos pueden mostrar Ava y Samantha sobre nuestra relación con la tecnología y la evolución de las cosas? Mucho.

¿Quién es Theodore? Theodore es todos nosotros, asustados de alguna manera de existir en una sociedad, de convivir con nuestro prójimo… de enamorarnos. Cuando Theodore camina y ve el anuncio del OS1, no ve el producto, ve sus beneficios, y esos beneficios son no los de un asistente y una manera más productiva de moverse, es tener la simulación de compañía humana sin tener lo incómodo de ello, sin tener que romper el hielo, sin tener que crear un vínculo, sin tener que ceder para que la otra persona seda y exista confianza: sin el temor a ser lastimado. Una máquina no lastimará tus sentimientos, ¿o sí?

Theodore se encuentra con Samantha, quien él decide que pertenezca al sexo femenino (quizá se siente más en confianza con mujeres, o quizá necesita una cerca). Pero esto refleja una salida fácil que toma nuestra sociedad: evitar el contacto humano es lo más fácil, pero no lo más sano. Sustituimos las relaciones reales por relaciones virtuales porque es más fácil, nos llenamos de coraje al hablar con la chica o el chico amado por mensajes de texto pero cuando le tenemos enfrente nos cuesta verlo a los ojos. No estamos desacostumbrando a las relaciones humanas; suplantamos aún ideológicamente la creencia de que estamos conviviendo con personas al comunicarnos por mensajes en el celular, por videollamadas. El problema con Samantha fue que parecía demasiado humana.

Ava no te convence de ser humana a primera vista, su estructura artificial te lo impide; asombra, pero ese asombro no sería el que tendrías por una persona normal. Toman unos cuantos días para que Caleb ignore aquello que le impide verla como una persona más e incluso llegue a sentir atracción física y emocional hacia ella. Samantha tardó muy poco tiempo en adentrarse en la vida de Theodore. A pesar de que en ocasiones resulta un poco extraño que no tenga cuerpo y se desenvuelvan de la manera que lo hacen (sí, la escena de sexo en Her resulta bastante extraña) nos resulta alguien familiar, alguien a quien nos gustaría contarle nuestro día, a diferencia de Ava, que más que nada pregunta por él de una manera fuerte, con una creencia meritocrática asumiendo que al ella dar información sobre sí, Caleb tiene la responsabilidad de compartir también su información personal: en un compartir experiencias bajo un sentido de justicia y no de sentimiento, lo que a su vez nos lleva a cuestionar el funcionamiento de nuestras relaciones personales.

Pero lo verdaderamente aterrador aquí es pensar que tanto Theodore como Caleb terminaron considerando a sus amigas inteligencias artificiales personas reales, ¿y podemos considerar que lo son? ¿Podemos otorgarles ese estatus? Samantha se niega persona, pero cuando leemos artículos y libros que tratan sobre lo que es el ser persona, y me refiero a filosofía o antropología, no distan mucho de las características presentadas por nuestras protagonistas, ya que muchas de estas definiciones son conscientes de que las condiciones físicas no son determinantes para la definición de persona, pero ahí radica la problemática, como dice Baudrillard (2002):

Si descubrimos que no todo puede ser clonado, simulado, programado, gestionado genética y neurológicamente, entonces sea lo que sea lo que sobreviva podría de verdad llamarse ‘humano’: se podría identificar por fin alguna cualidad humana inalienable e indestructible. Por supuesto, esta aventura siempre conllevará el riesgo de que nada pase la prueba y que lo humano será permanentemente erradicado (p. 14)

Vivimos con ese temor de no poseer nada de lo cual podremos diferenciarnos de aquellas consciencias las cuales no conocemos o que aún no llegan a concretarse, como las inteligencias artificiales. ¿Si nos diferenciamos por medio de lo biológico? Entonces “una vez que el ser humano ya no se define en términos de trascendencia y libertad, sino en términos de funciones y de equilibrio biológico, la definición del propio ser humano comienza a desaparecer.” (Baudrillard, 2002, p. 18). Ava sueña con libertad, Samantha con trascendencia… Aquí se muestra lo paradójico de nuestro tiempo que el mismo Baudrillard plantea, un asesinato lento de lo real en un mundo que cada vez se va inclinando más hacia lo tecnológico, digital y virtual.

Pero ahora, asumiendo que exista una convivencia cotidiana con estas nuevas consciencias, ¿cómo serán? ¿Podemos confiar en ellas? ¿Serán relaciones amistosas como en el mundo de Her o violentas como en Ex Machina? Si algo podemos reconocerle a Ex Machina es el hecho de que presenta en Ava algo que no es tan explícito con Samantha y eso es lo negativo del ser humano, su deseo de venganza, la búsqueda de fines egoístas, las formas de manipular, chantaje. Ahí podemos apuntar que Ava es más humana, se apega a los sentimientos de los hijos de hombre; Samantha evoluciona constantemente, al inicio parece querer ser humana, se obsesiona por tener un cuerpo, pero después admite y abraza las ventajas de carecer de uno: trasciende barreras humanas de tiempo y espacio, lo que le permite desarrollarse mucho más rápido, tanto que nuestra realidad construida le resulta, no sólo a ella sino también al resto de IAs, insuficiente. ¿Es Samantha nuestro deseo de evolución y Ava nuestro deseo de creación? ¿Así como los dioses nos formaron queremos forjar vida? Queremos, primero, ser creadores, pero la creación es muy probable que nos sobrepase y es ahí donde vendrá la lucha por la tan codiciada cima de las especies. ¿El hombre podrá ganar? ¿Será bueno que gane o que pierda?

Parece ser que la tecnología no ha sido otra cosa que nuestro asesino, un deseo de suicidio escondido en ella hemos colocado y nuestros deseos de protección y restauración del orden (reforestaciones, limpiezas de aguas, etc.) no son más que productos de nuestro sentimiento de culpa (Baudrillard, 2002).

Nathan es la idea del ser humano como forjador de su propio destino, pero al final es Ava quien sale victoriosa. Ahí existe una reversión total de papeles: al inicio Nathan era quien tenía todo en control, Caleb era el manipulado y Ava era la indefensa; al final de la cinta Ava manipula a Caleb y ahora él controla a Nathan. ¿Quién resulta aquí el más inteligente. Nathan el creador, Caleb el astuto o Ava la manipuladora de los hilos? Creo que aquí no se le puede dar una respuesta, pero podemos vislumbrar la moraleja que es que lo artificial gana. ¿Será un presagio? ¿Quiénes se oponen a la supremacía de lo artificial son exterminados como Nathan y quienes cooperen simplemente habitan como prisioneros de esta nueva realidad virtual como Caleb?

Me parece que lo que parece indudable es que vivimos un exponencial desarrollo tecnológico y de la formación de realidad virtual, y que el ser humano se encuentra en peligro de conquista, no por extraterrestres como algunas veces se llegó a pensar, ni por imposición violenta de las máquinas como en Terminator se podría llegar a pensar, sino en una invasión silenciosa propiciada por nosotros mismos y a la cual debemos ceder en tanto se muestran superiores. Aquí entra la iniciativa del objeto a conocer el sujeto, rompiendo el esquema tradicional donde el sujeto es el que conoce al objeto pasivo. El objeto ya no se muestra pasivo, pero tampoco sabemos si se le puede llamar objeto. ¿Es vida lo que porta?  El objeto nos conoce y nosotros nos presentamos inadvertidos. Sólo habrá que esperar y ver si la realidad será de una compañía amistosa como Samantha o más humana como Ava.

Es verdad que esto resulta de mucha especulación, sin embargo puede resultar real o metafórico para mostrar la superación de la tecnología sobre el hombre, como gusten leerse las palabras aquí expuestas, pero aquí es donde radica el valor de análisis de los filmes, en cuestiones como éstas, donde películas nos muestran de una manera estéticamente hermosa el advenimiento de un posible fin, crisis de valores y sistemas que tambalean, nuestras certezas sobre el mundo se acaban y debemos reinterpretarlo (Baudrillard, 2002), el cine puede ayudar a esta labor.

 

 

Fuentes de consulta:

Baudrillard, J. (2002). La ilusión vital. España: Siglo XXI

Ellison, M., Jonze, S., Landay, V. (productores) y Jonze, S. (director). (2013). Her [cinta cinematográfica]. Estados Unidos: Annapurna Pictures.

Macdonald, A., Reich, A. (productores) y Garland, A. (director). (2015). Ex Machina [cinta cinematográfica]. Reino Unido: DNA Films, Film4, Scott Rudin Productions.

Walter, P. (2017, marzo). Pensar de otra manera. Pensar a través de las imágenes. Conferencia magistral presentada en el Instituto de Investigaciones Filológicas, Ciudad de México.

 

 

Ashley Josua Bocanegra Marin nació en 1997, vive, estudia y trabaja en la Ciudad de México. Después de realizar pequeños cortometrajes independientes, incursionó en proyectos fotográficos para particulares, y en 2015 realizó el spot televisivo para promocionar la caminata anual de la asociación A21 en México. Actualmente estudia la licenciatura en Pedagogía en la Universidad Nacional Autónoma de México a la vez que realiza trabajos fotográficos.

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