La Marabunta cierra su anárquica quinta edición, para la cual recibió una cantidad récord de colaboraciones, con esta compilación de algunas entradas que no cupieron del todo en la publicación normal —sobre todo por razones de tiempo—, pero que sí alcanzaron un lugar en nuestros arrugados corazones de hormiga. Muchas gracias por participar en este …

Por Andrés Guerrero Barraz   Fuimos felices…                                 [Quizá no del todo] Fuimos muy felices…                         [Casi no recuerdo cuándo] La veo enorme en su casa pequeña, en la …

Por Guillermo Fernández   Pasé a la salida del trabajo a una céntrica armería y pedí que me las mostraran. Fue emocionante ver al rechoncho dependiente colocar con primor sobre la urna su línea de armas cortas o su oferta de pistolas de aire comprimido. Al reconocer mi vacilación, el hombre se mostró locuaz, y …

Por Shantal Ábrego   Partir   Voy en caja con las cuatro estaciones Y el olvido de la tierra mudanza velorio más allá del cielo vistiendo de negro el mercado y la avenida se evaporan sobre la niña que fui   Las palomas dicen que ya no existo Que ya no estoy en la calle …

Por David Torres Lizarazo   Samantha. Samantha. Siempre dijo mi madre que tenías nombre de puta. Samantha, así, con h, metida de no sé dónde y por qué, si tus padres no sabían de su existencia. Un calco del notario, supondría mucho después, cuando ya no importaba. Samantha. Tu nombre, cada vez que aflora, me …

Por Andrea Armijos Echeverría One thing I miss Is Cold Ethyl and her skeleton kiss We met last night Making love by the refrigerator light —Alice Cooper, “Cold Ethyl”   El intelectual peruano Ricardo Palma es célebre por sus ‘Tradiciones peruanas’, colección de cuadros de costumbres del pueblo peruano del XIX. Uno de estos cuadros …

Por Yuly Ayala   Hacía tiempo que ella no se sentía así. Se miró en el espejo y se peinó los cabellos platinados, como el metal bajo el sol. Vio su reflejo, desnuda, y se sintió a gusto con lo que observaba: la infinidad. Él se asomó a la puerta como de costumbre, lo único …

Si detenemos las alas de un colibrí, muere. Nunca está quieto. Para dormir, entra en una falsa muerte. Su necedad por moverse de un lado a otro es una trampa mortal. Nada más triste, porque uno quisiera acercarse lo suficiente a esos pequeños juguetes para observarlos con detenimiento, acariciarles las plumas o medirles el pico …