Sobre el sueño ridículo de «ser alguien»


Hace unos meses, me tocó ir por parte de mi trabajo a conocer los talleres de verano de una plataforma educativa, para fotografiarlos y escribir una crónica. Ciertamente, por una cosa o por otra, nunca terminé escribiendo ese texto, me parece que sólo se publicaron las fotografías. No obstante, yo me quedé pensando un poco en los niños, cómo se comportan ante la cámara, con gran diferencia a cómo lo hacemos los adultos, ya más huraños.

Hay algunas cosas de los niños que me llaman la atención: algunos gestos de ellos, la forma con que platican, la sonrisa con que contestan al verme… Me revelan algunas cosas, pero no termino de entenderlas. Pienso que el temor, como todos los sentimientos humanos, es aprendido y no es algo con lo que se nazca.

Me encargaron también entrevistar a los niños, para agregar los distintos matices a la crónica, y me pidieron que les cuestionara sobre qué les hace felices, lo que a mí en primer lugar me pareció cursi y algo sensacionalista. No obstante, una niña contestó que le hace feliz ver cómo se multiplica su dinero. Entre los talleres, había uno de finanzas para niños, lo que explica un poco la respuesta de la niña, pero no dejó de parecerme en un primer momento divertido, para después criticarlo y cuestionar el tipo de educación que recibimos.

Asimismo, me quedé pensando en cómo sueños como ése, emparentado con el sueño ridículo de «ser alguien» que nos inculcan, se van perdiendo con la vida adulta, y sólo se ven lejanos, pero después recordé los versos del poeta Baudelio Camarillo que dicen «Mi hijo, de tres años de edad, / dice que cuando sea grande / tendrá dinero para comprar la luna / y la pondrá en su ventana / cada noche. // Lo miro largamente mientras juega: / algo me dice que lo hará». De alguna manera, me alegra pensar que los sueños absurdos a veces son logrados por algunos.

Entrada previa Mar
Siguiente entrada Ambos lados de la pantalla