Los crímenes pendientes de una guerra olvidada: República Democrática del Congo


por Daniela Montellano Simón

“La guerra es como cuando dos elefantes luchan
y la hierba es la que sufre sin ningún motivo”
El Congo y su sangrienta guerra, 2017.

Situando el conflicto: una aproximación histórica a las guerras congoleñas

La República Democrática del Congo lleva en guerra más de treinta años. Esto es así porque ésta lleva siendo financiada desde sus orígenes, por la riqueza mineral y los intereses transnacionales que coinciden en este país (2017). La llamada Primera Guerra del Congo (1996-1997), conflicto intrínsecamente relacionado con el genocidio de Ruanda (acaecido dos años antes), tuvo como objetivo derrocar al dictador Mobutu Sese Seko,[i] quien acogió, y apoyó políticamente, alrededor de dos millones de hutus que huían de su país después de haber perdido la guerra, muchos de los cuales formaban parte de la organización Interahamwe (Global Security.org, s.f.).[ii] Además, Mobutu se conformó como uno de los dictadores más corruptos del mundo y amasó una fortuna personal enorme a costa de la miseria de su gente.

Esta situación provocó que las fuerzas opositoras al dictador, especialmente la organización de AFDL (Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo) encabezada por Laurent-Desiré Kabila, con el apoyo indirecto del recién nombrado presidente de Ruanda Paul Kagame y de Estados Unidos, se levantara en armas contra el dictador[iii] y, avanzando desde Katanga, la asociación tomó Kinshasa, capital del país. Resulta ilustrativo hacer notar que, para financiar la guerra, Kabila y sus subordinados otorgaron concesiones económicas a compañías estadounidenses en la provincia de Katanga (la más rica de la RDC) para explotar las minas de cobalto, de zinc, de cobre, de diamantes y de coltán (“El Congo y su sangrienta guerra”, 2017).[iv] Después de conseguir financiamiento, Kabila se proclamó presidente de la nación que ahora se llamaría la República Democrática del Congo (antes Zaire). No obstante, cuando el nuevo gobierno tomó posesión, en lugar de llevar a cabo su agenda reformista, comenzó a implementar un plan centralizador (que iba en contra de la tan ansiada democratización del país y de las pretensiones autonomistas de las provincias del este) y, para ello, utilizó a la Interahamwe como un medio para atemorizar a las poblaciones inconformes.

El aumento de las tensiones sociales en la zona oriental provocó que el gobierno de Kabila comenzara a ser conocido como la marioneta de Kigali (capital de Ruanda); debido a estas presiones, Kabila emitió en 1998 la orden de que los milicianos ruandeses (de origen tutsi), que un año antes le habían permitido llegar al poder, fueran repatriados. Esto en razón de que los militares habían empezado a explotar los recursos de las zonas ocupadas en el este del Congo, especialmente los yacimientos de coltán[v] y de cobalto,[vi] amenazando de manera constante a la población local. Al mismo tiempo, el nuevo gobierno propició que los banyamulenge (grupo étnico de origen tutsi que se encuentra concentrado en la provincia Kivu del sur) se armaran para combatir las agresiones y los asentamientos de los grupos armados hutus que tanto el gobierno de Mobutu, como el de Kabila, habían permitido y propiciado. Esta transformación en la política del nuevo presidente congoleño fue el contexto en el cual estalló la Segunda Guerra del Congo.[vii]

Ahora bien, la complejidad de este conflicto bélico, tanto por la magnitud de los horrores cometidos a lo largo de los cinco años que duró la guerra, como por la cantidad de facciones involucradas, produce que sea materialmente imposible de comprender e incluso de explicar cabalmente en el escrito que aquí nos ocupa; empero, basándonos en la evidencia hemerográfica recabada hasta el momento podemos afirmar que el Acuerdo Global e Inclusivo de Pretoria, que puso fin a este conflicto, no significó realmente ni la pacificación, ni la restructuración de la RDC como un Estado. La cantidad de atrocidades cometidas por todas las facciones involucradas en la guerra provocaron el desmembramiento de la base de la estructura social del Congo. La falta de control estatal durante el conflicto propició la violencia desmedida, condición que no desaparecería mágicamente con un tratado de paz.


El cuerpo como un campo de batalla: un crimen de lesa humanidad

A lo largo de la guerra murieron alrededor de cuatro millones de personas -resulta imposible dar una cifra exacta- (“Victimario histórico militar”, s.f.);[viii] asimismo, la preponderancia del componente étnico (Tutsis-Hutus o las facciones propiamente congoleñas enfrentados con los miembros de la RCD) durante el conflicto llevó a las facciones a cometer verdaderos genocidios basados en el origen cultural de las personas. Esta situación propició que el arma principal de las facciones beligerantes fuera la violación sexual y que, por lo tanto, las principales víctimas del conflicto fueran las mujeres, las niñas y los niños (“D.R. Congo: War Crimes in Bukavu”, 2004). La violación como arma de guerra, constituye una de las piedras angulares para intentar explicar la crisis humanitaria que prevalece en el Congo desde hace más de veinte años, por ende, comenzaremos a analizar, de manera muy breve, cuáles son las motivaciones que propiciaron la utilización masiva del arma de guerra más barata de la historia, así como cuáles han sido los mecanismos que la población femenina congoleña ha utilizado para tratar de reconstruirse como personas y, en la misma medida, de qué manera están intentando redificar el entramado social que fue destruido y asolado por la violencia desmedida de la guerra.

Para hablar de las víctimas de la violencia sexual en la RDC resulta necesario que escuchemos el testimonio de una de las activistas congoleñas que más ha analizado el tema, a saber: Caddy Adzuba. Esta periodista, abogada y activista congoleña es una de las pocas personas que se ha atrevido a denunciar los abusos sexuales sistemáticos cometidos por los grupos armados en contra de la población civil (auspiciados por todos los gobiernos del Congo y el mirar para el otro lado del resto del mundo), durante el interminable conflicto bélico que asola su país. Ella sufrió en carne propia los horrores de la guerra y lo que vio y vivió la cambió para siempre. Decidida a generar un cambio, pasó a formar parte de una asociación de apoyo a las víctimas de violencia sexual, la Asociación de Mujeres de Medios de Comunicación del Este del Congo (Peñacoba Paula, 2019). Además, mediante el recurso radiofónico (Radio Okapi), la activista ha conseguido difundir y dar voz al sufrimiento de las mujeres congoleñas (Biescas Rué Ares, 2019).

Adzuba afirma que la violación sexual es (y ha sido) utilizada en el Congo tanto como el arma predilecta de dominación territorial de las facciones beligerantes, así como un medio para sembrar el terror en la población civil. En la misma línea hay que apuntar que, lo más posible, es que los milicianos violen a las mujeres delante de sus familias; es decir, la gran mayoría de las violaciones son perpetuadas con el marido y los hijos de la mujer delante. Esto produce que los hombres -si sobreviven al ataque- abandonen a sus esposas, dado que, para ellos, tanto el hecho de que la mujer no se resista a la violación, como el suceso en sí mismo, anula su calidad de persona (existe un fuerte tabú entorno al tema y los militares lo explotan). En este mismo sentido, cometer una violación representa el desmembramiento simbólico y fáctico de la célula básica de asociación social, las familias. Por esto mismo, las mujeres no suelen denunciar a sus violadores, incluso cuando saben perfectamente bien quiénes perpetraron el crimen. Luchar en contra de este tabú ha sido uno de los retos principales a los que Adzuba se ha enfrentado a lo largo de los años y por ello, dice con orgullo que las mujeres del Congo “Hoy han logrado aceptar y decir, vale, nos han violado, ¿y qué?, no estamos todavía muertas, todavía tenemos la capacidad para trabajar por el desarrollo de nuestro país y de África” (Biescas Rué Ares, 2019).

Resulta ilustrativo, por ende, recuperar algunos de los testimonios que a lo largo de los años ha recopilado la activista para, de esta manera, intentar escuchar a las eternas olvidadas.[ix]

La primera de estas historias es la que narra Zabulonda Mwin Elysée, a saber:

Tengo 28 años y cinco hijos. Nací en Shabunda, a 350 kilómetros de Bukavu. Había conflictos en nuestra aldea y nos trasladamos a las pequeñas casas que construimos como refugio en el bosque. Al huir llegaron los Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) para atacarnos. Estaban mis padres, mis hermanos y hermanas… Los FDLR preguntaron por el jefe de la familia y se presentó mi padre y le obligaron a violar a su primera hija, que era yo. Mi madre estaba allí. Mi padre se negó. Lo decapitaron y lo descuartizaron. Nos dieron los trozos para que nos los comiéramos. Nos negamos, y mataron a mis hermanos. Quedamos mi madre y yo, me violaron, no sé cuántos, introdujeron objetos en mi vagina, perdí el conocimiento y seguían violándome. Recobré el conocimiento y había cadáveres junto a mí: mis hermanos, también mi madre. Sólo quedaba mi abuela. En el hospital al que me trasladaron me dijeron que habían destruido todos mis órganos sexuales. No sabía cómo podía hacer mis necesidades, no sentía nada… Acabé en Bukavo, en Panzi, el hospital que se ocupa de las mujeres violadas. Estuve ingresada tres años, tuve múltiples operaciones. Me negué a regresar a mi aldea, no tuve fuerzas para hacerlo. Recuperé a mis hijos, a mi marido lo había perdido también. Me dijeron que no cogiese pesos, pero soy una porteadora de objetos, tengo que hacerlo para sobrevivir, me siento muy mal, pero no tengo elección.

Muñoz Isabel, 2016

La brutal narración de Zabulonda pone en la palestra varias cuestiones importantes para definir el tipo de violación que llevan a cabo los milicianos congoleños, ugandenses y ruandeses contra las mujeres de las zonas en conflicto. La primera está relacionada con el hecho de que la violación va mucho más allá del mero acto de penetración forzada, los violadores tienen como objetivo principal volver infértiles a las mujeres, debido a que si destruyen su capacidad reproductiva les quitan su valor dentro de la sociedad. Motivo de esta terrorífica situación, la gran mayoría de las mujeres ultrajadas no sólo son violadas de manera grupal sino que, además, les introducen dentro del cuello uterino (y del ano) pistolas, navajas e incluso granadas para estar seguros de que el aparato reproductivo de la víctima quede totalmente inhabilitado (Jurado Ángeles, 2016). La segunda, por su parte, vuelve a apuntar hacia lo mencionado anteriormente y se refiere a que la gran mayoría de las violaciones son perpetradas delante de las familias de las víctimas, lo cual produce un trauma social irreparable. La tercera, y última, se relaciona con el hecho de que estas mujeres, después de años de recuperación, se ven obligadas a realizar trabajos extenuantes para conseguir sobrevivir. El infierno no termina con la recuperación del cuerpo, sino que se evidencia día con día en la vida de miles de mujeres.

Otro relato que me parece importante rescatar, y que se refiere al trauma social ocasionado por las violaciones sistemáticas, es el de Cheusi Kwasila Anne:

Estaba con mi marido, éramos comerciantes, llevábamos mercancías para vender en Baliga, para ello teníamos que atravesar una zona de bosque; llegamos vendimos nuestra mercancía y de regreso a casa, empezó a llover y nos refugiamos bajo un árbol, los dos con nuestro hijo. Aparecieron unos hombres con antorchas, llevaban armas, nos intimidaron y mi marido les ofreció el dinero de las mercancías que habíamos vendido. No quería el dinero, solo querían violarme y que mi marido y mi hijo lo presenciaran. Lo hicieron seis hombres delante, y perdí el conocimiento. Introdujeron un cuchillo en mi vagina, me destrozaron. Nos abandonaron a los tres, pero yo seguía inconsciente. Luego supe que violaron a otras 12 mujeres. Mi marido me trasladó a una población cercana, me atendieron y empecé a curarme. Pero él me abandonó porque había dejado que me violaran, decía que tenía que haberme resistido aunque me hubiesen matado por ello. Fui a Bukavu, al hospital de Panzi para que me curasen y no pude volver a mi aldea. Hoy vivo sola. Yo sola me hago cargo de nueve niños. Hoy pido protección al Gobierno, que nos dé la paz. Sé que mi marido me dejó pero sé que él también estará traumatizado por la atrocidad que tuvo que presenciar.

Muñoz Isabel, 2016

Esta narración vuelve a evidenciar lo recién expuesto y, además, deja entrever una continuidad entre las víctimas, a saber: el hospital de Panzi. Este centro médico, ubicado en la zona alta de Bukavu (capital de la provincia de Kivu Sur), representa uno de los pocos bastiones que luchan para erradicar la violencia ejercida por los grupos armados en contra de las mujeres congoleñas. Éste se encuentra bajo el mando del ginecólogo y cirujano Denis Mukwege y de su equipo, quienes, a lo largo de los años, han construído un programa especializado para tratar a las víctimas de la violencia sexual en el Congo, debido a que se dieron cuenta que sanar sus cuerpos no equivalía a restaurar sus almas. Por lo tanto, además de realizar titánicas curaciones en las ingresadas, Mukwege y su equipo han construido un refugio dentro del hospital en el cual las mujeres pueden residir, recuperarse y sanar con el tiempo. Parte del programa es impartido por antiguas pacientes, quienes ofrecen cursos de costura a las recién ingresadas.

En el mismo tenor, el objetivo de estos talleres es tanto que las afectadas puedan volver a moverse,[x] como que, poco a poco, vayan recuperando su autoestima y la confianza que les arrebataron sus violadores. Además, el programa del doctor Mukwege también incluye una capacitación legal; es decir, cuando las mujeres han logrado recuperar su movilidad y han sanado parcialmente sus heridas, el hospital les proporciona ayuda legal gratuita y les hacen saber que pueden y deben denunciar a los criminales que les arrebataron su vida. Sin embargo, la gran mayoría de los casos permanecen impunes, no por la ausencia de una legislación clara (la constitución de la RDC castiga la violación con 10 y hasta 20 años de cárcel), sino, más bien, por la impunidad reinante en el país  (Rojas Alberto, 2018).

Podemos, en razón de lo ya expuesto, afirmar que la crisis humanitaria existente en la República Democrática del Congo se debe, en gran medida, a la desintegración del tejido social que sustenta a cualquier Estado; esto, producto tanto de los altos grados de violencia, como de la falta de un control estatal regulador que medie de manera efectiva en el conflicto y que impida que las atrocidades cometidas a lo largo de éste queden impunes. Por ende, la guerra que desde hace más de veinte años se bate encarnizadamente en el cuerpo de las mujeres congoleñas da cuenta de ello y, además, este ejercicio de la violencia constituye, verdaderamente, un crimen sistemático perpetrado en contra de la población civil de las zonas afectadas, un crimen de lesa humanidad. Finalmente, la falta de acción por parte de la comunidad internacional, así como el silencio mediático entorno a la situación de este país, ha propiciado que este conflicto se convierta en una de las muchas guerras olvidadas que, mediante su invisibilización, son condenadas a perpetuarse.  

“La marca que produce el látigo desaparece;
la huella de la injuria jamás”.

Proverbios del África negra, 1994



Bibliografía

El Congo y su sangrienta guerra [Archivo de vídeo ]. (2017, 23 agosto). Recuperado 5 diciembre, 2019, de https://www.youtube.com/watch?v=5VtD_MvwMSw

Biescas Rué Ares, B. R. A. (2019, 5 marzo). La periodista Caddy Adzuba denuncia el uso de la mujer como arma en el Congo. Recuperado 26 marzo, 2019, de https://www.efe.com/efe/espana/sociedad/la-periodista-caddy-adzuba-denuncia-el-uso-de-mujer-como-arma-en-congo/10004-3915839

D.R. Congo: War Crimes in Bukavu. (2004). Recuperado 26 marzo, 2019, de https://web.archive.org/web/20060708213001/http://www.hrw.org/english/docs/2004/06/11/congo8803.htm

De re Militari. (s.f.). De re Militari: muertos en Guerras, Dictaduras y Genocidios. Recuperado 9 diciembre, 2019, de http://remilitari.com/guias/victimario1.htm

Global Security.org. (s.f.). Forces Democratiques de Liberation du Rwanda (FDLR) (Democratic Liberation Forces of Rwanda). Recuperado 26 marzo, 2019, de https://www.globalsecurity.org/military/world/para/fdlr.htm

Jurado Ángeles, J. A. (2016, 19 febrero). Ojos de piedra, corazones de azúcar. Recuperado 26 marzo, 2019, de https://elpais.com/elpais/2016/02/19/planeta_futuro/1455886602_626576.html

Muñoz Isabel, M. I. (2016, 18 febrero). Las mujeres valientes de una guerra. Recuperado 26 marzo, 2019, de https://elpais.com/elpais/2016/02/17/fotorrelato/1455724556_174106.html#foto_gal_1

Peñacoba Paula, P. P. (2019, 24 marzo). Caddy Adzuba: “En el Congo, la estrategia de guerra es violar a las mujeres, como podría ser utilizar armas o bombas”. Recuperado 26 marzo, 2019, de https://www.publico.es/internacional/violencia-sexual-caddy-adzuba-congo-estrategia-guerra-violar-mujeres-utilizar-armas-bombas.html

Rojas Alberto, R. A. (2018, 6 octubre). Una tarde en el hospital donde vuelven a la vida las mujeres violadas del Congo. Recuperado 26 marzo, 2019, de https://www.elmundo.es/internacional/2018/10/06/5bb7743922601dd0108b45f6.html


Notas

[i] Quien había llevado a cabo un golpe de Estado, apoyado por Estados Unidos y Bélgica, contra el primer presidente elegido democráticamente en el Congo en 1960, Patrice Lumumba. Dentro del contexto de la Guerra Fría.  

[ii] La organización ruandesa anti tutsi fue una de las principales responsables del genocidio de Ruanda. Gracias a Mobutu, y habiendo perdido ya la guerra, la organización pasó a asentarse en la zona oriental de la RDC (especialmente en las provincias de Kivu -del norte y del sur-). A esta organización se le sucedería el FDLR (Forces démocratiques de libération du Rwanda), formada en el año 2000; esta organización sería uno de los catalizadores que desestabilizarían y desarticularían al Congo como Estado y que provocarían la inexcusable situación que azota al país desde hace veinte años.

[iii] Estados Unidos dejó de apoyar al gobierno de Mobutu y le recomendaron salir del país. El antiguo dictador se exilió en Marruecos.

[iv] Con el advenimiento del nuevo siglo y la revolución informática acaecida paralelamente se produjo el fenómeno conocido como el boom del coltán.

[v] Uno de los minerales más valiosos hoy en día, debido a que sin él no pueden manufacturarse los teléfonos celulares.  

[vi] Uno de los minerales más utilizados para la construcción de armas.

[vii] También conocida como la Guerra Mundial Africana, debido a que en ella participaron nueve países africanos (Angola, Chad, Namibia, Zimbabue, Libia, Sudán, Ruanda, Uganda, Burundi y, claro está, la RDC) y más de veinte facciones internas beligerantes.

[viii] Algunas fuentes dicen que hubo un millón de muertos, mientras que otras exponen que fueron siete millones. En este breve artículo nos hemos decantado por la cifra ya referida debido a que ésta resulta una estimación promedio entre ambos extremos.

[ix] Esta historia es parte de un proyecto de recuperación colectivo llevado a cabo por tres mujeres Caddy Adzuba, Isabel Muñoz y Concha Casajús.

[x] La gran mayoría de las mujeres han sido maltratadas de tal manera que pierden la movilidad en todas sus extremidades.



Daniela Montellano Simón.
Deformada en Historia y perseguidora atormentada del dilema de origen. Melómana, bebedora de vino, amante incierta de un gato asustadizo color naranja y buscadora de historias. Soy, en el mejor de los casos, la eterna contradicción en movimiento, las dos caras de la moneda. 

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