Anzuelo


por Alfredo Torres


Un hombre pesca en medio del mar. Avanza como tantas leguas le son posibles, ya que, por alguna razón, ningún pez picó. Coloca el cebo en el anzuelo y lo lanza a unos metros de él. De nuevo pasan las horas, las aguas tranquilas, el cielo aún claro, el sol arriba y ningún pez ha picado. Se asoma fuera de su pequeño bote y sólo ve el negro abismo del mar. Por hastío o desesperación, decide anclar más carnada al gancho; esta vez lo suficiente como para que se hunda lo más profundo posible. Suelta el anzuelo y el cebo no se hunde mucho, apenas se sumerge, no por falta de peso, sino porque algo lo detiene. Las aguas comienzan a agitarse por el rugido hondo que se escucha.

Con horror y asombro, el hombre se da cuenta de que el negro abismo no es más que la pupila de un enorme ojo, que lo observa.



Mi nombre es Alfredo Torres. Soy de Tijuana, Baja California. Egresado de ingeniería y a mis 26 años sobrevivo a la pandemia, el trabajo y el qué hacer con mi vida. Pero cuando no hago eso me la paso leyendo y de vez en cuando escribiendo. Este texto lo demuestra, o eso espero.

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