Dígale que no me etiquete


por Bernardo Martínez

 

Es neta don Eusebio. Dígale a su señora, a doña Clarita, que no me etiquete. Deveritas, ¡por lo que más quiera! ya estoy hasta la madre de ver en mi página de inicio notificaciones de fotos con piolín y un chingo de corazones. Bendiciones, bendiciones para qué, ¡si yo ni carro tengo para colgarle un rosario! Pero lo peor es cuando le manda saludos a mi mamá, si cuando se ven en el mercado cada una se hace que no se ven aunque sean primas y lo nieguen. ¡Y las selfies! oiga señor, dígale que al menos limpie el espejo o que se las tome pero que no las suba, es que no hay necesidad. Siempre dice que está en gym y se le ven los mismos pants con las mismas lonjas saliendo.

Está bien, yo sé que usted me va a decir que la culpa es mía por venderles esa computadora pero debe entender señor que yo a eso me dedico. No es fácil, es un estigma con el que uno carga, siempre que entro a la casa de uno de mis compas empiezan a hacer la broma de que no levante la mirada del piso, no vaya a ser que se me antoje el estéreo para vender. Pero usted también tiene la culpa, no se me olvida que van cuatro teles que le vendo. Si yo hubiera sabido que su esposa me daría tantos problemas, en serio que ni en su casa me vuelvo a aparecer. Y es que hay carillas y carillas, señor don Eusebio, y la que su esposa me provoca me trae más de bajada que el peso.

¡Cómo que no me provoca problemas señor! Si la Yahaira ya me tiene bien vigilado. Dice que si su señora me ofrece un refresco cuando vengo no me lo tome, que me va a poner un embrujo y es que ya está hasta la madre señor Eusebio, igual que yo. Y usted también debería de estarlo, nomás que todos prefieren quedarse callados, nomás yo me atrevo a decirle y eso es porque ya estoy hasta la madre. Y no cualquier madre, señor, ¡no!, yo estoy hasta la madre mía de mí que me pario durante doce horas. Ya no puedo salir a la calle sin que nadie me diga don Clarito. Ya hasta el de la tienda dice que va a traer limas para que se quite los cuernos usted, que ya ni el sombrero le ha de quedar. Entienda señor, que en esto de las redes sociales todos son como las viejas chismosas. Nomás ven que una saluda a uno y ¡pum! ya hay un romance con todo y adulterios.

No, ‘perese. No me levante la mano don Eusebio, si yo vengo a hablar con usted es precisamente para remediar esta situación. Yo a usted le tengo mucho aprecio don, no crea que se me olvida que usted es el único que no me regatea cuando le traigo las cosillas esas, los cachivaches que me encuentro. Y que usted también me dice cuando sus vecinos salen de vacaciones y que una vez hasta me dio chance de subirme a su azotea con tal de que le trajera unos aretes que le había visto a la vecina. Ya ve que hasta esa misma vez me dijo que le checara bien el cajón de las pantis y que le trajera la más chiquita y yo ni le pregunte para qué don, y eso que apenas era un chamaco que ni limpiarse bien sabia. Todo eso nunca se lo dije a nadie ¿y sabe por qué no se lo dije ni a la Yahaira? Pues porque sé que uno no debe morder la mano que le alimenta señor, y pues su mano es la que me avienta más carne y ahora usted me la levanta y en vez de aventarme un filete, o de perdido una lechuguita, me enseña el puño. ¡Pues qué paso don! Mire, no quería llegar a esto principalmente porque esto si me da pena don Eusebio, quiero que entienda que para mí lo más importante en esta vida es primero mi jale, segundo mi Yahaira y tercero mi honor.

A mí me dijeron que los caballeros no tienen memoria pero haga de cuenta que mi celular no es caballero y tiene ocho yigas el cabrón. Imagínese usted que en este inbox la señora Clarita… pues véala, para que le cuento yo si una imagen vale más que mil palabras y en twitter nomas dejan usar 140 letras. Y ni modo que me diga que no es su mujer señor, si usted más que yo debe de conocer esos lunares, que igual hace mucho que no los ve. No le echo la culpa don pero volvemos a lo mismo, si usted no los ve, ¿pues yo qué necesidad de verlos tengo?, yo le enseño esta foto don, para que usted le diga a la señora y pues que vayan con el psicólogo o con el cura y ya no me esté siguiendo ni dando likes.

No señor, no le dé para la derecha si nomas es esa foto, ¡chin¡ ¿pues no le dije que no le diera?, sí pues, esa es mi Yahaira. Qué quiere que le diga si se le ve la cara. Si ya está bien crecidita don ¡ya deme mi celular! no se haga. Ya dejé de darle a las demás fotos no sea metiche. Sí señor, es la hija de don Lupe pero pues ya no la vea, si cuando este en la tortillería todos vemos como se le queda embobado. No señor, este es mi celular y no lo vendo. ¡Achis! ¿Tanto?, mire don Eusebio, no me lo agarre a mal, pero usted es un buen conversador y negociador pero no es para tanto, entienda que no es por dinero si no por honor. Y pues uno no debe de andar viendo en el honor de las otras gentes como usted anda haciéndolo. No pues todas esas fotos me las mandan las muchachas, ¿Qué quiere que haga yo?, no, sin pagarles ni nada, lo hacemos nomas por placer. Pues claro que no sabe la Yahaira, me castra si se entera, ¿pues a poco a doña Clarita le gusta que usted vea muchachas por la calle? Sí pues sí, para la próxima le traigo un celular pues, don Eusebio. Nomás guárdeme el secreto usted y se hace, hasta las fotos le paso, pero no le diga a la Yahaira.

 

 

Ilustración de Pawel Kuczynski

Entrada previa El hombre que estuvo a punto de hablar con Dios
Siguiente entrada Al morir Shanghai