Vida en el desierto


por Silvina Quiroga


I

Troya

¿Quién encendió
la primera antorcha?
Acaso el develamiento
inevitable del falaz caballo de madera
inoculó el fuego inicial.
O el hambre
sedicioso
infame
de los rotosos,
esos que dan bocanadas
entre desechos
de las otras hambres
ilustres
lustrosas
ilustradas.
Quizá los nadies
hartos
del papel invariable
de eternos invadidos
esta vez arrojaron
la primera piedra.

En la ciudad sitiada
fruto inexorable
de la indigestión
indecente
de los déspotas
se alza silenciosa
la revancha ardiente
de los desposeídos
emergiendo desde las sombras.


II

‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎‏‏‎ ‎Mi boca quiere pronunciar el silencio
Atorada por los silencios
mi lengua quiere
reventar en flor.


III

Vida en el desierto

Es preciso a esta hora cerrar la ventana por donde asoma el paisaje inhóspito. Y así, silenciosamente, en la penumbra de la casa que resguarda del verano ardiente, reposar el ojo atento a la hendija que se abre en la pared y alojar para siempre en la retina, como un alumbramiento, el estallido del mediodía.


IV

Como la piedra partida
he caminado rabiosa bajo soles ardientes.
y el invierno ha congelado mis venas.
Como la sal
puedo ser grano que sazona y lacera.
En destino de piedra busco el agua
y el porvenir final de arena
para sentir los pies descalzos de los niños
y las risas que estallan con las olas.


V

Y en la pobreza del camino
fui haciéndome
esclava de la palabra,
de la evocación
de un fulgor
de la catástrofe
de la inmundicia.
Y así hallé mi mejor alimento
bajo el abrigo del canto.



Silvina Quiroga / Lucía Ramsay (San Juan, Argentina, 1976). Exploro, leo y escribo poesía con afán de búsqueda de vaya a saber qué cosa. No creo en los claros linajes, pero me convoca la poesía de Pizarnik, Idea Vilariño, Alfonsina Storni y, últimamente, Sharon Olds y toda palabra que desmarañe ataduras. Soy feminista y pienso y escribo como una mujer concreta, mi voz no pretende ser universal. Publiqué alguna selección de poesía en la revista digital mexicana Enpoli y en redes. Adopté mi seudónimo como tributo a Virginia Woolf.

Arte: El atardecer escarlata, J. M. W. Turner

Entrada previa El grimorio
Siguiente entrada La leche de antes